Cuentos

Selección de poemas, frases y mensajes más populares del tema cuentos


El simbolismo emplumado

EL SIMBOLISMO EMPLUMADO

Nunca como ahora había sido capaz de verlo
tan cerca, y comprendido lo que pasaba detrás
de las palabras. Era un día claro por pequeño
qué fuera el ancho mundo tatuado en el rostro
inexpresivo. Quería poner punto final al asunto,
pero no sabía cómo. Convencido de la irrealidad
del sueño, y poseído por una parte de su lógica,
no aceptaba las objeciones limitadas del mundo
visible. El camino era una abstracción estrecha,
largo, penoso y a menudo lleno de peligros.

Lo visitaba con agrado a pesar de las inevitables
miserias genialmente irracionales cuando en las
esquinas sombrías se le colgaban otras sílabas
después de subir las escaleras agotadoras en una
hoja del cuaderno.
No podía encontrar una buena razón.
Las palabras esperaban su turno, siempre en el
límite quemante de la basura cerrando los ojos
en un intento de evitar el horror de sentirse tan
a la intemperie. Harto de incertidumbres, una
luz en revoloteo de lo qué alguna vez fue, para
inmediatamente repetirse, basta de subjetividad,
no hay escapatoria, es necesario hablar, es una
opción continua. Y la opción es el signo de este
tiempo. De la comunión del pensamiento por el
ramaje trémulo, de los irresistibles deseos del
yugo cómo una fugitiva pincelada entre flores.

Estaba escribiendo de aventuras qué creía secretas
cuándo apareció en el umbral. Bañada de bosques
dónde vuelan las luciérnagas viendo la alfombra qué
forman las copas de los árboles entre el zumbido
de las libélulas plateadas qué terminan de desprenderse ante las gotas de las ramas formando burbujas que estallan sin ruido, y no dan tiempo para reflexionar entre una cosa u otra.

El cuarto estaba frío y oscuro. Si hubiera gritado de manera decente ninguna ventana tendría los vidrios tranquilos, y de la mente dormida brotarían infinidad de minúsculas centellas rescatando su propio afán y desconcierto antes de producirse una espantosa catástrofe. Donde se borra la inscripción que sucumbe al tiempo en el instante agonizante y la cintura atrevida.

La cara no importa mucho, a fin de cuentas, pero, si hay tiempo todavía se verán las curvas sin pasar inadvertidas en aquel lugar dónde se cambiaba la profundidad reproductiva de los seres vivientes. En la pena de verlas marchitarse día
a día y a despecho, quizá de todo el mundo radiante de la inocencia pura ignorando la pobre suerte cuando no conviene.

Se aguantaba poco antes de la medianoche utilizando un escrito con una escritura desconocida de la qué sus autores hubieran sospechado.

Había una pequeña nube refugiada entre sus brazos haciendo perder la rigidez qué espesaba un chubasco de perfume, de aquella tibieza del verde coincidiendo en los ojos sin poder
creer en la estatua desnuda deteniéndose lentamente para comprobar si lo qué está ahí es posible...
Parecía forjada escalando los promontorios, y las estrellas eran demasiado visibles cuándo sacó la llave y entró.

No había nada parecido en el interior de la cueva al lado de la puerta de la tintorería demasiado real para ser verdad en la pintura de su propia exigencia.
El engañarse es enorme, sinuoso, sin fin, con un porvenir derretido, como un río que huye para siempre perdido. Como las hojas del otoño seco por la juvenil soberbia. En la misteriosa alquimia como un nido de soledad y madreselva.

Desnuda como estaba, contempló su soledad sin ninguna curiosidad al rededor en la última hora de un compás abierto.
¿Dónde había quedado su antiguo pudor, el recato, y la intimidad de antes?. ¿Dónde las campanas de la brisa?. Tal vez en el peregrino eco adornado del triunfo conmovido.

Las palabras paulatinamente se desvanecían en la amargura incomprendida de su tinta evitando ser leídas por la distancia siempre más grande del significado, en las tiernas pupilas,
de las golondrinas dónde la espuma se divisa cuándo la tentación declina al nacer las lunas, y los enajenados soles desfallecen.
En el plumaje de las débiles tintas de los vívidos fulgores sombríos.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

CONVERSANDO CON SAN GOOGLE

Le pregunta la joven a San Google:

-San Google tu que todo lo sabes ¿Me puedes decir donde encuentro al hombre perfecto?

San Google le responde:

Hija... dime donde vives

La joven le contesta :

Vivo en una gran y hermosa ciudad

San Google le pregunta:

Si tu vives en una gran ciudad , esa gran ciudad debe estar llena de hombres ¿O no?

La joven responde:

¡Por supuesto que si Pero... aqui no hay ningùn hombre perfecto

San Google sonrie mientras esclama:

Hija...es que el hombre es humano y no hay humano perfecto , en mi mundo hay millones de hombres humanos, por lo tanto aquì tampoco lo encontraras, mira a tu alrededor, quizàs no encuentres al hombre perfecto pero si puedes encontrar al hombre que te haga feliz,tal vez...lo tengas muy cerca y por andar mirando lejos, no lo ves.

Griselda Susana Diaz

BRUNO Y AGATA

BRUNO Y ÁGATA
Vivía Ágata, en la granja, de un pueblito de calles empedradas, donde todas las casas eran blancas, con techos de tejas rojas, algunas adornadas con jaulas que tenían pajarillos y otras con enredaderas que subían por los balcones.
Ágata, era una ratoncita blanca, con grandes ojos redondos y vivarachos, color miel, a los que enmarcaban unas grandes pestañas.
Vestía faldas, que ella misma confeccionaba, con pétalos de las rosas de su jardín, y las blusas que usaba, parecían bordadas de encaje, hechas con las flores de los alhelíes aromáticos, que temprano buscaba en las praderas.
Así, su ropa siempre estaba en buen estado y con un agradable aroma fresco y natural, como las azucenas.
En el oriente de la granja, cerca de un frondoso naranjo, que cuando estaba en flor, perfumaba con sus azahares, se encontraba la casa de la ratoncita. Para poder llegar hasta la puerta, había que entrar por un caminito que siempre olía a tierra mojada, porque Ágata, salía antes que se despertara el Sol, a barrerlo y a regar las flores que a los lados, ella sembraba y daban la bienvenida a quien la fuera a visitar
Dentro, en la cocina, sobre una estufa de leña, cocinaba Ágata sus alimentos, los cuales tomaba de una gran alacena, donde los tenía almacenados. Ahí se podía encontrar una multitud diferente de semillas, divididas en cajitas, diversos vegetales, algunos trocitos de queso muy bien guardados en frascos con etiquetas, pan dulce en bolsitas, todo en su lugar, muy bien acomodado.
En la sala, había unos confortables sillones cafés y un tapete verde, tejido con musgo, que Ágata, había recogido de un bosque cercano. Del techo, colgaba un hermoso candil, que ella fabricó con cuentas transparentes de vidrio, de un collar que se encontró en la calle, y curiosamente las unió con hilos de telarañas, que le regaló su vecina Carlota, una vieja araña que vivía en un rincón del jardín. Y así, bajo la luz de ese candil, por las noches se sentaban las dos a platicar y a tomar el té, pues hacía tiempo eran muy buenas amigas.
Un frío día, Ágata, fue al campo a buscar unas zanahorias para cocinar un caldo, y encontró una muy grande, tan grande, que cuando la sacó de la tierra… ¡se fue de espaldas y cayó sentada!
Del gran agujero que dejó en el suelo, al arrancar la zanahoria, apareció Bruno, un topo gris, bigotón, sucio, empolvado, maloliente, y con gruesos anteojos.
Frunciendo el ceño, y refunfuñando, se asomó para ver quien había sacado de la tierra, su zanahoria preferida, y que con tanto esmero, había cultivado.
El señor Topo, tenía muy mal genio, decía que la vida era muy fea, siempre estaba renegando por todo, y según él estaba ciego, que no lograba ver nada, hasta usaba un bastón para esquivar los objetos a su paso y no tropezar, (quizá no veía porque vivía en túneles oscuros bajo la tierra). Pero esta vez, afuera de los túneles y con la luz del día, nunca se imaginó ver a la linda Ágata, sentada en el suelo, cubierta de polvo y aún con las hojas de la zanahoria en las manos!
Al verla, quiso soltar una carcajada, pero se contuvo y pensó que estaba mal reírse un caballero como él, de una dama tan bonita, como ella.
De prisa, salió Bruno de aquel agujero, se presentó, y ayudó a Ágata a ponerse en pie, sacudió el polvo de su ropa, (que más la manchó con sus sucias manos), y le dijo que podía llevarse la zanahoria, pero, como la ratoncita se había lastimado un tobillo al caer, no podía llevar la zanahoria y los demás vegetales que había recolectado en su canasta, hasta su casa, y entonces, el señor Topo, como todo un caballero, le ofreció su ayuda y acompañó a la ratoncita hasta su hogar.
Se sorprendió al ver una casa tan limpia y ordenada, llena de flores. Además, desde que vió a Ágata, a través de sus sucios anteojos, le pareció la ratoncita más bella que había en el campo. (A pesar de no poder ver nada… según él). Ágata, agradeció a Bruno el haberla acompañado y haber cargado la canasta con los alimentos hasta su casa y lo invitó a pasar a tomar chocolate caliente y pan, junto al fuego de la chimenea, pues hacía mucho frío.
Al día siguiente, Ágata, muy temprano sin pensar en lo acontecido del pasado día, inició sus labores cotidianas, aunque un poco adolorida de su tobillo.
Pero Bruno…, no dejaba de pensar en ella, en lo bien que olía y en su casita tan limpia y ordenada. Y rápidamente, buscó su escoba y se puso a limpiar toda su madriguera, y a ordenar sus muebles. Hizo tanto polvo, que hasta tos le dio!. Terminó más sucio de lo que ya estaba, y cuando ya estuvo toda la casa reluciente, puso toda su ropa sucia en un costal y se fue por una veredita de helechos hasta el cristalino río.
Al señor Topo, no le gustaba nada el agua, pero pensando en Ágata, y aunque hacía frío, lavó toda su ropa y después, se bañó!!, también limpió sus gruesos anteojos, con los cuales, cuando regresó del río, pudo ver muchas mariposas, unas orugas comiendo sobre unas hojas, pájaros alimentando a sus polluelos y un enorme desfile de hormigas caminando con mucha prisa., y pensó:
!!! que linda es la vida!!
Y colgó su bastón en un árbol de manzanas, pues ya no lo necesitó.
Pobre Bruno, sin saberlo, el amor lo había transformado, y sin querer, se había enamorado de Ágata!
Una tarde, se puso un pantalón azul y una camisa blanca muy limpia y se fue al bosque a buscar una bellas flores de colores , las cuales le llevó a Ágata.
Al llegar a la casa de la ratoncita, se arregló la corbata, se volvió a peinar, se acomodó el saco y tocó en la puerta. Cuando Ágata salió, no lo reconoció, por estar tan bien arreglado, y sin bastón, pero Bruno, ya con sus anteojos limpios y sin lagañas en los ojos porque se bañó, pudo ver que Ágata era más hermosa que un ángel.
Cuando la saludó, la ratoncita supo que era Bruno, y que ya limpio, era un apuesto y juvenil caballero y otra vez lo invitó a pasar a su casa. Bruno le entregó las flores y Ágata se lo agradeció y las puso en un florero en el centro de la mesa.
Platicaron hasta que empezaron a cantar los grillos y brillaron las estrellas en el cielo, se contaron sus vidas y acordaron ser buenos amigos y visitarse mutuamente.
Así, pasaron muchos días y Bruno visitaba a Ágata y Ágata iba a la casa de Bruno, la cual, ahora estaba muy limpia y ordenada y hasta él mismo, horneaba las galletas para merendar, con una receta que le pidió a su abuela Chabela.
Así pasó despacio el tiempo, y una cálida tarde de Primavera, paseando por la orilla del río, Bruno, le agradeció a Ágata, el haberlo hecho un topo alegre, limpio y ordenado y le pidió que fuera su esposa, a lo cual la ratoncita accedió feliz, y ella le agradeció por su compañía, por las bellas flores que a diario le llevaba y por quererla tanto.
Y cuando el Sol se estaba ocultando en el horizonte, sellaron su compromiso de amor… con un gran beso.

FIN

Claudia Alhelí Castillo
18-11-12

La máquina de sueños

LA MÁQUINA DE SUEÑOS

Bajo la piel es más obscura que la noche sobre
...la cama de piedra con el sabor espinoso grácil.

Ella no dijo nada; El olor aceitoso era agradable
en un ángulo de cada destorcido tornillo, cableado
al estilo barroco del humo, mostrando sus caratulas
sobre la mesa en qué se apoyaba. Un gallo a lo lejos
tal vez tuviera qué ver con el mismo perfume arenoso
del sol en diferente mañana. Ayer dos extremos de
luna habrían querido salírsele del traje plateado a
cierta distancia del pico emplumando su canto con
la cresta al fondo del patio. Por fuera un ciprés azul
somnoliento tendía lentamente sombreada la tarde
navegante gris, con los ojos fijos en un punto dónde
la meditación se hunde, frívola, entre las hojas de
los libros sentados en el sillón impaciente, por el
tumor de la realidad amargamente cierta.

___ ¿Cómo pueden ustedes estar vivos, después de
miles de años?___ Solemnes anhelos congelados,
con las armas del fracaso en la razón despreciada,
y el poder de cambiar hecho un pobre imbécil.

Todo el día estuve tratando de repararla, durante
su recorrido por las ebrias almohadas con los ojitos
brillantes queriendo anticipar el momento dulce en
que lo lograría. De pronto empezó a llorar.
¡Sí!. Empezó a llorar el plástico, cibernéticamente
asombrado por los deberes que cierran el camino
a la voz llena de gente que carga los recuerdos al tocar
la piel del aire que ofrece sus manos temblorosas en
la esquina de cualquier tumba.
El silencio podía escucharse por la distancia acumulada
que estaba fantaseando en la penumbra cansada de
improviso en las habitaciones vecinas dónde trabajaba.

Esta máquina es el gran historiador qué ha perdido
la memoria sumergido en un periódico camino libremente
pegajoso entre las ruinas despiertas con la boca triangular
cuadriculada en lo último explicado frente a las lápidas de
testigos levantando los brazos entre vetustos documentos...
El vigor de su joven cuerpo, metálico, vibrante, ondulaba y
se agotaba inútilmente, esperando en vano el menor instante,
el más mínimo momento para utilizar su energía constructiva,
alentadora, rápidamente, sólo vestida de pena por la abundante
y desmedida codicia de los mandriles del sillón en sus rodillas
puntiagudas, por el infinito consuelo de la combustión espontánea.
Nada me importan tus plásticos metales humillados, sentía
pensarlo en un acrisolado simbolismo, y ahí dónde las aves
encuentran las puertas de la huerta cerradas. Pero sobre ello,
eres hermosa, buena y complaciente, fresca, mirada pulsátil,
en la espesura dónde la esperanza late y vuela ígnea luz....

Máquina, me digo, en la tentación de vivir, con la carne del tiempo
en el polvo momentáneo,... Máquina, lejos de tí la noche espantosa
nos mira con el rústico instrumento de la esperanza fósil...
Ahí dónde el mundo nos hace gastar más en menos, en cosas
que complacen los bolsillos ajenos a la miseria que mantiene
los ojos abiertos todo el tiempo que debería estar durmiendo,
tranquila, reluciente, flotando sin lamentos, sin la costumbre de
estar sorprendiéndose por su impotencia.

Nadie sabía la razón, pero nuevos productos hacían fila
desde los espacios infinitos en envases desechables a traves
de la transparente secuencia de pobres incautos que llegaban,
puntuales, en el mostrador que perseguía la cima dónde había
escogido quedarse la rutina inofensiva del vacío simulando la
inquietud del mar en sus espaldas punzantes... El caos quería
impedir mis trabajos en ello, tenía los puños alzados y en los ojos
el olor del tomillo... Por fin me ví encorvado encima de ella, brillaba,
en sus rostros de nácar y carmines, con el idilio de los últimos años
entre circuitos bulliciosos de gracia y sonrisa metafórica de dulces
ecos del desdén profundo mal recibido... ¡Y todo cuán metálica era!

Se encendió solamente para saber que yo era una obra suya...Y de lo qué pasó después... Ya nadie se acuerda.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

M.E.T.Á.S.T.A.S.I.S.

METÁSTASIS

Padece y se detiene la tarde. Es pálida, como
la piel del otoño en las hojas, y duele al verde
del verano: Duele en los huesos, en el cuello,
en la memoria, en todo el aire y todo el suelo.

De repente, entre las ventanas opacas-- de un
vidrio en otros tiempos invisible, inmóvil por
años en la mirada y lento en los latidos-- salta
por la piel y destruye todo; Cuando se podía
amar el pasado, cuando se podía respirar al
oído. Es un cielo sangrante, sangrante como
una catarata, como si todas las puertas se
hubiesen cerrado, con espinas y con cuchillos
hambrientos sobre la cama y las sillas.

Es el ayer, lo que ha pasado, lo que se repite
abriendo heridas más profundas.
Por más que cambie el presente, por más
ropajes fabricados, eso persiste en las paredes,
entre los techos, bajo el suelo.

Se puede ver,
se puede escuchar el humo con párpados y
manos encontrando el abismo sobre el asfalto,
entre las grietas: Se pueden sacar grutas bajo
la piel húmeda, encontrando la sangre coagulada,
seca, negra, amarillenta que es, y sigue tan
completa al cerrar las cortinas, está tan fría, solo entre cada uno y ningún otro, que el recuerdo
mismo es una aguja y duele toda la vida.

++++++

Tenía miedo a morir, este cuerpo, esta voz.
¿Serían los mismos que habían soñado, qué
habían jugado con la lluvia, con la esperanza
en las pestañas?.

El callaba la boca seca. Una lágrima y un sollozo
eran lagos congelados y turbios, tan concretos,
que rememoraban crueles toda la angustia y el
estruendo que puede reptar sobre la tierra.
Aquella mujer tenía gracia. Caminaba lenta y
tierna, sus caderas no eran violentas, tenían solidez cálida, hechas de comprensión, de ágiles curvaturas y suaves movimientos.

Su mirada tenía voz, hablaba con sus pupilas y tejía sus palabras en crípticos diálogos a veces, no era lo común en tiempos espesos como en las esquinas y las casas. Pero ahora, ¡Qué desgarradora era la música, entre el tétrico silencio y el deseo de no haber nacido!. No obstante, estaba ahí, fragmentada,
confusa y ahogada en el interior de cada vena.
Pálida, sudorosa y muda, atrapada bajo la piel de
vidrios y tinieblas, como si apareciese disgregada
en un pozo sin final. Encadenada ahí, inmóvil en
la obscuridad absoluta.

¿Qué atrocidad piadosa se desprendía de las
angelicales alas caídas y anudaba sus pesadillas?.
Estaba disuelta en cada lágrima, vacía dentro del
peor abandono, indefensa, desarmada en la soledad
más dolorosa. Sus vínculos con el cielo y la esperanza estaban rotos, limados, eliminados de raíz.

++++++

Había perdido el aliento, había bebido el sufrimiento más amargo, el tiempo y el espacio perdieron su sentido, cualquier luz era más obscura, más allá del frío; El simple caminar era una desgracia. Ella dejó de ser, de existir bajo la ropa, dentro de cada hueso, gris inerte,
sentada en el piso la mirada sin brillo, mientras él, allá lastimero, se ocupaba en tratar de entender lo imposible, lo incomprensible, el infinito de la noche del alma, la eternidad simple. La sinrazón de todo lo pasado.

Con solo cerrar los ojos aparecía sonriendo, y su voz mecía el sabor del aire, del aroma en la cocina, en la recámara y el patio sus pasos escuchaba.
Ahora el silencio helaba, ¿A dónde lleva la fe perdida,lo celeste desconocido, lo sagrado yerto, ingrato y perforado?... ¿Qué fuerzas tenebrosas y que laberintos se tejen bajo la cabellera de la existencia?.

¡Todo aquéllo había estallado, un mundo amable, un
suelo más firme, más fértil, un sueño posible, respirable,
armonioso!. Con la paz en los zapatos y el pecho.
Inesperado, intempestivo. El aire era fresco, la brisa clara. Las sonrisas puras y el palpitar alegre.

¿Cuándo dejó de ser, y cómo?. Aunque... ¿Quién se puede atrever a decirlo, a expresar el profundo
desconsuelo, y que en algún sitio la esperanza esté
viva, segura, sin mancha, más allá de la soledad, del otro lado del llanto.

++++++

El hielo comienza a elevarse, el humo es pesado y espeso,
los techos arden, las ventanas son puertas al abismo, y
usted se ahoga, oye los disparos, tiembla, el vacío se
apodera del vientre. La cabeza da vueltas, duele.
Paredes, sillas, mesa, vasos, platos, ropa, juguetes, todo
huele a muerte, la calle es un inmenso túnel, todo obscurece.

Usted es un manojo de nervios, se enreda, tropieza, no sabe
que hacer. Luego el asco la cubre las ideas, los cuerpos
deshechos, la sangre gotea, corre, se seca, huele a olvido
impotente, sus manos perdieron el aplomo, está desarmado.
Pasan los meses y los recuerdos son inevitables, el olvido
se compra, se fuerza, se le ignora en mil formas distintas,
pero de cualquier modo, no produce mayores cambios en
la intimidad genuina, verdaderamente consciente, con la
sensibilidad en el alma y la memoria.

Los vestigios de un mundo aniquilado flotan en el tiempo,
en el aire, en el agua de cada lágrima seca, en las sonrisas
perdidas. Inopinadamente surgen las ausencias sin nombre,
y los huecos petrifican el aliento, las imágenes sangran de
nuevo. La represión se disimula aberrante, se insiste en las
apariencias de fiesta, de espectáculos distractores, de
negar el desastre. ¡La consciencia podrida!. Es la metástasis.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

POR GLOTÒN LE SUCEDIO (PARA NIÑOS PEQUEÑOS)

Algo de lo que hago en Flash,soy la autora del personaje,de los efectos gràficos y de voces y del guiòn y del video, este es uno de otros tantos que he diseñado

[youtube=425,350]http://www.youtube.com/watch?v=nst9GwDEmGk&feature=plcp[/youtube]

MIS BLOG PARA NIÑOS PEQUEÑOS

http://nita-bambinos.blogspot.com.ar/

http://lacasitadetomi.blogspot.com.ar/

Sin Saberlo...

Sin saberlo...

Se lanzó a las circunstancias en las posibilidades
del horizonte.
Pues aquel mismo día lo supo, encadenado a la semana
entre los meses y años del destino agolpándose una
y otra vez en la certidumbre que iba a morir de arriba abajo, buscando escapar a la fatalidad que lo acechaba, sin ningún propósito definido en la más firme conjetura atravesando un bosque obscuro, levantando la cabeza más cerca que antes, en la chimenea de aquella cabaña, solitario en su timidez
confidencial empuñaba en un pañuelo el brillo perdido entre los ojos.

La tarde ha cerrado todas sus puertas y el sol corrido los cerrojos entretejidos con estrellas y nublados.

Tenía razón, afuera las cosas siguen igual, esperando que vuelva la vida con la nueva luz, más regular, más calmada, quitando las barreras que aprietan con desesperación el cuello duro de caminar con problemas y el espectáculo monótono de su creación con la mal disimulada impertinencia.

Se sentó, movió la cabeza, sintió un poco el frío
suelo donde apoyó la espalda un día soleado en la sombra más agradable sin esa camisa que le ceñía los brazos temblorosos, como se refería a la falta de tiempo al fin de cada mes con mucha gente.

¡Ya no tengo tiempo!.

Pensaba en las luces rojas en los límites de las promesas y en los desengaños que se desparraman sobre todo cuando es tan fácil hacer cualquier cosa más complicada en las menguadas comodidades
que van de la prosperidad a la indigencia como una realidad alucinante.

El cuadro ya no era remedo de ruina en un muro
del que cautelosamente penden unas llaves en el rito funerario que tiembla del desempleo del que intenta levantarse, y el óleo expresa en el marco de una especie abstracta, en una pintura en que nadie quisiera aparecer para admirarse desconcertado.

Como ya es sabido y sobado, salado.
¡Ahora se encuentra detenido!.
El cargo: Daño irreversible a la libre expresión.
Hechos materiales: Destrucción masiva de todos los relojes. Y de testigos entre las manecillas los segundos han pasado a ser los primeros.

Y así... Se le encuentra encerrado en sí mismo,
tratando de capturar la historia en las asperezas
de la naturaleza humana, propulsora del olvido en
el collar camuflado de los años.
Según dicen las mil nimiedades sobre las que charlan en su ausencia.

¡Se encuentra detenido!___ Sí, en él, en él...

Espejo del tiempo, reflejo ingrávido, sin el menor indicio de haber recobrado la razón...
Y...¡Lo peor!... Sin saber el motivo que le obligó a salir del espejo donde la imagen del tiempo se rompe, y los relojes golpean el espacio sin energía.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

Confesión gramínea

CONFESIÓN GRAMÍNEA

El suelo es hondo y húmedo, tendrá que alimentarme
y vestirme, aunque por ahora no sé si es de noche o
de mañana, ni si soy un sueño de un futuro inexistente,
insisto, e insisto en la orilla de la sequía que corta el
agua en el cautiverio de la vida, con empeño admirable,
y más duro de esta cáscara, abrigo sin tregua, en una
metamorfosis continua que recupera mis caras anteriores,
ignoradas en la corrupción confusa de los lugares dónde
caduca. Es como la voz del paisaje subterráneo donde
la vida y la muerte se hermanan, dónde se adelgazan los
trinos a contraluz de una fuerza comprimida.

El cosmos aparece como un inmenso árbol, infinito, entre
los promontorios de luz y sombras fusionadas, como el...
divino ideograma vertical que crece y decrece de la raíz a
la hoja inagotable...¡Vida qué se regenera al infinito!.

Siento, de eso estoy seguro, pienso, creo ser el receptáculo
de la ignorancia fértil, alguna vez, astro, pájaro, serpiente
arcaica, sin tener la pretensión de agotar todo el acto esencial
de la renovación del universo en su actualización creativa, yo,
¡Sí, yo!. Un simple germen en el corazón de una semilla.

Me lo han dicho unos acuáticos recuerdos abrigados por el
viento. Pues he perdido la memoria de mis muertes dónde
ardientes bajaron los otoños en los cómplices inviernos,
viajeros agitados por los siglos. Y ahí por dónde el desierto
abrasador espera la frescura de la soledad obscura.

El hecho que ahora lo cuente (de alguna forma es confesión),
me lacera, me deforma la insignificancia en el curso privilegiado
de intuir tantas mutaciones y estragos dónde anida la última
realidad... Aunque estando ausente haya buscado callado la
intimidad de las ilusiones presentes, el pecho virginal del decoro
honroso de la humanidad preocupada de sí misma...Pero el
suelo aquí es árido, cemento, metal, granito, ambiciones injustas,
desmedidas muecas de los huecos abundantes, nada puede
germinar ni cultivarse, la misma sangre enramada tiene el corazón
de plomo y mete toda consciencia en un molino que taladra el cielo.

Es el misterio que evidencia mi más absoluta ignorancia, el insigne
fracaso ignoto. Es... Es... La misma síntesis del misterio agrario y
funerario de Odín. Es... El espacio-tiempo dónde nos reunimos
vivos y difuntos. Extremos dónde la hierogamia se verifica, en el gesto
primordial. ¡En el acto genésico ilimitado!.
El suelo aún ahora, conserva el color de un sol forastero dónde fluyen
bifurcándose corredores más angostos, y sin duda escribe al margen
más páginas que fueron rotas, acribilladas, acuchilladas, y ocultadas
en la red de las serpientes horrorizadas en los extravagantes edificios
del engaño, en todo ese vacuo majo con la fruslería de los micrófonos,
por encamisar pasmadas a las calles, desvaído el colapso atribulado.
Las campanas lo confirman, los féretros los resguardan, y el olvido está
en las cosechas del desconsuelo desnudo, en el claro testimonio del
fracaso. ¿Qué hacer, cómo, cuándo?.

Lo confiesa el aire, el fuego, el agua, y ahora este suelo no aligera el
paso, ni en el camino más peregrino de las pupilas perdidas, ni en
los fúlgidos reflejos sin atavío en la pulpa hechida de las pesadillas
de dulces venenos que beben la brisa de sombras como un licor suave.
¿Qué hacer, cómo, cuándo?. Repiten los cristales fugitivos, la túnica
sin fe ni flores despiadadas, plásticos vasallajes vehementes con la
frescura inmóvil dirigiendo el vuelo del nido en ruinas, y repiten y repiten.
Las mismas preguntas hasta el cansancio.
Siento, pienso, creo hacerlo, aunque lo dude... Y me digo... Imposible
saberlo a partir de un sólo grano, y mucho menos si andamos perdidos
por el mundo, más qué anónimos, y mucho menos ignorando los altos
designios qué deben ser cumplidos por alguien, y haciendo mofa de
los árboles abundando en analogías inservibles, y en escrúpulos
versátiles intactos.

Mi propósito no ha sido contarles todo lo qué después será ignorado,
olvidado, cercado en una fracción del campo, cómo el árbol qué a
destiempo debió considerarse feliz. ¡Porqué no es cierto!.
Aunque hay cuentos que no son prisiones obscuras al entendimiento,
que tienen su verdad de porcelana que invade la ilusión más verosímil.
¡Vaya si no!. En todas partes se sabe qué ninguna semilla fructifica
sin el suelo idóneo. Mucho menos, yo. ¡Yo qué aún no he sido!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

Memorias de una fotografía

Memorias de una Fotografia.

Dormía en una caja pequeña donde se guardaban
los recuerdos unos lápices amarillos carcomidos,
y entristecidos al mirar algo sin importancia.
Eran las cinco de la tarde cuando un reloj distraído
marcaba las cuatro y media, sin más entusiasmo
que el cuervo al pasar junto a la ventana en dirección
a la colina azul. Despertó inquieto al ver una tortuga
en la orilla de un minúsculo lago, atrás cinco o seis
conejos jugaban entre la paja y la luna rojiza apenas
se movía reflejándose en el agua de un círculo ondeante
e inseguro. ¡Diluyéndose!. El fuego absorbió la vida
escasa de una lejana ceniza radiante de inocencia.
Un monstruo de miel abierta recorría inconcluso
el hambre qué alimenta los pálidos lamentos del
olvido de la tarde glacial en las ansias remotas.
Se decía que escenas semejantes ocurrían a menudo
en el fondo de los vasos. Se trataba sobre todo, de
figuras multicolores derramadas del techo del establo.
Viéndose a veces como triunfa en los campos el
labriego con algún nítido paréntesis impenetrable, y
mudo en la lid extraña a través de los siglos y la muerte.

La sed tenía ganas de llorar alcoholizada como una
cobra en las olas del ensueño y cubierta por las sombras
del aire revuelto de los mares recién martirizados...
Esta sed estaba prisionera por el viejo tabaco desempleado,
y contemplaba la dicha perdida de una pipa de larga cabellera
sobre la mesa en cautiverio, encendidos los colores engañados
al cruzar las dudas y temores ocultos en los valles de las brumas
en la montaña del poder del tiempo, y el aire cediendo ligero
a la común opinión del residuo estéril de una brasa con agonía.
El momento se sentía ofendido por la realidad ignorada detrás
de una mariposa cargada de harina, y una escoba reposaba en
la pared antes de abrir la puerta un grillo ebrio del pueblo que
camina contando ovejas. ¡Tantos años de cañas, uvas y cebada
dejaron su huella en ese lugar!.
A medida que las nubes tocaban sus pies, los insultos entorpecían
las maniobras entre las olas que se rascaban con valentía la brisa,
dueña de los calambres de la espuma arrojando murallas de trigo
para reunirse alegremente con los zapatos.

Como el tren no corría por el humo indescriptible, ya no era tan
seductor como un ser prendado de la luna al contemplar su estrecha
frente conmoviendo la mágica centella de los gusanos subidos en
las sillas con sus cuernos al sol, y el aroma del bolsillo cubierto de
metales en la garganta del corcho que danzaba arrancando caracoles
con el yeso del mundo fósil, y el corazón en otro sitio dentro de un cuchillo.
¡Vaya foto esta!___Casi cabe en el ojo de un blanquísimo caballo
hundido en el centro de una manzana obscurecida por la hierba.
Durante días y días en su cara asomaba una sonrisa asombrada,
precisamente estampada en los anhelos de la camiseta menos viva,
pero más clara y más amistosa que la indignada ansiedad al entender
poco de la tristeza al perpetuarse por horas, en los borrados contornos
del gastado y arrugado retrato...
Recordaba aquel día con sus alfileres de saliva entre las cejas y la cabeza
tranquilamente se hundía en telarañas sabor a edad media sin escala,
y sin miedo a las monedas derribadas de los solitarios vidrios de las
deshabitadas ventanas al acecho de un paisaje de oxidadas llaves.
La primera vez. ¡Oh, esa primera vez!. Gritaba en el rostro un lustro
de enormes cúpulas de sierpe trepada al poder, y esa vez no deseó
sacudir las imágenes curiosas del colchón, sentía amablemente el estipulado
periodo con la esperanza de que se iría sin decir nada.

¿Para qué?. Debajo de la almohada había unas gaviotas de piedra
con los girasoles de cemento y la firme voluntad de los puentes y tejados
entre unas mariposas que pasaban por las aguas del olvido gastado.
¿Qué caso tendría?. La inmensa mayoría de los borregos tenía un
cáncer dormido entre la lengua, el cerebro y los pulmones, unos gusanos
enormes campaneaban en los perros equivocados por la rara inteligencia
de duras barracas con el perfil del pulso en los huecos corazones bocarriba
de los carros. Los lagos tenían olor añejo, ron, tequila, vino rosado y cerveza.
Además. ¡Vaya de nuevo en la foto!.
Las ramas pensaban ser solo un acto de fe en el aire lastimero que aguarda
en la raíz en sus crisoles de fragua por las fuerzas misteriosas al impulso
del hipódromo nublado por el resplandor de nebulosas...
La memoria era ya un inmenso territorio de nadie, sin sentir más que el líquido
viscoso que sudaba sin bríos para atrapar las botellas y los vasos que subían
multiplicándose entre las preguntas traídas por unas batas blancas en el
anzuelo de una jeringa, con la bondad de los obstáculos que saltaban
como corceles en la transmutación del oro que delira por el plomo...

Tal vez algún día fuera entendido, en la mano piadosa de un látigo flagelante
por la natural astucia de una bestia paradójica con la sexta disfraces
de un engaño desarrugando el ceño en las setas de un teatro que bosteza
al volver la vista atrás de lo que nada sabemos en el arcón de mohosas maderas
y las moradas ciruelas de alas lentas. ¡Sí!. Ese día salió de la caja con la
inesperada presencia de su espuma amarga medio receloso en una jarra.
¡Y todo aquéllo le había sucedido antes de ser bebido por la botella!.
Aunque sin el marco, la memoria es un huerto de huecos hechos foto.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

PREMONICIONES

PREMONICIONES

Ese sábado, salÍ de casa a las diez de la mañana hacia la parada del colectivo 37 con destino a Callao y Corrientes. A un par de cuadras decidí prender un cigarrillo, notando con fastidio que los había olvidado. Volví sobre mis pasos hacia el kiosco que había pasado metros atrás. Tuve que esperar un tiempo porque en ese momento había un par de chicos comprando golosinas. Eso me puso impaciente. Qué boludo, me dije, podría haber comprado cuando pasé, pero claro, estaba seguro que tenía..Igual me puse de mal humor. Sentí la premonición de que tendría un mal día. Viste que hay veces que te levantás con la pata izquierda y que todo, en pequeñas dosis se va sumando para tener un día de mierda?...Bueno, así pintaba ese...No es que tuviera apuro por llegar a destino, en realidad iba hasta el centro a comprar un libro para mi hermano que cumplía años y no tenía ningún compromiso hasta el festejo de esa noche. Prendí un cigarrillo, casi mecánicamente, miré la hora, las 10 y 10...qué lo parió!..habían pasado 10 minutos y solo había hecho dos cuadras, faltaban dos para la parada. Estaba a metros de llegar cuando veo pasar, raudo y veloz un 37...Qué mala leche!.. ahora seguro iba a tener una larga espera, porque estos pasan cuando se les dan los quinotos y después vienen hasta el orto de gente...Otra vez el mal presagio, estaba visto que ese día no le iba a salir nada bien... Por esos cigarrillos de mierda !... y encendí otro para bancar la espera. Aveces lo hacía por cábala, apostando a que eso haría aparecer el bondi y me obligaría a tirarlo recién prendido. Cinco fasos me fumé con la misma apuesta, pero evidentemente ese día les importaba un carajo que muriera de una angina tabacal. Al sexto lo tiré recién pitado. "Tanto va el pucho a la boca que al final acierta"...Me festejé el refrán, podía servir para un cuento.
Subí, saqué boleto y contra lo esperado estaba semi vacío. Me senté en uno de dos pasajeros, hasta pude elegir el lado de la sombra, al toque se sienta a mi lado una mujer, su voz me sacó de mis cavilaciones.
.-Parece que somos compañeros de viaje...
Ahí la miré, buscando la fuente de ese manantial de frescura. No lo podía creer, me quedé sin respuesta, Varias veces me había cruzado con ella en el barrio, una morocha infartante, con unos faroles incandescentes, que nunca se habían enfrentado con los míos que la miraban hipnotizados. No te miro, no te veo, no existís y seguíamos nuestros caminos, yo con todos los ratones en la cabeza pero aceptando que esa mina no me daba, ni me daría, bola. No es que yo tuviera baja estima es que ella era mucha mina para mi. Algo así como un sueño.
El sueño del pibe, ahora la tenía a mi lado, es más, entre todos los asientos desocupados había elegido el mío. Me había reconocido y hablado, y yo, con mi mejor cara de boludo solo atiné a decir.
. - Después de todo, parece que el día no va a ser tan malo !!!...

(El tiempo perdido puede hacernos encontrar tiempos mejores)
neco perata

EL LAGO Y LA TIERRA

EL LAGO Y LA TIERRA

Existió hace mucho tiempo, en un lejano lugar, un extenso bosque, con cientos de árboles, que siempre silbaban melodiosas canciones, cuando el viento pasaba entre sus ramas. Eran unos árboles enormes, que servían de hogar de miles de aves, entre ellos, pajarillos, palomas, y charlatanes pericos, además, que proveían de mucho oxígeno al planeta Tierra.
En medio de ese maravilloso bosque, corría siempre de prisa, un río cantarín, que llevaba su agua hasta el lecho de un lago transparente y tranquilo, con el color verde de los ojos de los gatos, al cual proveía del vital líquido.
Aparentemente, ese lago, era un lago normal, pues sobre su superficie nadaban patos con sus hijuelos siguiéndolos unos tras otro, había ranas sobre hojas croando por las noches, armonizando grandes conciertos junto con los grillos del lugar, a los que siempre asistía, y los escuchaba atenta, una lechuza parda, de grandes ojos redondos.
Muy temprano por las mañanas, había muchas mariposas de colores, desayunando gotitas de rocío, formadas en el césped de la orilla, y otros animalitos tomando sol, sentados en troncos y piedras.
Pero…en realidad, en su interior, ese lago era excepcionalmente diferente a los demás, pues era un lago misterioso…., que su interior…, había un gran castillo!!, pintado de color verde como las algas, con muchísimos habitantes acuáticos. Había hasta una sala dedicada a maternidad, para que las madres de cualquier habitante, pudieran dar a luz a sus crías sin ningún problema.
Cada piso del castillo, tenía sus habitaciones privadas, donde vivían truchas y mojarras gordas y esbeltas, muchas tortugas, algunas ya muy viejas, con más de cien años sobre sus pesadas conchas, y que solían sentarse en sus mecedoras afuera de sus puertas. Como vecinas, las tortugas tenían a unas presumidas nutrias de pieles muy sedosas que siempre salían de su habitación oliendo a perfume francés y con muchos collares en sus cuellos, para ir a pasear a los jardines del bosque.
Ahí, también convivían con todos, unos camarones rojos, que generalmente viven en los ríos, pero el buen lago, los invito a vivir en el castillo.
El hermoso lago color de ojos de gato, estaba muy feliz de guardar en su castillo, tantas vidas, viviendo todos en armonía y paz.
De repente, después de una severa sequía, el lago, notó que el nivel de su agua, bajaba peligrosamente, amenazando la vida de cuantos vivían en él. Desesperado, quizo preguntar a su proveedor de agua, el río, que estaba sucediendo, más cuando lo buscó, el río solo llevaba un hilito de agua, sin fuerza, pues muchos kilómetros arriba, habían desviado su cauce al construir una presa, de donde tomarían el agua para regar unas plantaciones. Lo que nunca imaginaron, era que sin esa agua del río, el lago sin remedio se secaría.
Al enterarse de lo sucedido, el lago se entristeció mucho, por él y por sus habitantes, pero no les contó nada para no preocuparlos.
El lago pensó durante toda la noche, que hacer para subir el nivel del agua y mantener a todos con vida.
Hasta el agua que antes era cristalina y transparente, con tanto pensar del lago, se había vuelto turbia y hacía olas. Los animalitos entonces, le preguntaron al lago que estaba pasando y el lago les explicó como pudo lo sucedido con el río. Todos se asustaron mucho, pero el lago les dijo que pronto tendría él, una solución.
Pensando y pensando, de pronto, tuvo una gran idea: pediría a la Señora Tierra, un gran favor: le pediría en préstamo, un manantial grande, y que de ser posible, naciera donde habían cortado el cauce del río, para que este, otra vez tuviera fuerzas para ir de prisa, cantando por el bosque hasta llegar a su lecho.
Y así, al día siguiente, tuvo lugar una reunión entre el gran lago y la señora Tierra, en la orilla más alejada del lago, donde nadie pudiese interrumpir la importante plática.
Todos los habitantes del castillo, estaban a la expectativa del suceso.
El lago le expuso a la tierra el problema, indicándole que era de vital importancia para muchos, el subir el nivel del agua. Lo que el lago le pedía a la Tierra, era que le prestara un manantial de agua dulce, que fuera grande, el cual, se comprometía formalmente a devolverlo en partes, pues tenía muy en cuenta que los préstamos, siempre hay que devolverlos a su dueño.
El lago, le explicó que con el agua del manantial, se llegaría a los niveles normales, y entonces, con los rayos que el Sol derramaba sobre la superficie, parte del agua, se convertiría en vapor y este se juntaría de tal manera, que formaría voluminosas nubes, que viajando por bosques, campos, y hasta de ser posible por desiertos, dejaría caer el agua en forma de lluvia, y así iría pagando a la señora Tierra el préstamo del manantial, mientras este alimentara el lecho del lago, y mantuviera sus niveles para vivir.
La señora Tierra, escuchaba atentamente lo que le proponía en trato el desesperado lago, y pensó que era una muy buena forma de pagarle el préstamo, pues de otra forma, el agua del manantial, solo se quedaría en el subsuelo como reserva, sin ayudar a nadie. Y así, estando de acuerdo la señora Tierra y el Lago, firmaron un contrato.
Así lo acordaron, y unos días después, la señora Tierra, ordenó a un manantial, brotar en el lugar donde habían desviado el río, y así, nació un gran manantial de agua muy dulce y cristalina, que de nuevo formó y dio vida a la corriente del río, y otra vez, se fue cantando con mucha prisa hasta desembocar en el lago.
El señor lago, se puso contentísimo, al sentir que llegaba el agua fresca del manantial, y que poco a poco se restablecían los niveles normales de agua, y todos los habitantes del castillo, se pusieron también muy felices y empezaron a limpiar todo, pues ahora ya tenían suficiente agua para hacerlo. Pasaba el tiempo y el señor lago, fue cumpliendo su promesa y devolviendo poco a poco el préstamo, tal como había prometido a la señora Tierra, la cual estaba muy contenta, pues con una nube que llegó hasta el desierto y dejó un poco de lluvia, los cactus abrieron sus flores color de rosa, y las biznagas llenaron sus barrigas de agua dulce.

FIN

Claudia Alheli Castillo
05-11-12

LA PRINCESA VICTORIA

LA PRINCESA VICTORIA
Victoria, era una pequeña princesa de cinco años y de rubios caireles, que vivía en un castillo muy grande, cerca de un espeso bosque de pinos y de un caudaloso río.
La madre de Victoria, había muerto el día que nació la niña, pero su padre, un gallardo y apuesto príncipe, tiempo después que murió la reina, se casó con una hermosa y buena mujer que adoraba a Victoria.
Sin embargo, Victoria no la quería, y por más mimos y amor que le prodigaba su madrastra, la princesita, siempre la hacía llorar.
La niñita, tampoco quería a los animales, los cuales, siempre que la veían salir del castillo, huían tan de prisa como lo permitían sus patitas, porque sabían que los podía perseguir, o les haría alguna travesura.
Por ejemplo, a las ardillas, las perseguía para quitarles las nueces y comérselas ella; a los conejos, les tapaba sus madrigueras con ramas, y a los pajaritos no los dejaba cantar cuando lo hacían sobre una rama que daba a la ventana de su recámara.
Le gustaba detenerse a mirar los peces anaranjados que vivían en el río, pero también les hacía travesuras, arrojándoles pequeñas piedras para asustarlos.
Solamente, había un animal que Victoria quería mucho y por las tardes, iba a platicar con él. Su amigo, era un hermoso venado, de grandes cuernos y ella se sentaba al pie de un enorme pino del gran bosque a escuchar, que él había conocido a su madre la reina, y que todos los días lo saludaba y algunas veces conversaba con él, y le narraba como iba su embarazo, del cual estaba orgullosa.
Y así pasaba las horas, escuchando los relatos de lo bella que había sido su madre , de boca del venado, llamado Juan.
Un día Victoria, se fue siguiendo a un castor, que iba empujando una carretilla, llena de ramas que acababa de talar, para transportarlas hasta el río, y construir una represa para formar su casa. Como el castor ya la conocía por sus travesuras, corrió con su carretilla, lo más rápido que pudo y la princesa, sin darse cuenta que se alejaba mucho del castillo, fue tras él por la rivera, pero… se tropezó con una piedra y cayó al agua, en la parte más profunda y peligrosa del caudaloso río!
Un petirrojo, que estaba en una rama, vió lo sucedido y empezó a gritar muy fuerte para alertar a todos los animales del bosque y poder ayudar a Victoria, a salir del agua.
Los pececitos anaranjados, a los que siempre arrojaba piedras, trataban de mantener la caritade la princesa a flote, para que pudiera respirar.
Juanito, el venado amigo de la niña, estaba comiendo pasto tranquilamente, cuando llegó apresuradamente Nicolás, el conejo a avisarle de lo ocurrido y de inmediato, Juan le dijo al conejo que subiera en su lomo para llegar más rápido hasta el río.
Mientras, las veloces ardillas a las que les robaba Victoria sus nueces, fueron casi volando con el señor Castor, a notificarle del peligro en que se encontraba la princesa.
De inmediato, el castor, cortó un gran tronco con sus afilados dientes y lo echó al río.
¡¡Todo era movilización y alerta en el río para salvar a la princesa Victoria!!
Los pajarillos aleteaban y le decían a Victoria, que pronto la salvarían, que resistiera un poco más.
Su amigo el venado y todos los conejos a los que tapaba la niña sus madrigueras y los hacía enojar, corrían desesperados por la orilla del río para no perderla de vista, pero los pajarillos de colores, volaban encima de donde iba dando vueltas en el río , para que todos supieran el lugar exacto donde se encontraba.
El castor, con su casco amarillo y sus salvavidas para su protección, iba montado en el gran tronco, remando a toda prisa, junto con ocho castores más, y cuando alcanzaron a Victoria, velozmente, se bajaron y la ayudaron con mucho esfuerzo a que lograra abrazarse del tronco para empujarla hacia la orilla.
Con la ayuda de los castores, logró llegar a tierra, muy cansada, con golpes en el cuerpo por la corriente tan fuerte del río y muy asustada, pues pensó que los animalitos no la ayudarían a salir, porque siempre les hacía travesuras.
Al ver que la princesa ya estaba a salvo, y que ya había abierto sus ojitos, los castores se sentaron exhaustos sobre la hierba, a descansar un poco, no sin antes haber construido con troncos delgados, una especie de cama a la que cubrieron de hojas, para que Victoria estuviera cómoda mientras se recuperaba del gran susto que llevó.
Sin embargo, cuando estuvo un poco mejor, las ardillas le llevaron nueces para que comiera, pues sabían bien que a Victoria le gustaban, los conejos la rodearon y con sus cuerpos le dieron calor para que se secaran sus ropas; y los pajarillos, aún asustados por lo acontecido, observaban desde una rama que la princesita estuviera bien, y le cantaban suavemente para tranquilizarla.
Su amigo Juanito, el venado, le reprochaba el haberse retirado tanto del castillo y ser tan rebelde y traviesa, mientras despacio, la llevaba de regreso al castillo, sentada sobre su lomo y agarrada de sus cuernos, sobre los cuales, iban dos pajarillos azules cuidando a la princesita.
Victoria, muy apenada, juró no volver a alejarse y cambiar su actitud grosera para vivir en paz y armonía y pidió a todos perdón, no sin antes agradecerles que la hubieran salvado.
Desde ese día, Victoria fue más amable también con su madrastra, y cada mañana antes de irse a la escuela, le daba un beso en la mejilla, por lo cual ahora la reina, estaba feliz!.
Además, por las tardes, ayudaba a los animalitos en sus tareas: a las ardillas, les ayudaba a recoger nueces en una cesta muy grande de varitas amarillas, y luego, se las llevaba hasta el árbol donde vivían, y así les aminoraba el trabajo.
A los conejos, como no podía ayudarles a hacer hoyos profundos en la tierra, les llevaba agua fresca y comida, para que continuaran su labor sin tener que ir a conseguir sus alimentos.
A los castores, que casi le devolvieron la vida, les regaló muchos haces de leña y troncos que había en el castillo, para que no desgastaran tanto sus dientes al cortarlos, para construir sus madrigueras.
A los peces anaranjados, los saludaba, y ahora, solo les arrojaba… miguitas de pan dulce.
Y todas las tardes, los animalitos y la princesa Victoria, se sentaban en piedras, ó sobre el césped, del bosque donde vivía Juanito el venado, y jugaban, y contaban historias como buenos amigos, y nunca más la princesa le hizo mal a nadie y siempre era amable y prodigaba cariño, pues comprendió que todos en algún momento, llegamos a necesitar de alguien en nuestras vidas.

FIN

Claudia Alhelí Castillo
01-11-12

LA ESTRELLITA...DE MAR

Había una vez, una estrellita que por las noches brillaba intensamente, emitiendo chispitas de mil colores.
Dicha estrellita se llamaba Sofía, y le gustaba reir y jugar y siempre, estaba contenta.
Aunque ella vivía feliz brillando en el cielo, guardaba en su corazón de estrella, un gran deseo: ella anhelaba ser una estrella...de mar.
Todos los dias por la tarde, el señor Sol, después de trabajar, repartiendo a todos su luz y su calor, se despojaba de su brillante traje luminoso, cambiándolo por su pijama naranja y colorada, y se iba despacito... despacito..., hasta perderse en el lejano horizonte, buscando un lugar confortable y fresco, donde poder dormir tranquilo.
Y entonces, cuando el señor Sol se marchaba, poco a poco, aparecía la noche, envuelta en su misterioso manto negro, decorado con grandes y pequeñas estrellas.
Pero...había alguien en especial, que esperaba con ansias, ese momento maravilloso, al caer la noche: era Sofía!
A la inquieta estrellita, le encantaba ver su carita de colores, reflejada sobre las olas del inmenso mar, y que las caracolas y los cangrejos de ojos saltones, y todos los hbitantes del fondo del mar, la saludaran alegres y la invitaran con ellos a jugar.
Como Sofía no podía bajar al oceáno, entonces, desde el alto cielo, y en complicidad con la señora Luna, quien le prestaba sus rayos de luz, para que pudiera ver a través del agua del mar, la estrellita jugaba con sus amigos a las escondidillas.
Desde arriba, Sofía, contaba: 1...2...3..., mientras todos, corrian rápido a esconderse.
Así, tras los frondosos corales, se ocultaban los cangrejos de ojos saltones; los peces dorados y los caballitos de mar, solían esconderse entre las desvencijadas tablas de un viejo barco azul, que hacía años, una terrible tormenta, lo había hecho naufragar.
Los delfines, siempre reian, cuando al fin la estrellita y la mágica Luna, los podían encontrar.
Las ballenas de panza blanca y las mantarrayas, también eran invitadas a formar parte del juego, y todas las noches,bajo la suave luz de la Luna, se celebraba una gran fiesta en el fondo del mar.
Todo era hasta entonces felicidad, pero... un día, cuando llegó la negra noche, Sofía no pudo ver más su carita de colores, reflejada sobre las olas del inmenso mar. Sus chispitas de mil colores y su luz, estaban ahora apagadas.
La estrellita se entristeció mucho y lloró y lloró y cada segundo, recordaba el gran deseo que guarbada en su corazón de estrella: el anhelo tan grande de ser una estrella...de mar!
Tanto pensó y lloró, implorando al cielo que cumpliera su deseo, que al final se quedó dormida en una nube que pasaba y que le sirvió de colchón, mientras la señora Luna, la consolaba en su dolor.
De pronto, sintió que iba cayendo y cayendo, como hojita del Otoño, que el viento invita a volar, y pensó que estaba soñando. Más cuando menos lo esperaba, despertó sorprendida y empapada, cuando cayo en los brazos del Rey Neptuno y la bañaban las olas del mar.
Las caracolas y los cangrejos de ojos saltones, los peces dorados y los caballitos de mar, y todos sus amigos del oceáno, al verla llegar, le dieron una gran bienvenida, sobre la cubierta del viejo barco azul, al cual las sirenas habían decorado con ayuda de las medusas.
Después de eso, Sofía, soprendida pero muy feliz, se miraba a si misma, su nueva piel, y corría sobre la playa, dando maromas y brincos, bajo la tenue luz de la señora Luna, pero sobre todo, agradeciendo al cielo, por haberle permitido, ser ahora, una estrella...de mar!!

FIN

Claudia Alhelí Castillo
15-10-12

Incursionando en un tema para los más pequeños, espero sea de su agrado.
(Creo que de vez en cuando, también hay que mimar al niño/a que todos llevamos dentro)

El Último Híbrido

EL ÚLTIMO HÍBRIDO

Todo esto sucedió hace mucho tiempo, y desde entonces, la tierra es inhabitable, los humanos, si así puede llamárseles, olfatean por todos lados y reptan.

Y acaso yo hubiere ido, hubiese viajado teletransportado a otro planeta,
y explorado lejos otras lunas y conocido lugares entre los asteroides
menos hostiles y hubiese olvidado las victorias de unos pocos
que sólo fueron las derrotas para la mayoría.
Pero no, ahora que me descongelaron después de ciento cincuenta años,
no puedo acostumbrarme aún a vivir en esta insatisfacción que tal vez
irá suavizándose con las décadas siguientes entre los monitores macromoleculares y las vibraciones antigravitatorias espirales.

Sí, y esto es posible, aún lo creo, bueno, más bien quiero que así sea, y ser apenas un malestar en el recuerdo, no demasiado insoportable que me impida trabajar, al menos en la fantasía creativa del coloide psicocibernético de las analogías humanoides. Y hasta desplazarme por las líneas de tiempo concentrado en las fibras neuronales artificiales, que me han colocado cuidadosamente los diligentes nanorobots de las ondas ultrasónicas transgénicas.

Afuera de la cápsula, el polvo radioactivo estaba empañando el fuego carmesí del tercer sol, y el inmenso lago flotante era absolutamente
estéril, ocultaba la perversidad cibernética del último siglo en el castaño opaco de la superficie áspera y viscosa.

Tú no eres tú, ni humano ni androide, tú eres sólo nadie y tu ira una simple chispa sin precedentes, olvidado, malherido en el alma, del golpe fiero del carbón podrido y oxidado, del infame nitrógeno caduco entre el hidrógeno tóxico de la naturaleza humana incapaz de cambiarse por la voluntad razonable del menor sentimiento de humanidad auténtica.

¡Éso me decía!. Vaya pensamiento ingenuo en la cándida esperanza del mañana puede ser mejor, si así lo queremos de corazón. Pero ¿Cuál?... Ningún corazón pensaba racionalmente, estaba atrapado
en palpitar solo ante la sexualidad vulgar, la muerte hecha negocio, la violencia gratuita y barata. Y los híbridos solo metaloides de teorética desteñida.

Si tan solo una vez se hubiese querido de verdad, ahora se tendría un cierto
consuelo con sólo apreciar que algo se puede cambiar de la naturaleza humana destructiva, de la cobardía sin paredes, de la piedra hecha pensamiento, en lugar de tantas cruces y hombres muertos en el fondo del pecho y donde
las lágrimas no alcanzan.

No, uno no puede menos que darse pena cuando ve su interior expresado en otros hambrientos de sentimientos genuinos de comprensión y hermandad.
Pero después del gran conflicto, estaba en las peores condiciones posibles.

Mis circuitos fueron inútiles. Si bien al principio creí que teníamos la oportunidad,
y como híbridos no podíamos negarnos a cruzar las barreras impuesta por la cruel manipulación de las masas inermes.
Con el espíritu indefenso, con la consciencia
amorfa, solo el lodo de las ancestrales leyendas de muchos planetas y lunas.

Pues bien, uno tiene la mirada fija en los siete pares de ojos laterales y el analizador
emotivo regulador de conductas implícitas, como el ámbar que florece en un vergel.
Y por eso no se da cuenta de lo que pasa a su derredor. La misma historia de abusos, y atrocidad inhumana indiscriminada del grande sobre el pequeño, del lagarto con el cuerpo de hombre, de los gusano habitantes en el fondo de la más mínima consciencia.

Así sucedió que las más grandes y populosas urbes del mundo conocido, se hallaron al fin, sumidas en un silencio profundísimo, inusitado y paralizadas en el íntimo juicio.
Pues la información masiva se hizo a tal grado psicotóxica que prácticamente nadie
quedaba al margen, ésta solo era una masa dañina de sexo excesivo, armas y privación de la vida, la violencia como negocio, y las leyes, solo ruido de herramientas gastadas oxidadas en las mismas esquinas del aire.

Ese es hoy mi problema. ¿Qué voy a hacer?.
Hace varios años que no puedo distender las fibras del espectro electromagnético,
y clonar el sueño ancestral del reposo espiritual prolongado.

Me siento culpable. Y la cortina electrónica es incapaz de filtrar las microvibraciones negativas del pasado solidificado en la mancha macilenta de las nubes diluidas de los pocos humanos,
que aún se resisten a morir, en el fondo diáfano de la brillante geometría del casi extinto humanismo, por más mínimo que sea.

Sin embargo, mi yo ha quedado reducido a algo, ¨algo indefinible¨, no hay analogías
moleculares en las sensaciones, ni dolor, ni placer, ni frío...ni angustia.

La cápsula se detuvo, pero antes de la desintegración creí pensar que alguna cosa
estaba transformando, era una extraña percepción lumínica, comprensiva, total, una
especie de fusión inefable... Muriendo vivo en universal movimiento.
Y es por esto, que partí al infinito. Y pasar a ser quién soy... ¡El último híbrido!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

TANGO QUE ME HICISTE MAL

TANGO QUE ME HICISTE MAL
Me la crucÉ, en una esquina de Constitución. Tenía el pelo teñido de rubio, un exagerado maquillaje en la cara, con las tetas casi afuera de la remera, una mini mostrando los cachetes de un voluminoso culo que se prolongaba en dos gambas musculosas y medias chuecas haciendo equilibrio sobre unos tacos siete y medio. Y fue ahí, cuando me apiolé que era un trava. Porque si hay algo que los deschava, son los fanguyos, sí, las manos también, pero sobre todo los piés. Por lo demás, siliconas y bisturí mediante, están mejor que muchas minas, y te apiolás cuando ya es tarde. Tenés razón , te dije me la crucé, y no te dije, me quedé mirandolá, y precisamente eso, me quedé mirandolá como un pajero. En realidad yo no tengo esa actitud, pero en este caso hubo una razón previa. Cuando me la crucé, su cara me resultó conocida, fue un flah , le saqué la pintura, el pelo rubio y fue como si hubiera visto al Beto. Te acordás del Beto?... No, ese no, el flaco, que iba a la milongas de Huracán…Ese, ese, sí. Tenía la pinta loca ell Beto, te acordás ¿…Y no era solo la pinta, te acordás cómo bailaba… Siempre con las más lindas, al revés que nosotros, que siempre nos tocaban las fuleras. Pero no salía con ninguna, las variaba nomás, las dejaba calentitas...Un trompo para el tango el flaco. Me acuerdo que lo mirábamos y le copiábamos los pasos, pero nos faltaba esa elegancia natural que él tenía. Ese paso a la derecha y la caída….me parece que lo veo, qué hijo de puta, nosotros parecía que metíamos la gamba en un pozo y el chabón sobre una nube. Me parece que escucho La Yumba….se me hacía que el maestro, dios lo tenga en la gloria, la había hecho para él. Y minga de circo, de enganches y patadas. Con los ojos entrecerrados, como rezando, amurado a la mina, tenía rulemanes en los timbos. Lo recuerdo, y te digo, me emociono. Mirá que en esos años, había un montón que la gastaban… nosotros sin ir más lejos, no éramos muy troncos que digamos, bueno vos eras escepcionalmenre un matungo, pero yo me defendía, aunque al lado del Beto, un paralítico. Por eso fue que me quedé mirando. Cunando comprobé de que era un trava, me dije, claro, debe ser un chabón muy parecido. Como andaba con tiempo y en barrio ajeno, sin peligro de que escrachara un conocido, me le puse a la par…Le chamuyé unas giladas, él me mira, pega un grito, me abraza y me besuquear. .-No lo puedo creer,,,vos sos el Neco ¡…Yo soy Beto, te acordás ¿….Bueno ahora Betiana… Mirá que chico es el mundo ¡… Y entramos a charlar de cosas viejas.. Quíen lo iba a pensar, el Beto trava, no podía creerlo…Cerrá la boca boludo…Se acordaba de vos, me confesó que siempre te tuvo ganas, le pasé el tubo, vas a ver que linda que está….No boludo es joda, pero si querés verlo, siempre para para por Pavón y San José. Y ahí fue, cuando tocamos el tema de las milongas, le preguntó .- Seguís tangueando ¿…. El guacho se levanta la pollerita, me muestra la chabomba y remata con un guiño:- .- Pero en tanga…

apiolé = di cuenta / trava= travesti / deschava= = descubre / fanguyos = zapatos / apiolamos = damos cuenta / pajero = masturbador /variaba = paseaba / amurado= pegado / timbos = zapatos 7 matungo = caballo / Chabom = hombre / giladas = tonterías / Tubo= teléfono / Chabomba= calzón

EL RENACUAJO Y LA ORUGA

En un bosque tropical, de un lejano país, tenían su hogar, un pequeño renacuajo pardo y una oruga gorda de colores brillantes.
El renacuajo, vivía feliz en un charco muy grande, que se formaba en el suelo, al caer la lluvia; y ella vivía sobre una planta de hojas tiernas, de las que hacia deliciosas ensaladas, y se alimentaba todo el día de ellas.
En el lugar, vivían miles de pájaros, que hacían sus nidos en lo alto de las ramas, y ofrecían conciertos gratuitos para quien los quisiera escuchar por las mañanas.
De los troncos gruesos de los árboles, colgaban orquídeas, flores muy bellas, de colores y formas exuberantes, que saludaban a su paso a cuanto habitante pasaba por ahí, y perfumaban con sus aromas el camino.
En ese bosque, todos trabajaban, cada quien tenía asignada una tarea para que todo funcionara de maravilla. Así, para que cada especie de árbol frutícola, pudiera ofrecer sus frutos, las avispas, las mariposas, y otros insectos, se encargaban de llevar en sus patitas, el polen, que recolectaban en cada flor donde se detenían, y pasarlo a la siguiente que fueran, para que se llevara a cabo la polinización, proceso que sirve para que la flor se pueda convertir después en fruto y los utilizaran como desayuno o comida los habitantes del bosque tropical.
El renacuajo en cuestión, se llamaba Rigoberto, de cariño su mamá, le llamaba Rigo, era un tanto simple: de color negro, una gran cabeza y una larga cola, siempre en constante movimiento. La oruga se llamaba Nidia. Era una preciosa oruga, cilíndrica, de rayas blancas negras y amarillas, que iban como anillos alrededor de su brillante cuerpo. Tenía en su cabeza dos antenas largas, que cuando se reía, se movían de arriba hacia abajo. Siempre estaba comiendo hojitas, muchas hojitas.
Rigo y Nidia, asistían a la misma escuela, en un claro de la selva tropical. En el recreo, mientras el renacuajo nadaba, dentro del cáliz de una gran flor, en la que se juntaba el agua de las lluvias, Nidia se paseaba con su paraguas morado, por el borde de la flor, platicando de sus sueños a Rigo.
La oruga le contaba al renacuajo, que a ella le gustaría tener alas como las hadas del bosque, y volar muy, muy alto, que sus alas fueran como un hermoso vestido de colores, y que mientras tomara néctar de las flores, el Sol, acariciara su espalda.
Rigoberto también le platicaba sus sueños a ella, le decía, que el quería ser un príncipe, y tener por esposa a una bella dama, y, que aunque él tenía un aspecto desagradable, en su interior algo le decía que cambiaría y se le concedería ser un apuesto caballero.
Así platicaban, todos los días…..y el tiempo fue pasando rápidamente.
De repente, un día, Nidia, le dijo a Rigoberto que estaba muy cansada, y que la disculpara, pero que tenía demasiado sueño. Que necesitaba dormir, casi con los ojos cerrados, se despidió de su amigo y se fue a su rama de hojitas tiernas. Se enredó en una cobijita de color verde claro a la que amarró de la rama fuertemente para que no se cayera y se quedó dormida durante varios días.
Mientras, cuando nadaba en su estanque, a Rigo, le sucedió algo que lo espantó: ¡¡¡¡se le cayó su cola!!!
Asustado, buscó a su madre, para preguntarle que era lo que estaba sucediendo, y le dijera el porque, tanto a Nidia como a él, les estaban pasando cosas terribles!!, pues su amiguita, ya llevaba varios días dormida, envuelta en su cobijita verde, a la que el Sol, empezaba a despintar, y ya no salía a jugar con él.
La madre de Rigoberto, una rana verde, se sentó en el borde del estanque y pacientemente le explicó a Rigoberto: -lo que les pasa a ustedes, se llama “metamorfosis”, es un proceso natural, que a ciertos animales les sucede cuando dejan de ser pequeños y pasan a la edad adulta. En ese proceso, tu cuerpo de renacuajo, pierde la cola y verás que muy pronto, te saldrán patas e irás transformando tu aspecto hasta formarse el cuerpo de un apuesto sapo, como tu padre y cambiarás las branquias con que respiras en el agua, por pulmones, para respirar aire, y solo entrarás al agua a nadar o comer, no para vivir como lo hacías anteriormente. Ahora podrás dar saltos sobre la tierra y las piedras del estanque, y comerás cosas diferentes, como hormigas, y termitas. Tu amiga Nidia, también sufrirá una metamorfosis. Cuando despierte de su largo sueño, ya no será más una oruga que coma hojas tiernas todo el día y se pasee por el borde de una sola flor. Casi al final de su sueño, su “cobijita verde”, como tu la llamas, lo que en realidad se llama capullo, será transparente, por eso dices que el Sol lo está despintando, pero no es el Sol, así debe ser el proceso, y tu, podrás observar ahí a Nidia, aunque ella no te verá a ti, porque aún estará dormida, ocupada en su transformación. Cuando sea el tiempo justo, ella empezará a romper su capullo para poder salir. Primero, sacará las antenas, y las patas, después el resto del cuerpo, que se colgará hacia abajo en una ramita, para secar sus aún húmedas alas, y cuando se hayan secado y endurecido lo suficiente para estar fuertes, y poder volar, las extenderá y serán unas alas preciosas, color naranja, con venas negras y algunas manchas blancas, que adornarán con su belleza el bosque, cuando vaya de flor en flor, tomando néctar para saciar su sed.
Rigoberto escuchaba atónito, pero con mucha atención, las enseñanzas de su madre.
Después de unos días, al renacuajo, como le dijo la rana, su madre, le salieron las patas y los ojos le quedaron saltones y muy contento se iba a jugar, brincando de piedra en piedra en el charco.
Una mañana de mucho Sol, cual sería su sorpresa, cuando vió emerger del capullo a su amiga, convertida ahora en una hermosa mariposa Monarca.
Cuando Nidia después de unas horas, pudo extender sus alas, voló un poco por el lugar y regresó, y Rigo, la saludó, con su voz ronca de sapo, la mariposa, se asustó, pero Rigo, riendo le dijo que era él, convertido ahora en un apuesto sapo, y le explicó lo de la metamorfosis, y le dijo que ella lucía hermosa con sus nuevas alas, como era su sueño. Y se fueron charlando por el bosque, Rigoberto brincando de piedra en piedra, y Nidia volando de flor en flor.
Nidia estaba feliz, de ya no comer solo hojitas tiernas, sino que ahora tomaba el dulce néctar de muchas flores de colores como las Zinnias.
Y así, pasaba el tiempo, y seguían siendo buenos amigos y platicándose sus sueños mutuamente.
Pasó el tiempo, y Rigoberto, no se convirtió en príncipe del estanque, pero sí en el sapo más simpático, sobre todo por su sencillez y su alegría, y todas las noches se juntaba con sus amigos para llevar serenata a las ranas más bellas del charco.
Nidia, con el tiempo, emigró y en otro país, se casó y tuvo descendencia, y cada Primavera, cuando llegaba de nuevo al bosque tropical, iba al estanque, a visitar a su amigo Rigoberto, y juntos se contaban lo transcurrido en la vida de cada uno, durante el tiempo que dejaban de verse.

FIN

Claudia Alhelí Castillo
20-11-12

UNA LEYENDA DE ALSINA

UNA LEYENDA DE ALSINA

Hace un tiempo que vivo en Alsina. Viejo barrio poblado de guapos, de inmigrantes de
Europa del este y jardines con rozas de invierno. Lo primero que aprendí llegado al barrio fue que la calle Yean Yorés queda en el Once, la de aquí. la calle donde vivo, se llama Jean Jaures como está escrito. No te hagas el francés si sos de Alsina.. En la esquina de esta y Humberto Primo, había un boliche mugroso y oscuro, la vereda tapizada de tapitas de cerveza donde se jugaba al monte criollo con barajas de tarot. Por las noches, llegando media noche, entraba al bodegón como una sombra, un hombre alto de figura erguida, todo de negro con andar felino, " picado de viruela, bastante morocho, encrespado el pelo lo mismo que mota, un hondo barbijo en su cara rota le daba el aspecto de taura y matón ". Cuando llegaba el mostrador de estaño, el silencio repartía coscorrones él paladeaba su vino lentamente, se limpiaba con el dorso de la mano, se tocaba el barbijo, bajaba el ala del sombrero y se iba silbando en do menor. Y era entonces que se hablaba del ausente, de ese hombre cotidiano y misterioso al que nunca nadie se cruzó de día, no vio en el barrio, ni sabía su vida. A falta de esto, tal vez porque la ignorancia es la madre de las leyendas, fueron naciendo un montón de estas, que hablaban de amores contrariados, de duelos a cuchillo y muertes a traición. Los más viejos decían que era la reencarnación del Tigre Millán, que había vuelto a vengar su propia muerte.
Y ete aquí, que la noche del día en que el boliche clausuró su puerta , pasaba yo rumbo a mi casa y me topé a un hombre mimetizado con las sombras, que me interrogó. .- Perdone Don, no sabe porque está cerrado el bar ?...Levanté la vista y para mi sorpresa me encontré con el que de acuerdo a lo escuchado parecía ser el legendario personaje. Pudo más la curiosidad que el temor y me detuve. .- A sí, me comentaron que lo vendieron para hacer un edificio. Eso es lo que se dice por ai.... Se acercó y pude confirmar, que efectivamente, todo en él coincidía con la descripción popular, su fisico, ropa, pelo, mirada y ese barbijo que le cruzaba la cara como marca en el orillo. Su voz nunca había sido descrípta porque nadie la había oído, pero armonizaba perfectamente con su figura. .-La pucha, dijo en un rezongo, como perdemos al barrio, vamos a tener que vivir de los recuerdos...Y usté pá donde vá.?... .- Pá las casas, a un par de cuadras nomás. Contesté, contagiado de su acento arrabalero. Y así fue que caminamos algunas cuadras hablando generalidades, hasta que a punto de separarnos me atreví preguntarle. - Perdone Don, pero usté por casualidad, y disculpe el atrevimiento nó,,, es la persona de la cual se cuentan historias, usté es el... El mentaoTigre Millán ?....- El Tigre, No, diande ?...Ese es un tango. Yo soy Justo Tapera, un jubilado nomás, el resto son fantasías para la gilada. Buscando una historia que justificara tanta leyenda, le hice la última pregunta.--Y el barbijo, Don Justo, quien se lo hizo ?... .- La almohada, amigo, la almohada . - NecoPerata

Valentín Alsina, barrio del sur de gran Buenosa Aires, escenario de personajes de tango.

Por el subterfugio dúctil

POR EL SUBTERFUGIO DÚCTIL

En lo profundo de aquellas pupilas plateadas el sol estaba
solo en el cielo buscando las nubes qué reflejadas flotaban
bajo el lago moviendo las ramas entre las hojas.
Recuerdo qué lo vi poco después, pero no había recibido aún
la menor respuesta con la chispa inextinguible de tenacidad,
pensaba instalarse y liberar la fantasía. Pues la calles inquietas
y silencias ya no atraen tampoco a los valles donde viven los
fantasmas que nada entienden de la verdad íntima lejos de los
techos tan lejos de las fuentes del destino en las ráfagas salvajes.
___Dudaba quedarse en la cama qué representa la acción.
Pues sólo una persona viva, viviéndolo, puede difundir un pensamiento
vivo... Dudándolo por la cobardía de lo poco conocido.
Esto hace suponer que nos alegra porqué creemos estar más vivos
en la foto qué no importa olvidar. Pensaba escabullirse sin decir nada.
Pero su duda había escogido quedarse. ¡Y expresarse a pesar de ello!.

Hacía aire con abundante arena en esa tarde transparente a medias
sin compromiso para cambiar los planes inmediatamente cerrando la
puerta con suavidad porqué de una ventana a otra nada se mueve
atendiendo a los momentos brevemente obnubilados que son sin
lugar a dudas coherentes al desnudarse, y sobre todo por la bandada
de mariposas levantando la vista en el aire con el cuerpo amarillo, y los
grandes ojos de noche, y no sé si se llegue a captar la importancia de
todo esto, si se percibe con toda claridad, sin tratar de ocultarse en el
fondo superficial y confuso de las palabras sin cualidades precisas.
___¡Soñar obscuro es fácil cuándo la luz duerme dulcemente
fabricando noches con la plata de la luna, y tiene suerte dónde
nadie la tendría!... Dado qué mientras subsista una sola parcela
de inconsciente en actividad desordenada se proyectará una
irrealidad simbólica entre las palabras creyendo estar en contacto
con la dimensión paradójica de la inspiración indistinta.

En ese dilema estaba cuándo oyó los rugidos bajo el crujido de los pisos
de madera gastada. Se sentó porqué empezó a contemplar las inmensas
soledades más invisibles, impropias en la menor niebla, y a los lados de
la chimenea deteniéndose a observar las llamas pequeñas emergiendo
de un grueso tronco entibiando la miseria entre las casas qué pasaban
por las calles que abandonaron el poblado hecho añicos en la fórmula
más tóxica preparada por seis años dobles de miedo qué se ocultó bajo
cualquier asombro deprimente entre la agitación cotidiana.
En realidad eso creyó él, tratando de suavizar la paupérrima situación
que nunca disfrutaba como ahora que estaba adherida a intervalos en los
pequeños amaneceres deglutiendo el rencor de las afrentas sintiendo el
mundo desconocido que humildemente llueve sus ausencias.

¡Vaya por este subterfugio dúctil!. He intentado sobornarme por el
audífono dónde nadie quiero qué me moleste y aprecio reproducir
lo que constantemente se renueva en la destrucción repetida qué
no cultiva la memoria, y no esperar dificultad sin resistencia.
Así pasó. Y este no es un cuento, pues al principio del jardín, a la
izquierda antes del último encino, estaba la pila, redonda y gris.
Y ahí continúa, por si alguien lo duda y desea comprobarlo.

Se quedó allí parado observando la escalera sin comprender como
en un relámpago la armonía enciende lámparas en la tristeza estando
la noria bien tapada, y porque la mejor cara se había escapado cuando
estaba distraído dónde se derraman las espesas cumbres como fruslería
en la estolidez de un exabrupto ahíto del aturdimiento global.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

El Relojero Fantasma

EL RELOJERO FANTASMA

Cada mañana regresaba cargando el futuro
demasiado tarde para contarlo en el pasado
antes qué ahora, dónde ni siquiera un valeroso
reloj se hubiese aventurado atravesando las
dimensiones del instante, parte a parte,
sin romper el aislamiento qué callaba gris e
impresionado pudiendo permanecer así mucho
más qué indefinidamente desmesurado.

El mar se agitaba inerte al apuntar el alba
cuándo el viento aconsejó suavemente la
rebelión de las olas del mismo verde rígido
y frío sin encontrar ni la menor huella de la
sal desordenada en sus latidos en la playa
tosca y bárbara dónde pasó el último invierno
el sol sin decir nada de la tarde en un coro
mecánico incapaz de hacerle mal a nadie.

Según dicen que eso hubiera sido un cuento
de nunca acabar, pero la cosa es que decidió
irse al extenderse en el espectro brillante de
la piel del aire, y desde entonces no se acerca
de improviso dónde es imposible detener las
gotas del relámpago en la cama obscura que
suele llegar al dejar las cosas deslizarse por
el abismo unos cuantos pasos en la eclosión
qué se avecina incendiando tenuemente la
noche menos dura con la puerta de la blanca
habitación qué se abre más allá de la pequeña
esquina de los volcanes. Entre trasgo y quimera
midiendo al tiempo entusiasta celosa aparición.

Cabalgando unas inquietas nubes llegaban,
y le traían el mundo de afuera, el desconocido
y feliz mundo al que ya no pertenecía dando la
impresión de que querían ponerlo en aprietos
debido al color del alboroto al abrir la ventana
sin saber lo que querían con la misma luz
en la esperanza qué llovían solo sequías.

Antes de la crisis cualquier ausencia tejía ilusiones
de nuevos paisajes dentro de una esfera raramente
placentera, justamente al mediodía, verdaderamente
excitante por tanto sosiego que invita a pasar un rato
como si fuera una persona con vida sin disimulo estando
vestida en ropa interior, y salir sin decir nada hasta subir
el tono de voz fumando un anticuado silencio.

Aquella mañana probablemente no iría hasta ver al día
siguiente satisfecho por haber vuelto del bosque a pie
más bien por aburrimiento qué por curiosidad dando
vueltas cada vez más largas en la penumbra extraviada
para decir todas las cosas qué dicen los cementerios
sepultados haciendo un gran esfuerzo por pasar ignorados
medio paralizados continuamente en las plataformas
abrumadas de piedras.

__¡Cuándo se carece de cuerpo las palabras
viajan solas luego de escribirlas con la voz
adecuadamente teñida!.
Pensaba convencido de su propia irrealidad
vacilando sobre la manera de expresarlo.
__Sin cuerpo...¿Qué duele?.
Solo los recuerdos sostenidos por el tiempo que impacientes
esperan ser descubiertos por el equilibrio inolvidable
ajustado, sin aspaviento, en la inercia inmutable qué de todas
maneras retorna llevando las cosas, y cobrando las deudas
a pesar de sentir alivio ya caminando lejano del hiato y fisura.

Estuvo callado toda la noche, me exasperaba que creyera
qué existía una ley indestructible como algo sólido a qué
aferrarse, seguro en los momentos difíciles, cómo al
salva-vidas qué no necesitaba, y encaminándose sencillamente
hacia el techo dando vueltas a la pieza en la manifestación
ficticia del asco a la vida por las calles vacías, y diciendo
maquinalmente ya todo está en paz, al cabo de cinco minutos
de ignorarlo, y forcejear con el olvido con arrojo.

En la mañana se fue sonriendo con turbación diciendo...
___¡No tiene importancia!. No son ahora más
que relojes encarnados abrazando perdones.
_____La próxima vez que aparezca espero que usted
ya no esté siendo el segundo primero.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez

SHAMAN DEL AMOR

Pero ¿cómo era posible que aquella mujer, a punto de vibrar, de emocionarse a ese extremo desconocido, fuera ella, la misma, la de apenas treinta minutos antes? La misma que, justamente la noche anterior, había dicho a sus amigas. – A mí, no hay hombre que me convenza. Me sobran motivos para creer que todos son un cóctel de egoísmo y hormonas. Me alegro de mantenerme libre y a salvo de ciertos venenos.

Pero, ¿qué es lo que estaba pasando?, porque en ese momento era ella, la misma, la que hacía treinta minutos, tomando su abrigo y su portafolio, habíase despedido de su secretaria con la seguridad de que –si alguien me busca, que me espere. Máximo en una hora regreso.

Y en sesenta minutos, Sofía Altamirano hubiese regresado a sus funciones, si en vez de dirigirse por las escaleras, no hubiera decidido utilizar el ascensor para llegar a escasos dos pisos donde se hallaba el Salón de Convenciones.

Cuando extendió su brazo y con su mano marcó el botón de la máquina llamando al tercer piso, nunca se imaginó que un detalle tan cotidiano iba a suspender los asuntos primordiales de su agenda para aquel día.

-Buenos tardes, señora – Saludó el ascensorista

Sofía ordenó – planta baja – y añadió – tengo diez minutos para llegar a una reunión importante.

Sin embargo, a solas con el ascensorista en aquel silencioso rectángulo, pensó que, diez minutos, eran suficiente para que, como siempre, cuando se encontraba con aquel hombre, ella pudiera “tomarle el pelo” a esa mirada arobadora con la que él, pese a su discreción, rendía el tributo que muchos otorgaban ante su presencia.

Por eso, sin disimular su deseo de provocarlo, le dijo – Sigo pensando que eres un peligro hasta para una mujer decente – Rubén, a los mejor se inquietó como otras veces más, para sorpresa de la altanera, giró en su posición de firmes y, encarándola, con un atrevimiento inusitado para el gusto de Sofía, respondió – ¿Es que teme, o ansía, que hoy sucumba ante la bomba explosiva de su cuerpo?

Pero, ¿qué es lo que estaba pasando? ¿Qué es lo que él se estaba figurando? ¿Acaso, no era ella la que cuando se le antojaba, lo arrinconaba con su silencio o con cualquier frase lo dejaba flotando al extremo del hilo que a ella le daba la gana? ¿No hubo veces, cuando decidió no cruzarle ni media palabra y, acto seguido, se le antojó perturbarlo? … ¿No hubo, otras, en que un – me enciendes un cigarrillo – bastaba para comprobar lo que su vanidad exigía, sentir el pulso indeciso de aquel hombre, sin atreverse ni a mirar la burlona sonrisa con la que ella se explayaba?

Y aunque a Sofía le atraía aquel hombre tallado en medidas perfectas, aquella especie de minotauro tan indefenso ante ella, y era verdad que le encantaba aquella sensación tan agradable de observarlo y darse cuenta de que él no atinaba qué hacer con su mirada, eso no significaba nada. Simplemente, era el colmo de los atrevimientos, ¿acaso ella no podía mirar a quien se le antojara? Porque, aunque le atraía el ascensorista, a ella igual, le gustaban varios hombres, de distintas maneras. Inconscientemente los clasificaba por sus formas de conversar, su dominio sobre algunos temas, sus talentos, sus ocurrencias; pero ninguno desgraciadamente, pensaba Sofía, despertaba en el interior de su piel curiosidad alguna. Para ella estaba claro que ante los hombres, era preferible no detenerse a contemplar sus pequeñas emociones.

Ese “vacío” – según opinaban sus amigas – a ella dejó de importarle hacía mucho tiempo. Ella se acomodó y acomodó al que quiso, al sistema de mirarme pero no me toques. Era preferible manipular los mimos resignados de sus admiradores a correr el riesgo de alguna aventura con cualquiera de ellos y, con él, menos que nadie. El trámite de su divorcio había concluido hacia dos años y ella juró que después de aquella experiencia, los hombres solamente tendrían la alternativa de percibir su presencia y conformarse ¿Por qué tendría ella que derrumbar esas fantasías de “Pitonisa del amor” con la que tantos soñaban? … ¿Qué hombre merecía enterarse de que en ella solo era apariencia aquel rumor de hoguera que la rodeaba?

Quizás por estos motivos, y, convencida como estaba de que en ningún fuego iba a quemarse, disfrutaba dejando a unos cuantos casi ciegos con su resplandor de mujer inalcanzable. Por eso, cuando él , por fracciones de segundos dejaba ir su mirada sobre el filo de sus rodillas, Sofía, pensaba – a que no te atreves – y , tras disfrutar del recelo de aquella mirada, concluía que – no era por nada, pero, cómo iba a atreverse. Simplemente, con qué derecho-

El haberlo conocido a su regreso de Europa, cuando su mejor amiga le envió a su chofer particular con una nota que decía: ¿Qué te parece este muñeco como regalo de bienvenida? Se llama Rubén Jaramillo y lo pongo a tus órdenes, cuando lo necesites.

No, eso no le daba a él privilegio alguno. Era cierto que aquel monumento de Dios griego era el colmo (para un hombre como él, para un subalterno, a lo mejor, quería decir ella) Y, aunque era cierto que en medio de los ejecutivos que la rondaban, se podía apreciar, de vez en cuando, ciertos ejemplares algunos de sus miradas, ella, más de una vez pensó que ninguno poseía..! pero, qué loca!, qué podía tener de extraordinario aquel hombre! No. A él, nada le daba derecho de cruzar el límite impuesto por las reglas de sus trampas.

Rubén, desde un principio supo quién era Sofía.

-Señor Jaramillo, vaya al aeropuerto. Hoy llega la economista Altamirano. Entréguele esta nota, dígale que usted va de mi parte y, por favor, trátela como a una reina. Ella es la nueva Gerenta de la Financiera- Le había ordenado quien fuera la última de sus jefas.

Sus ojos la midieron desde el momento en que apareció frente a él y, despreocupada, como quien no tenía la culpa de ese caminar agacelado, de ese ir y venir de sus melena al ritmo del ritmo de todo su cuerpo, le dijo – tenga cuidado con mi equipaje- Él sintió miedo, ella se metió de golpe en todas sus apetencias.

Esta ciudad no cambia. Todo sigue como antes- Comentó Sofía, y, cuando él creyó que ella iba a añadir que hacía un frío tremendo, Sofía presentó la primera carta de su descaro – me extraña que seas chofer, a menudo deben confundirte con algún militar de alto rango. Imagina, debes tener varias amantes. El resto del camino, para asombro de Rubén, Sofía no volvió a mirarla ni a pronunciar palabra.

La pretenciosa gerenta que pocos lograban tolerar, era la invitada obligada de cancilleres, políticos, artistas, en fin, siempre Sofía. –Vaya y deje en su casa a la señora Sofía- Vaya, traiga, lleve, dígale a la Señora Sofía, y él puntualmente acrecentando su miedo y sus deseos. Luchando para sacarla del fondo de la taza de café donde ella se bañaba. Deseando arrancarla de la luz roja de los semáforos, queriendo borrarla de los calendarios donde ella le contemplaba burlona y cada vez más lejana.

Rubén, reconoció el peligro, desde su inicio, con su silencio, aceptó el desafío que sin palabras le planteó Sofía. Él supo a qué se exponía y dejó que ella, a distancia, le dejara intuir ese goce interior de poder provocarlo a sabiendas de que él sospechase cierta mofa en ese acomodarse los botones de la blusa en ese revisarse las medias, en ese tocarse suave, casi inocente, con el que ella lo encendía para luego, como quien no es consciente de nada, decir – por favor, pare. Aquí me bajo.

Pero, ¿qué sucedía esa mañana para que él reaccionara de esa manera?, qué es lo que se estaba imaginando? ¿Es que Rubén creía que ella, ante su atrevimiento, iba a marearse?

A un minuto de iniciado el descenso a “Planta Baja”, Rubén se dio cuenta de que, al mirarla por primera vez frente a frente, el desafío de cierta ternura se encontraba dentro de la altivez de Sofía.

-Señora, estoy pensando en secuestrarla- Dijo, con lo que creyó Sofía, debía ser su mejor sentido del humor. Por eso, riéndose – No me imaginaba que fueras tan ingenioso.

-Y o no me imaginé llegar a verla, puedo decir, tan ¿indefensa?… La verdad señora, prosiguió – hay muchas cosas sobre usted que no logro imaginármelas; pero, el verla ahora, casi con nitidez, dentro de su burbuja, puedo decirle que está la suerte. Hoy me siento experto en desarmar ciertas poses.

Pero, ¿cómo podía estar sucediendo aquello? ¿Pero con qué autorización, Rubén, tomándola de la mano, la sacaba del ascensor y la conducía al fondo del edificio? ¿Cómo era que ella, dueña absoluta del control de sus actos y del control que sabía ejercía sobre ese hombre, no hiciera nada por detenerlo?

Y ahora ahí, pero ¿dónde estaba? Ahí donde él la había conducido para con naturalidad decirle – señora, bienvenida – y donde luego de ofrecerle una cerveza que Sofía extrañamente se la bebió toda, acercarse a ella, hacerla levantar ¿de la butaca? Sobre la cual ella habíase deslizado para, él, bailarín en lenta abertura, ir empujándola contra la pared, tomar entre sus manos sus hombros, y empezar a probar, como a bocados cortos un vino largamente esperado. – Dígame, ¿qué parte de su piel, aún es virgen? … ¿Por dónde debo empezar a explorarla? – preguntó Rubén, mientras al parecer, especialista en degustar placeres, empezó por aquel cuello que, inexplicablemente dócil, no ponía resistencia.

Es que no podía ser verdad que ella hubiera perdido su capacidad de hablar, de reírse, de burlarse, de dar órdenes, de dominarlo. Pero, era cierto. Aquella mujer a punto de vibrar, de emocionarse a ese extremo desconocido, era ella, la misma de hacía apenas media hora, o al menos era idéntica físicamente, a la que en esos instantes desconocía.

Algo parecido a querer cerrar los ojos y mirar para dentro de sí misma, le agarró de repente, pero, ella no estaba ahí para hacer lo que quisiese ¿Cómo?, sí, era él quien ordenaba – No va a cerrar los ojos. Va a mirarme y va a mirarse, entera para mí frente a mi cuerpo. Hoy va a nacer mujer de una vez por todas.

Era el colmo de la arrogancia, pero, cómo se atrevía a hablarle de esa manera tan prepotente!, ¿pero en qué momento ella había permitido que su falda y su blusa hubieran podido volar hasta esa esquina, desconocida?, pero ¿cómo era posible que esas manos – salvajes, seguras, tiernas? Le fueran arrebatando a sus piernas la intocable transparencia de sus medias de seda negra?

-Esto no es cierto – repetía alguien desde adentro de su cuerpo. Esto no es cierto, repetía una voz cada vez más débil; alguien en su cerebro le recriminaba, hacía un llamado a su razón, le exigía recordar “su lugar”, mientras Rubén, en tercera dimensión, brujo, santero, ceremoniaba contras y conjuros, elevaba rituales para ahuyentar los demonios que poseían a ese esfinge de hielo.

-No se niegue al amor. Deje que broten los misterios encelados de su cuerpo. Atrévase a llamar a un hombre suyo sin sentir miedo… ¿Sabe de lo que le estoy hablando?, y, estrechando la cadera de Sofía contra la suya, dejó que fuera ella la que se decidiera por empezar a besarle los labios.

¿Cuánto tiempo había pasado?.. Dónde estaba el mundo, los negocios importantes, las decisiones urgentes, los impostergables asuntos de su agenda?…

¡Cómo fue que ella pudo entrar en ese estadio de guerra, pasión, ternura. Ternura, ternura, pasión, guerra. Guerra, pasión y él, demandando – dígame, por dónde su piel aún es virgen- y él, pasión, y él, guerra, y él y su erotizada ternura sin dejar espacios, equilibrio, juicio, razonamiento alguno para recobrarse de aquel dominio absoluto sobre todas sus voluntades.

Pero, ¿qué momento podía compararse con aquel en que ese exorcista fue liberándola de macumbas, limpiándola de los males de ajo y de los mil dedos de espanto que, enmarañados, condenaban de norte a sur a su cuerpo?

Abrió los ojos cuando él le ordenó – míreme- justo cuando ella hubiera querido decir –acabo de empezar a amarte- pero no pudo- Prefirió no reconocerse, limitarse a escuchar – Ésta es la mujer descubierta por la ternura de mis dientes.

Arrodillado ante ella, con aquella devoción de fuego (única en toda la galaxia, pensó Sofía), Rubén, fue besando uno a uno los dedos de sus pies. Ahora perdóneme- añadió, abrazándose a sus piernas. Sofía, siempre sin hablar, le interrogó desde su silencio. Perdóneme, insistió Rubén, por tomar tanto de este templo- y , acariciándola con mordiscos a lo largo de sus muslos, se incorporó (Shaman del amor), justo en el momento en que Sofía atinó a pronunciar la palabra gracias.

Iban a ser las 20h00, cuando la economista Altamirano avisó en la avenida la pirámide del edificio donde ella vivía. Desde el asiento delantero, Rubén, le dijo –Hemos llegado- Se bajó del auto, y, al ayudarla a salir, sin saber por qué volvió a interrogarla – aún no me ha contestado, ¿Qué parte de su piel aún es virgen?

Sin responder, Sofía, saludó con una breve venia y él la vio partir convencido de que aunque, ella volvía impregnada del fulgor de sus estrellas, jamás volvería por la intensa ternura que descubrió en la tarde.

-Sí, un día de estos, el frío terminará por matarnos, comentó Sofía a alguien que le hizo conversación en el pasillo de los ascensores.