DESDE EL ANONIMATO
Por el resquicio rugoso de mi rincón
preferido, no sé cuanto tiempo un fantasmal
recuerdo me observa silencioso a través
de seca neblina... Quieto, expectante, se
siente desconcertante brillando. Solo
le interesan los rayos verdosos del tapete
y nada de las violetas cortinas.
Arriba el techo cambia el opaco mañana
apiñando ayeres dispersos; un olor a
luna desciende, y al salir la tarde, él
se inquieta frente al piso y no huye
cuando el rojo ruge agudo y permanece
a pesar de ello.
El tiempo extrañamente se detiene al
doblar la esquina una aurora gentilmente
extendiéndose en la hojarasca parda.
Observando se reclina suavemente y en
sus contornos vibran minúsculos resplandores
del cuello a sus rodillas solo, pues más
allá hay solo unos viejos cojines sedosos
paralelos a su inespecífica estatura.
¡Dime qué temes menos a la materia
del ensueño qué anidas... Toma este
asiento desierto. Habla del atardecer qué
palidece, de la primavera deslizándose
celeste, de la púrpura espuma girando!.
Cuenta como el cuerpo se siente sin ser
esclavo del alma, un estuche libre del polvo.
¿Escuchas la sed del laberinto soñoliento
de un cocodrilo asustado, ves las joyas
vacilantes desprendiéndose de las consciencias
temblorosas de los abismos del hombre,
de los lagartos del metal cultivando brumas?.
¡Dime si lo sabes acaso!.
Encima unas lámparas arrodillaban la noche
atando claroscuros de marfiles colores y
el granito entre sirios antiguos desnudos
en la luz lejana de abanicos moteados.
¡Ven!__Ven, vamos a buscar donde yacen
los alfileres abandonados en los restos
de las tristes piedras y en los himnos
de los lirios que flotan.
Tiéndete en estas últimas claridades
amarillentas de las paredes que gritan
y callan invitando al descanso de
serpientes emplumadas errantes sobre
las gotas del trigo escarlata.
¡Ven, ven!. Ven en fin y toma asiento
si quieres y reposa en este silencio sepultado
hecho trizas y abrumado de vítreas
lágrimas perennes, donde la misma verdad
vigilante duerme y al engaño soborna.
Y mi rincón desde ese día ya no es el mismo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez