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CRONOS VIEJO
Estaba en la mismísima punta de la onda, no se sabía si era un corpúsculo o algo semejante. Había hecho, cuando joven, un collar, celeidoscópico, que parecía vigorizarlo, y centellear entre múltiples relojes, arena, soles, mecánicos y elec- trónicos impulsos, que flexibles corrían y detenían eones, millares de infinitos en una gota del océano cósmico.
Creía pensar en él, humo del presente que lo tenía atrapado, pleno y curvo, el es- pacio se expandía, con el pretexto del eterno retorno, embriagado licor de estrellas. Ahí, donde nada tenía que hacer, el vacío bebía su memoria y el eco crecía entre sus grietas, enorme masa de ruidos, vibraciones, líneas geométricas, pulsátiles y desiguales. Era en fin, un objeto, tallado en la piedra, muy grande, hablándose con dureza, en aquélla alucinación taciturna del escultor, de esa primera edad, evolución circular, de avance y retroceso, reinos mineral al vegetal, y el animal racional era al final su desastre.
Con un pensamiento claro, agudo y enérgico, el anciano, logró ubicarse en la pantalla panorámica y dar vuelta al exoplasma del espejo tridimensional de la gorgona invisible, y la estatua de Cronos inició su diálogo. Fue un monólogo petrificado, como él ahora estaba en esa estatua representado, Zeus era sólo una idea, atrás estaba el padre Caos, sonriendo, bien pintados en el pergamino en- capsulado y hermético. [center]El anciano, sordo ya, comprendió el mensaje grabado en sus minerales latidos esculpidos, hacía milenios, infinitos y desconocidos muchos. Comprendió solo aquéllo, que más o menos, puede ser transcrito en éstas palabras. ¡Aquí estoy, principio y fin, encadenado a la eternidad, mi madre!. Gota que envejece a diario, y rejuvenece sin remedio, en el océano cósmico, en el fondo de la materia, en la esencia de la forma, en la forma primordial, vacío y todo simultáneos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Transparentes letras
Invisible Sonoridad De diáfanas lectturas Es Un cuando claro Un cuanto mueble Un cuadro del alma.
De letras indóciles cccadenas Invisibles Núbiles Calladas y resooonancias de fulgor enjuto. Por estos días, el cielo veía las estrellas bañarse, complacidas y todo ese tesoro de tinta pálida viajera, fraterno y papel de racimos dorados en lentas olas, estimado que siendo viva iridiscencia, asoman las nubes quietas, para que vivan, vivas vibraciones, de par en par, la palabra escrita inerte de trémula dádiva, olvidada, por las auroras teñidas de añil, pluralidad, por una vez de piélago espumoso, unívoco, por una vez del albo ensueño, vitalidad veraz. Porque es posible que los amantes de sucesivas presencias tengan márgenes entrelazadas tengan auroleadas transparencias y una viva dádiva divina... ¡Sean!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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