FANTASMALMENTE
Erase una vez un hombre sentado en la esquina de su luna, donde estaba, ligeramente vivo en atención a sus temores de no morir completamente en los complicados conceptos de la biología espacial, intergaláctica, en las versiones intradérmicoleosas.
Pensaba en astrobiología microscópica, y en los virus informáticos, bacteroides, y en...las algas de una vecina oruga que oscilaba todavía en su cápsula supersónica, sin sentir qué la llama del mechero y en los tubos de ensayo, la flama de la vida no necesita de testigos, es decir, papel testigo de que la esterilización del material ha sido llevada a cabo, al vapor o con presión simple, y calor metabólico de las hormonas endorfinoides, transpiernosas por fricción, de carácter suave y complementario. En ocasiones, la fantasía fantasmal recorría las pequeñas arteriolas, teledirigidas en sus aspectos volitivos, ausente entre artificios, insensibles, no así. En las porciones más didácticas de la vitalidad reversible. ¡Claro!. En aquéllas circunstancias propositivamente delicadas, y en el sigilo más prudente y decente. En el aire unos destellos fosfóricos contenían varios miligramos de forasterina para inmigrantes, y un aframbuesado sabor desconocido en ese mundo. Érase además, que las conversaciones le daban cierta singularidad frente al espejo, en el retrovisor de aquélla cabina elástica con la mejor voluntad de comprender el texto reciente, reluciente de tapas transparentes, como eran los metaloides transuránicos y blandos. En el frente del mismo, se encontraba el título, aunque no siempre, de la misma manera, podía ser trasladado con un movimiento del dedo suavemente. Si bien, lo importante del contenido textual, trataba del asunto que le preocupaba. ¡Nada menos qué la teleología en el campo de la biología molecular!. "Un...¡Telar ocular desnudándose lentamente!"
Recuerdo cuando lo vi por primera vez, ligeramente pálido, y despeinado, se frotaba pañuelo en mano, la frente, un poco mareado, dentro de una camisa arrugada, traslúcida del tipo intercambiable de valina y leucina sintéticas. Desde cierta distancia, la luz tornasolada quedaba como plateando unos ojales, asimétricamente colocados bajo unos botones esmaltados, con interesantes dudas, y ligero temblor en algunas partes íntimas, en la consciencia geométrica de aquél triángulo.
Cuando miró hacia atrás, todavía estaba el reflejo de la imagen, fingiendo que aún estaba ahí, observándolo. __Bueno, todavía no soy fantasma.__Pensó, para tranquilizarse, ya que de improviso salí de su campo de visión un poco estrecho tras los cristales de alta graduación, casi siempre acoronelados, y de plástico flexible, ajustable entre ceja y ceja. Insistía. A poca distancia, en el crepúsculo, aún límpido, aprecié la luna, casi llena, de vagas notas que parecían un laberinto, de calles estrechas, desiertas, silenciosas, entre la vida y la muerte, como precisamente había pensado que serían los virus entre las algas amablemente prestadas, para reproducirse un buen número de feromonas naturales, con suficiente imaginación en un acolchonado labora- torio espacial, diseñado para el efecto génico.
Y desentrañar los misterios de la biología reproductiva más placentera a nivel microscópico, y en el interior de la consciencia cibernética, se decía, no obstante, preocupado por definirse la vida, particularmente abiótica a temperaturas de cero absoluto. Pero, aún ahora, que ya soy el fantasma de ese lugar, donde habito, tampoco he logrado saberlo, hasta ahora, en esta nueva mente fantasma. ¡Mal qué bien, tal vez!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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