Carlitos De La Yeca
A Carlitos, un humilde vendedor ambulante de láminas argentino de sesenta y tantos años, quien por un tiempo me brindó el sincero halago de su amistad y desapareció misteriosamente en 1978, año del mundial de fútbol con sede en Argentina.
“La camino hermanito, la camino”,
era su dicho referido a la calle, o "yeca”, según
su chamuyo arrabalero.
Llueve, y en sucesivo y “botón” relevo, brillan
en la noche esos tres fasos esquineros: sangre,
oro y menta del semáforo.
La Avenida Corrientes, refleja la ciudad patas arriba,
y haciendo equilibrio en sus pretiles invertidos,
Carlitos, de lluvia no se moja; viene mojado
de unos “blanquitos” de antes.
Así, acoda su pinta de Quijote taita, sin yelmo
de Mambrino ni gacho Gardeliano, en la barra
del bar y pizzería Marín, y hecho un cuatro llovido
pero digno, sumisamente, espera que lo atiendan.
Pide “uno” y le sirven un vino que atesora y respeta:
Por código, saluda al líquido con una ceja
y en voz baja, le advierte sobre algo.
Disimulado, cada tanto se distancia de él,
le pone un leve alto con la mano, lo mide
como a un ñeri de avería, y en esporádicos tragos,
se lo bebe cautamente.
Rumia Carlitos su vino, como un tungo cansino
su piadosa ración. "La merca” bajo el brazo:
Láminas baratas, que a veces contempla y sonríe.
Una vez, con media reverencia, me obsequió una
y me dijo, “Pa tu vieja, en su día”.
Afuera, se deslizan felinos los presagios.
De puro guapo, un relámpago sedicioso, desafía
al Obelisco y, omnipotente éste, le tira un puntazo.
Lo yerra. Se lo pone a... ¡Carlitos! ¡Huydióooo!
¿Y qué querés? ¡Siempre por el aire ese corazón!
Indiferente la esperanza y sin remordimientos,
(como su suerte de casi toda la vida) contempla
el paso vacilante de Carlitos por Corrientes,
con su dicho de lastre que le pesa un montón:
“La camino hermanito, la camino”.
La lluvia para de improviso. Ahorra lágrimas
por si tiene que llorarlo. Viéndolo así, herido,
perdiendo láminas, condolida, la noche hurga
en su bolsillo acribillado, y rascando una luna
para un vino, se la baja despacito hasta la mano
que no pide. Y encima, en cada esquina liga
un faso: sangre, oro y menta del semáforo.
¡Seguro que lo quieren!... Pero lo dejan ir,
desaparecer. A Carlitos, ¡nada menos!
Yo fui uno más de los que vio todo, y como se hace,
tampoco hice nada. Apenas rescato hoy, un boceto
burlón de su porte desgarbado hecho a bolígrafo
sobre una servilleta de papel. Ah, y esta fulería
de versos. ¿Versos? ¡Nada! Perdoname, Carlitos.
Aunque a veces, en ocasiones como esta
en que me pregunto si seguiremos siendo amigos,
siento que vos, de algún lugar me respondés:
“¡Pero claro, claro, macho! ¡Cómo no!”
¡Gracias viejo! Me sarpo otariamente otro cacho
y te pregunto emocionado: ¿Y, cómo andás ahora
en esa...¿nube, podríamos decir?
“La camino hermanito..., la camino”.
Nota: Glosario del Lunfardo ('dialecto Porteño') del Buenos Aires arrabalero.
Yeca: Calle.
Chamuyo: Conversación.
Botón: Policía.
Faso: Cigarrillo.
Blanquitos: Vinos blancos.
Taita: Padre, matón.
Bacía de azófar: Recipiente metálico tomado por Don Quijote
de la Mancha como el Yelmo de Mambrino.
Tungo: Maturrango, caballo viejo.
Gacho: Sombrero.
Guapo: Valiente.
Ñeri: Compañero.
Merca: Mercadería.
Yerra: Erra.
Fulería: Ordinariez.
Me sarpo: Me paso de la raya.
Otariamente. Tontamente.