|
“Mis farras están vacantes . . .”
Ya no soy el joven de antes de quereres y de amantes, ya soy más fiel en amores, de mis canas sus fulgores.
Con amigos paso el rato, los quiero, no los maltrato, como existir ya me pesa voy sentando la cabeza.
Aún así nada me inhibe ni la muerte inclusive, mas, claro que la respeto por eso nunca la reto.
Menos, pero me divierto, más que bien el tiempo invierto poco o mucho que me quede mi ego no retrocede.
Me solazo en la escritura retomé algo la lectura; ya no soy el joven de antes, el de rondas trashumantes.
Ya modero los excesos atempero mis complejos, traumas y limitaciones, controlo mis emociones.
He dejado atrás los vicios, me refugio en los resquicios de la calma y el sosiego, a la mesura me apego.
Mas, sigo con mis defectos, soy del gremio de imperfectos seres de inexactitudes que balanceo con virtudes.
Por supuesto, salgo menos, las fiestas echo de menos, ya no soy el joven de antes mis farras están vacantes.
Y es que no me queda de otra, cáncer, diabetes, la gota, no me dejan otra opción: . . . vivir con moderación.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 08 de abril del 2023 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
|
Poeta
|
|
“Tierna edad que ni se nota, primaveras . . . gota a gota.”
De antaño su nacimiento de amor eterno sustento le cantamos a la vida que, en Lupita, sí se anida.
Noventa y nueve años, entera, en lucha que se reitera, que tiene muchas vertientes y del rumbo son cimientes.
Su esposo se adelantó con llanto la pasión ahogó, ayer el cielo nublado hoy de nubes despejado.
Héctor, Cristina, su esencia, Roberto de harta querencia, un Raúl que la incentiva es “bombón” y la cautiva.
Gran guardián de ese pasado constancia que Dios le ha dado dentro de un cuerpo pequeño que, hace tiempo, fue de ensueño.
Que tiene hermosa presencia, magna memoria, excelencia de un pensar muy suculento, le admiramos el talento.
Recítenos cien poemas, díganos frases, mil lemas, vislumbre el bello camino que le dicta fiel destino.
Ya casi, muy cerca el siglo bien vivido sin remilgo, con decencia sin excesos balances y contrapesos.
Ha tenido en la consciencia de tal existir paciencia, se ha gastado así los años de los múltiples cumpleaños.
Doña Lupita Molina me falta voz, mas, me anima ser parte de este presente el estar entre su gente.
Que la quiere, la respeta, ¿me puede dar la receta?; no se nos quiebre bonita nuestra alma la necesita.
Son preciosos los dos nueves, lindo el blanco de sus nieves las canas en tersa sien a un puntito están del cien.
Sensata altiva cabeza de luz, razón y entereza, ¡Jesucristo la bendiga!, mi admiración . . . ni se diga.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 12 de diciembre del 2009 Dedicado a la eterna Bella Dama, Doña Guadalupe Molina de Barrenechea Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
|
Poeta
|
|
FINALES POSTREROS
Todo ésto sucedió hace mucho tiempo y, desde entonces a menudo previo al inicio, sin dulcificar la acidez excelsa de las minúsculas amarguras, granuladas, encapsuladas, en gotas y soluciones en suspensión, estando lejos el refresco de las arrugas verticales por el atardecer con menos fuerza. En el taller, desempleado, con el agua que hierve las herramientas en alerta que encienden su tristeza, infiel de mano impía por el rencor de la moneda del blancor relajando un limonero.
¡Sí, en él!. Taller qué hace oscilar el baño de vapor giboso de las calles conmocionadas por el silencio. Estruendoso nadaba un pez abrumado por el óleo colgado en la madeja de lana en aquella pared rugosa. La noche verde aún la luna en su vejez contaba estrellas saltando como ovejas de miradas serpentinas limpiándose los dientes en un lobo qué temían moviendo el aire tembloroso sin inclinar la cabeza siendo imposible reconocerlo.
Entonces el hijo del carnicero se armó de valor y avanzó. Se amontonaron unas tijeras en los escalones como palomas en un peine desenfadado por la larga lista de caballos saltando arriba y abajo para calmarlos. Agitándolos con el acorde suave de agria voz. Por el ingrato silencio de la mirada devorando insectos.
Así el fueron muy felices quedó instalado en el dispensario recomendado por los mandriles cotidianamente iluminados por el uso de las profusas mordidas en un convulso epílogo, confundido con el prólogo a la defensiva con piedras y palos en la mano qué lanzó el primer inocente detectado, retirándose misteriosamente a meditar en un cómodo ataúd sumiso como el honor vendido, y ofrecido bondadosamente al colorín colorado.
Tomando en cuenta ya, el área posteroanterior del raro gris esmalto las auroras de fuego y la más herida luz sin vida dirigiéndose a los pianos. No embargante. Bien se supo lo mucho que lloró la noche desde que sus ojos cayeron al tomar las declaraciones llevando sobre su vestido un cable eléctrico mirando las peladuras del cielo más temprano que de costumbre tocando las heridas frescas en la multitud que quisiera salir de los abarrotes que brotan del asfalto con penetrante insistencia.
___ ¿Es un acertijo?. En ese instante las paredes se derrumbaron entre los recuerdos ya lejanos. Del... Había una vez entre un álbum fotográfico como una presencia amarillenta que permanecía escondida acariciando las condecoraciones perplejas. Del... ¿Qué importa?.
Ese que importa más apetecido con la ostensible emoción jadeante después de recorrer la explanada filosa produciendo el aleteo una figura lúgubre desplazándose en espirales lentas en la parte interior del saco. No está demás.
¡Sí, no está demás!. Diciendo: Debemos tener alguna precaución usando las palabras del dueño de la casa por la estafa lisa y llana después de los genealógicos segundos al asomarse el gato que comienza a lamerse con prolijidad por las calles con un gesto tímido hecho de marfil, sobre una pescadería de una sola pieza al cabo de muchos años, tropezando con los suspiros indolentes en esa parte de horizontalidad que nadie se atreviera a mencionar en una prueba de exterminio.
Así terminan las alegres mariposas en las tumbas caprichosas que plantan peregrinas las espinas estivales en el esplendor de las sombras tutelares en los calcinados precipicios de los claros vitrales.
Porqué las letras no resisten mucho tiempo altas dosis de continua realidad con sus impredecibles reacciones al pasar la eternidad al dar la vuelta a un periódico clima con la amenaza de ciertas divinidades de entrega inmediata, por el esfuerzo de querer reconocer sin remedio a la manzana enroscada, en una especie de eco aprendiendo a vender manojos de verduras al preparar la cena bajo el suelo bien ordeñado que se nota a simple vista de topo tragicómico en la ocupada cornucopia.
En cada final todo volvía a empezar para las casas sordomudas que se extendían con impotente desesperación bajo la forma de una clara y sana rigidez, ligada a una opinión muy diversa según la moda lo demostraba, en las armadas controversias del enrédote frágil velo de la concha impulso e igual indiferencia.
Uniéndose unos a los otros como en una imprevista bacanal que termina de arreglarse, y va a su dormitorio en los alevosos minutos cazadores dentro y fuera con su cuerpo de sirena, ladrona de frescas juventudes por la estrofa impenetrable de la montaña desnuda.
Así ha sido este brebaje de confines, ringlera de remates, pisaverde desenlace. Tanto como cuánto ladra el búho pálido de la fatal jornada, y dónde los mares enredan penas sin fe ni flores pero que aseguran servir de veladoras inestables en tiempos normales, y en la medida de su propia exigencia, por el porvenir que cae sobre ellos. Y... Como siempre. Terminan con el postre.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
TRISTEZA ANTE MI CHOZA DERRIBADA POR EL VIENTO DEL OTOÑO.... Autor: TU FU Poeta Chino (712-770)
En el octavo mes del otoño el viento aúlla con cólera y se lleva en torbellino el techo de paja de mi choza. La paja vuela, cruza el río, se extiende por las
márgenes. La que vuela más alta se queda suspendida de las
ramas del bosque, la que vuela más baja cae girando en el patio. Los niños de la aldea del sur se ríen de la
impotencia de mi vejez. Tienen la audacia de venirme a robar delante de
mis ojos. Sin disimulo arrancan la paja y huyen a través de
los bambúes. Les grito hasta que se seca mi boca, pero de nada
sirve. Entro de nuevo, suspiro, me apoyo en mi bastón. El viento cesa bruscamente, pero las nubes siguen
amenazantes. El cielo del otoño calla, se oscurece en la noche que llega. Las colchas y sábanas son usadas y están duras como hierro, los niños, como les repugna acostarse en ellas, las han roto a patadas. Todos los lechos están húmedos, ni un sólo rincón
quedó seco, las piernas me duelen, sin poder estirarlas, me aflijo, me lamento, no puedo cerrar los ojos. La noche es larga y húmeda. ¿Cómo la pasaré? Si se pudiese construir una mansión con miles de
cámaras, tan inmensa que protegiera a todos los que tienen
frío, todos tendrían la mirada más dulce. El viento y la lluvia nada podrían contra ella, sería sólida como una roca. ¡Ay!, ¿cuándo llegará el momento de ver aparecer
ante mis ojos esa casa? Mi choza está derribada, moriré con el frío que entra. Poco importa.
|
Poeta
|
|
HIPOCONDRÍACO
A veces intuyes un final muy próximo y comienzas, con el dolor al pecho, a preguntarte qué se han hecho los amigos de antes y los buscas en obituarios de pasquines, aunque sabes que andan todavía, repartidos, por diversas estaciones y ramales, destilando, los menos, saludos invernales.
Y al dolerte el pecho te creas taquicardias, tiritando el albur de un último instante sorpresivo. Entonces, empiezas a fornicar en pensamiento o subes al vino espirituoso arrepentido. Con el dolor al sacro, luego, temes no poder amar a más mujeres y te entumeces en el crujido del menopáusico macho, que abriga sus pies por el resfrío o ungüenta sus dedos amarillos.
Los espacios de sol te ofrecen escenarios celestiales, que rehuyes, inmerso en tus achaques, temeroso de las corrientes de aire.
Lo que justifica en conciencia, plenamente, tu furtivo ingreso a las casas de masajes.
|
Poeta
|
|