“Hay que estar documentados en cosas y hechos pasados.”
Más de cien aniversarios, honrar principios primarios, la verdad por siempre irradie sin que se moleste nadie.
Airoso, florido léxico, ¡honor a la Ciudad de México!, démosle certeza y gloria de Agustín Lara . . . su historia.
Lo real jamás se inventa, sucedió un octubre treinta, sábado, mil ochocientos noventa y siete, sin cuentos.
No es quimera, ni vil sueño, “El Flaco de Oro” es defeño esto nada nos lo quita él nació aquí muy cerquita.
Por la mera “Lagunilla” tocando una tonadilla vino al mundo, a este planeta, el gran Músico Poeta.
En una casa modesta, sobria, comenzó su gesta, calle sombría tan antigua que hasta la Virgen santigua.
Bendita Puente del Cuervo donde germinó su verbo preludio de una rapsodia, República de Colombia.
Con número dieciséis por favor no lo olvidéis, cambia la nomenclatura y la vieja arquitectura.
Pasados algunos días, por ley, por costumbres pías, nacimiento registrar, bien llevado a bautizar.
El catorce de noviembre, para que la fe se siembre en un hermoso Sagrario misa, rezos, un rosario.
Parroquia de La Asunción entonando una canción, al lado de Catedral, en la pila bautismal.
Recibió las sacras aguas de su inspiración parteaguas, el padrino muy formal, la madrina espiritual.
Le impusieron varios nombres, que no se asombren los hombres, en principio Ángel Agustín, se bautizó a un serafín.
Joyel Metropolitano, su piano Guadalupano, les guste o no fue “chilango” aunque le encantaba el tango.
El eterno Centro Histórico claro, nítido, retórico, fue la forja del Maestro, recémosle un padre nuestro.
En el Distrito Federal cien por ciento cultural vio la luz niño “Ticón” de musical corazón.
No fue una casualidad se dio la causalidad, para aclarar justo el hecho apelar al buen derecho.
Está el Registro Civil dando la luz de un candil, también Parroquial Archivo, más tengo a Dios por testigo.
Existen constancias, actas, la fe de bautismo, intactas; ¿ya lo ven? fue citadino así lo quiso el destino.
Con lo dicho no hay ofensa, que lo cierto nos convenza: nació en la urbe Capital aunque Lara es . . . universal.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F., a 31 de julio del 2010 Dedicado a Don Ramiro Burgos Eguiza, en honor a la verdad . . . Reg. SEP Indautor No. 03-2010-102913333100-14
"CONSUMÍ EN LA DOCTRINA"... Soneto Autor: Diego de Torres y Villarroel. España (Salamanca) 1694=1770
Consumí en la doctrina y agudeza de los libros gran parte de mi vida, y he quedado peor: que está tupida de ajenos desatinos mi cabeza. Buscaba en los doctores mi rudeza de cierta duda la mejor salida, y halló mil opiniones sin medida. pues uno el sí, y el otro el no, me reza. Más necio vengo a ser, más imprudente; la razón natural está más ruda, pues ya por sí no asiente ni consiente. Antes pudo opinar: ya quedó muda. ¿Quién dirá la verdad? Dios solamente. Y yo ¿qué haré? Morirme con la duda.
Un poema me engaña de forma compasiva; me mete en la cabeza que puedo ser poeta. Un poema convierte mi vida en su motivo y saca de mi instinto, de utopía, verdad. Un poema es un hijo que ha logrado su sueño; me enseña que ha obtenido para los dos el Ser. Un poema me limpia la voz de anonimato y la impone al murmullo del mero transcurrir. Un poema no deja que esté solo en el mundo; me trae de todo el orbe la voz de la hermandad. Un poema me eleva sobre los mandamientos, me premia por el tiempo que le dedico fiel. Un poema es un perro leal a muchos dueños; me escolta, aun ajeno, por trechos de mi umbría. Un poema me arrulla como lo hacía mi madre y me despierta en horas baldías a sembrar. Un poema me deja pasearme en tu pretil y a veces me permite saltarte al pensamiento.
Por el pájaro campana escondido entre los astros el cielo canta su historia de polvo y plumas.
Curiosamente, lo que aquí nos ocupa, no es considerado como problema, fuera de la más sencilla de las negaciones de las moscas negras, y los metálicos grillos, con piel de cordero, con la vil pasión traidora, de las mentiras del pasado, y las mentiras venideras, dando el estímulo gris suficiente para el cambio, a un desastre mayor, atrapados por la disyuntiva del triunfo a fuerzas, y el éxito absoluto, trasmitido tradicionalmente por los aires, con la simple alusión al dedo que lo dirige. Aunque jamás fue posible definir positivamente su pasado. ¡Elefanteado hormigosamente!.
Con la sonrisa intemporal del hambre la justicia ya no habla tiene luto por su tumba entre los dioses muerta.
Por la solidaridad reconocida, de los huesos y el humo, mientras el destino mítico de las almas perece, en el bolsillo de las monedas reflexivas, para descansar, purificarse y regenerarse, esterilizando la consciencia de pantanos, basureros, y podredumbre envenenada, con las leyes de la gravitación universal, y el equilibrio de la desaparición forzada del fracaso, la ineptitud, y los intereses deducibles, con fulgurante rapidez, sobre todo con los más poderosos en pobreza e ignorancia, con lo más autónomo de su plenitud... ¡Alacránica y abuitreada!.
Por no aceptar la verdad se ha suicidado colgada de la esperanza baleada por los anhelos donde el engaño triunfa.
Sin embargo, la peculiaridad de la física no estriba tanto en la amplitud de su objeto, sino en la ambición desorbitada del amor por la equidad, donde no se admite la ambigüedad en la distribución de la riqueza, y del trabajo compasivo, que la ética de laboratorio cibernético se encargará de confirmar, depurar o refutar, en la reducción máxima de un sistema de fuerzas espiritualmente perfumadas, con los métodos algebráicos latiendo, con palanca y balanza enamoradas, más allá del torno y la polea disgustados, por el movimiento rectilíneo uniforme, en la dinámica del sólido sin efecto. ¡Culebreando pavorosamente!.
¡Oh, materialidad deleitable y virtuosa!. ¡Oh, materialidad de incitante pureza!. ¡Oh, materialidad de tentación sublime!. ¡Oh, materialidad delicada y compasiva!. ¡Tu éxito y triunfo, ha hecho de la humanidad un mártir!.
En la punta perdida donde el gris es mentira, bajo el polvo escaso del equilibrio desbordante, del color menos remoto del amplio punto, con el velo infinito de la verdad falsa, con la historia que al futuro rinde culto, entre las acuáticas arenas, del olvido apasionadas. ¡En esa débil libertad que muere mucho! Por ser... ¡La ausencia más que mínima!.
El descanso es una madrugada de manzanas. Impactante en madera en plenitud ígnea. Al dar vueltas las esquinas vertiginosas, repartiendo curvaturas, palpitando escalofrío. ¡Tan astutas como espuelas distraídas!. ¡En la disipada diplomacia de una lápida!. Serena y ambiciosa, con su temporal recato. Por ser la oruga de sabor beligerantemente alegre. ¡Con todo el pequeño asombro en fiera calma!.
Descanso que brama terribles verdugos, en los campos con lutos de nieves cuadradas. Siendo impactante descanso el arrojo ciclópeo. ¡Qué clama más desinterés!. ¡Qué espera desatar al tiempo!. ¡Qué malgasta la carencia!. ¡Qué apena al Caos con disimulo!. Arpas lanzas nenúfares fusiles vistosos, los ayunos las zarzas las turbiedades temerarias.
Impactante descenso al desceñir la imperfección. Descanso inicuo de la abyección benevolente. En la enemistad repudiada del abrigo inquieto. ¡Por todo el consuelo calamitoso expandido!. Siendo tan próspero en denigrar la bajeza. ¡Diseminando el olvido en impasibles sobresaltos!. Por la transparencia descomunal arrolladora. Por la radiante opacidad en plenitud excesiva. ¡Oh, inicuo asueto sin faena, sin cadena, sin condena!.
Allá donde el viento escribe, párpados del fuego acuoso, a las flores fieras, blancas golondrinas, la verdad de los trineos, el murmullo de las nubes, la sonrisa de los velos, el corazón de las pestañas.
¡Cincelado, acielado, cincelado!.
Allá donde la tierra calla, pupilas del hielo ardiente, a las cándidas cadenas, grises adioses, la soledad de las arenas, el dolor de las paredes, la espera de las grutas, el espacio de los huecos.
¡Acielado, cincelado, acielado!.
Por ese allá. Donde la noche se duerme. Donde la aurora se dora. Y empuña estrofas imborrables. Y labra lágrimas imberbes. En las sombras heridas de penas. En los sobres ardidos de panes. Por ese allá del más allá.
¡Cincelado, cincelado, cincelado!.
Es Ese Cielo Que la luz llora Que la tierra cultiva Que el polvo goza Que el vacío vibra Es ese acielado cincelado.
Para qué ser otro si mi corazón te sigue amando En mis noches ávidas de amor y de ternura con un cariño que no termina nunca Aunque el lago de mí amor, ahora sea, un secano lacrimoso.
Inhumano tu amor queda en mí alma Encerrado en la capilla del destino Donde lúgubre marcha el desatino Por haberte amado como mía, cuando tú, ya eras ajena.
Pero tú no dijiste la verdad, eso te condena Sin embargo yo también arrastro la cadena de tu pena… Porque queriendo o no, nunca pude decir… ¡no! Y te erigiste como reina, en la miseria de tus melados besos.
Piensa en la belleza, eso es un azar Y la juventud sólo son lágrimas… Escurriendo lentamente por las manos Bañadas de angustia y soledad, en las noches plañideras.
No hallarás cobija que te oculte de mis pensamientos Ni calor humano más ardiente que el mío Porque yo no hallo brebaje para olvidarte Ni ardor que no desee más que el tuyo.