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Esa oveja me enternece cuando le quitan su lana siente fresco en la mañana de verano y lo agradece, pero, en invierno enloquece, aún no está acostumbrada a eso de estar encuerada extraña su vestimenta sin cobija se lamenta porque se la pasa helada.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 30 de marzo del 2024 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
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Poeta
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Las golondrinas quedaron sin verano llegó el invierno.
Alocados vuelos desafiando ventiscas se han marchado.
Tus manos tibias acunan el plumaje del ave herida.
La golondrina volverá en verano a alzar el vuelo.
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Poeta
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De tus brotes, nace la vida Tus entrañas, tienen color. Niñas bellas, campos en flor Alas tienes primavera, ¡Bienvenida!
Te siento, mi piel te sufre, hedor Hirviente, estigmas en mi frente Dejas, con tu soberbio ardor Hieres sudor, verano ardiente.
Cuando llegas otoño, la vida quitas Sus hojas secas, amarillas mueren Sin sombra dejas, arboledas marchitas.
Solo de soledad, mano inerte Tienes, que aferran la crueldad. Invierno gris, blanca es tu muerte
Por Conrado Augusto Sehmsdorf
[img width=300]https://previews.123rf.com/images/hannamariah/hannamariah1708/hannamariah170800007/83910425-una-calle-arbolada-fotografiada-en-las-cuatro-estaciones-del-mismo-lugar-primavera-verano-oto%C3%B1o-inviern.jpg[/img]
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Poeta
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SURGIENDO AL TRASCENDER
Entre pantanos y panteones un loto late frágil en la demora de sed un lustro cuando pudo y debiera ser un sol en la mañana dichosa solo miel en la piel sangre caramelo y leche de gloria el lecho en cada cirio clarín astro y dulce flor y astilla del castillo peregrino brote y flama que rueda y embelesa un vuelo vano donde sucumbe la tumba pronto y acude cada espejo al descanso tan descalzo como fúlgido diamante y deja al jazmín en plácida laguna. En su inmortal secreto el siglo sigiloso incontenible se derrama y altiva cumbre perdona estéril ya doblando al viento triunfante con el viejo compás de las olas y los ríos añoran y agitan fuego…
Cuando hiciere lo que hacemos en la esperanza sembrando sueños y en el sueño durmiendo estrellas y en las estrellas bebiendo nubes y en las nubes cultivando rosas. Por dormir al sueño hecho día con las noches desnudas hojas del árbol un otoño y mil moños del trébol un verano y un durazno ardiente sereno y calmo cuento en el bosque sin miedo y grato. Deshuesando al dolor y sufrimiento con la fuente de la paz fragante con la mano del hermano alegre con la espuma del vivir vivo en el claror clareando cada vela cada piel cada latido cada pié donde espera un farol su luz y la sombra deja de ser asombro.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez.
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Poeta
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Eludir elucidar
En el marfil que danza el ojo y hace a los borregos estirar la lana en la luna lúgubre luciérnaga por estar los hilos del mar de hielos sin poder pestañear detrás de una chispa dulce pecando detrás de la letra esquiva bajo la sombra del reloj hostil qué muere lento latiendo en el pavimento ligero adolorido de verano y el pelo recortado erróneamente eludiéndolo elucidar elegantes accidentales entre las mejillas entre las alas oleosos y con el sueldo a rayas porqué el detonante ya fue la húmeda tarde fabricante ya De velas, herbolarios, herreros ya Del humo, sastres del aire, cocineros Del agua, y cien metros de tímidas fuentes posturas monótonas, verdes convalecientes esculturas ingenuas por eludirse y elucidarse ya.
Pues todos murmuran lo que nadie supone ser aquéllo que la penumbra es del pequeño mono- lito que mejor ha capturado los cañones ligeros inquietos de la cerámica desvalida por las cañas de las especies tropicales de los camellos ideales que afirman de los papagayos utilizar medicinas y la pólvora que hasta hace poco tenía frío cielo habiendo escuchado flotar una laguna desierta. Mientras, la vejez prematura despierta brillante nueve meses nueve veces nueve peces sedientos después del viaje de regreso que era imposible porqué escondieron al mar embotellándolo hoy sin detener al destino del que pende arrugado en la prohibición sofisticada de ser un salado un enjambre de olas y espumas y brisas libres.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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METÁSTASIS
Padece y se detiene la tarde. Es pálida, como la piel del otoño en las hojas, y duele al verde del verano: Duele en los huesos, en el cuello, en la memoria, en todo el aire y todo el suelo.
De repente, entre las ventanas opacas-- de un vidrio en otros tiempos invisible, inmóvil por años en la mirada y lento en los latidos-- salta por la piel y destruye todo; Cuando se podía amar el pasado, cuando se podía respirar al oído. Es un cielo sangrante, sangrante como una catarata, como si todas las puertas se hubiesen cerrado, con espinas y con cuchillos hambrientos sobre la cama y las sillas.
Es el ayer, lo que ha pasado, lo que se repite abriendo heridas más profundas. Por más que cambie el presente, por más ropajes fabricados, eso persiste en las paredes, entre los techos, bajo el suelo.
Se puede ver, se puede escuchar el humo con párpados y manos encontrando el abismo sobre el asfalto, entre las grietas: Se pueden sacar grutas bajo la piel húmeda, encontrando la sangre coagulada, seca, negra, amarillenta que es, y sigue tan completa al cerrar las cortinas, está tan fría, solo entre cada uno y ningún otro, que el recuerdo mismo es una aguja y duele toda la vida.
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Tenía miedo a morir, este cuerpo, esta voz. ¿Serían los mismos que habían soñado, qué habían jugado con la lluvia, con la esperanza en las pestañas?.
El callaba la boca seca. Una lágrima y un sollozo eran lagos congelados y turbios, tan concretos, que rememoraban crueles toda la angustia y el estruendo que puede reptar sobre la tierra. Aquella mujer tenía gracia. Caminaba lenta y tierna, sus caderas no eran violentas, tenían solidez cálida, hechas de comprensión, de ágiles curvaturas y suaves movimientos.
Su mirada tenía voz, hablaba con sus pupilas y tejía sus palabras en crípticos diálogos a veces, no era lo común en tiempos espesos como en las esquinas y las casas. Pero ahora, ¡Qué desgarradora era la música, entre el tétrico silencio y el deseo de no haber nacido!. No obstante, estaba ahí, fragmentada, confusa y ahogada en el interior de cada vena. Pálida, sudorosa y muda, atrapada bajo la piel de vidrios y tinieblas, como si apareciese disgregada en un pozo sin final. Encadenada ahí, inmóvil en la obscuridad absoluta.
¿Qué atrocidad piadosa se desprendía de las angelicales alas caídas y anudaba sus pesadillas?. Estaba disuelta en cada lágrima, vacía dentro del peor abandono, indefensa, desarmada en la soledad más dolorosa. Sus vínculos con el cielo y la esperanza estaban rotos, limados, eliminados de raíz.
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Había perdido el aliento, había bebido el sufrimiento más amargo, el tiempo y el espacio perdieron su sentido, cualquier luz era más obscura, más allá del frío; El simple caminar era una desgracia. Ella dejó de ser, de existir bajo la ropa, dentro de cada hueso, gris inerte, sentada en el piso la mirada sin brillo, mientras él, allá lastimero, se ocupaba en tratar de entender lo imposible, lo incomprensible, el infinito de la noche del alma, la eternidad simple. La sinrazón de todo lo pasado.
Con solo cerrar los ojos aparecía sonriendo, y su voz mecía el sabor del aire, del aroma en la cocina, en la recámara y el patio sus pasos escuchaba. Ahora el silencio helaba, ¿A dónde lleva la fe perdida,lo celeste desconocido, lo sagrado yerto, ingrato y perforado?... ¿Qué fuerzas tenebrosas y que laberintos se tejen bajo la cabellera de la existencia?.
¡Todo aquéllo había estallado, un mundo amable, un suelo más firme, más fértil, un sueño posible, respirable, armonioso!. Con la paz en los zapatos y el pecho. Inesperado, intempestivo. El aire era fresco, la brisa clara. Las sonrisas puras y el palpitar alegre.
¿Cuándo dejó de ser, y cómo?. Aunque... ¿Quién se puede atrever a decirlo, a expresar el profundo desconsuelo, y que en algún sitio la esperanza esté viva, segura, sin mancha, más allá de la soledad, del otro lado del llanto.
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El hielo comienza a elevarse, el humo es pesado y espeso, los techos arden, las ventanas son puertas al abismo, y usted se ahoga, oye los disparos, tiembla, el vacío se apodera del vientre. La cabeza da vueltas, duele. Paredes, sillas, mesa, vasos, platos, ropa, juguetes, todo huele a muerte, la calle es un inmenso túnel, todo obscurece.
Usted es un manojo de nervios, se enreda, tropieza, no sabe que hacer. Luego el asco la cubre las ideas, los cuerpos deshechos, la sangre gotea, corre, se seca, huele a olvido impotente, sus manos perdieron el aplomo, está desarmado. Pasan los meses y los recuerdos son inevitables, el olvido se compra, se fuerza, se le ignora en mil formas distintas, pero de cualquier modo, no produce mayores cambios en la intimidad genuina, verdaderamente consciente, con la sensibilidad en el alma y la memoria.
Los vestigios de un mundo aniquilado flotan en el tiempo, en el aire, en el agua de cada lágrima seca, en las sonrisas perdidas. Inopinadamente surgen las ausencias sin nombre, y los huecos petrifican el aliento, las imágenes sangran de nuevo. La represión se disimula aberrante, se insiste en las apariencias de fiesta, de espectáculos distractores, de negar el desastre. ¡La consciencia podrida!. Es la metástasis.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Asombrosamente Cambiante
Tímida la sombra con su esplendor reluce en el corazón fatal de luz ciego capaz de sobornar al mar con la sal plantada en miel.
Por el río de cabello plateado el sueño vuela dorado con el olor de música azul.
Allá en la inmensidad instantánea ha quedado la eterna noche desgranándose de una estrella minúscula vértebra del horizonte.
Por la cabaña que saluda mi camisa tras la risa con el dolor de ventana rota.
Anulado o crecido el misterio fúnebre arroja la esperanza testigo del vacío deshecho con la satisfacción sepultada.
Por el día de color sucio la tarde perfora el otoño con el sabor del pálido tiempo.
Nada, en el agua, una lágrima salada en la sangre invernal navegando en la tierra seca la paja en el arrecife muerta.
Por la espuma de la esquina el viento lee el periódico con el párpado del clima atroz.
En tanto la soledad se embriaga con la espuma de primavera que mece al fuego tibio con el hielo en el verano.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Desahuciado solo existe
Desahuciado Solo Existe
Un sol de verde vestido, en el que danza, la lluvia, nerviosa en las piedras tejidas, de cobre, en el que la luna, bajo el lago, reflejándose, una sola choza, que dibuja, flores de niebla.
Un tiempo desolado, el reloj parado, la balanza cruda, sucia la frente, en el instante, gris, despierta, estuvo cojo en el lodo, encima una tormenta, temerosa en su sueño, truena, donde la obscuridad fabrica nidos.
Con las manos en los huesos revive, entre cortado, como correría una liebre, triste, está escribiendo un cuento... ¡Verano, acarícialo fresco, tiene fiebre!.
Las flores ya no acarician su dolor, muere bajo la piel, con la mirada en el piso, inquieto. En el alma enferma, tiene miles de huecos presentes.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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CULTIVA LA CAUTELA
Si el ensueño venturoso devanea. Y el corazón gime de amargura. Por desprender al cielo una estrella. Que nada dice de la noche. No escribas con su eco. No arranques la soledad nacida. No pierdas sus dulces nieves. Mucho verano mata el invierno. Si al fondo obscuro lo confunde. Que la espina espigue sus espumas.
Si la turbada vista alcanza. Dales vivo ejemplo y viejos nombres. Más sublimes prodigiosos y frugales. Con la férvida corriente en remolinos. Entra ardiente en la sonrisa. La magnánima natura fúlgido lucero. La pureza de la aurora derramando. Hoy solícita con dulces dones. Si el amor está en la sacra esfera. Con los brazos de la mañana calma.
Si el noble rostro asoma. Hoy que miedo causa el pasado. Al verle escaleras al tropel silencio. Y el severo semblante muda. Cuídate muerte afable absorto. El torrente asorda cualquier iris. Y la inspiración agita la mano impía. De abandonos y abusos que crecen. Si el ancla la nave desdeña. Y agreste teje su destino. La cautela cultiva.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ACALORADO
Sentado estaba el calor sobre ese día con el sudor del verano lejano el columpio balanceaba un otoño con las hojas del libro enojado corriendo entre letras y renglones capítulos de nieve en un frasco cansado miraba en su cara el espejo con el simple suspiro del tigre cuando tiene alguna idea del sombrero en la cámara oculta del ropero del niño que despierta en la escuela del tornillo que duerme en la tarde donde escapan los recuerdos del sueño entre los bosques angustiados y asustados por la comida sin apetito ni sabor que cultiva la sed en el agua y el mar en el corazón del viento y los relojes en el tiempo perdido por la eternidad de los tejidos ligeros con la música mortal del silencio cierro los ojos y te recuerdo que vienes de tonalidades misteriosas donde no hay alegría ni afán de sufrir por la nocturna pena que ofrece el día al calor que muerde una flama recibiendo los favores del desdén en el trasluz castaño de una promesa donde la noche germina como un guijarro encendiendo las estrofas del poeta...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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