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DIÁFANO PRÓFUGO (((Dadaista)))
¡Mira!. Aquélla lejanía teje hojas a las horas verdosas cercanas entre las velas de barcos de cera y bosque de llamas a tiempo lento de humos.
Mira la hoja al ojo enamorado de las pestañas años añejos en las duras nubes bajo el agua del parco parque hecho escalera a escala la montaña monta el monte emboscado clara cabalgadura blanda, como come la negrura carcomida esa tarde al mirarse antes cruda y dura.
¡Diáfano… pró… fu… go!. Aunque todo resulte menos En la punta circular que cae En la esfera triste que llueve En el beso líquido que huye En el vaso espeso que fluye.
La noche sin sueño fusilando lunas y ladrando al libro aves deshilando blandas jaulas en el jardín arrepentido.
Mira, mira, mira. ¡Nadie mira!. Al tiempo parpadear que ciega escapando.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Referencias útiles son: https://www.youtube.com/watch?v=1dkUT5IMO1w https://profeenhistoria.com/dadaismo/
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Poeta
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EL VERBO SER
Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se halla necesariamente en una mesa servida en una terraza, en el atardecer, al borde del mar. Es la desesperación y no el regreso de una cantidad de hechos sin importancia como las semillas al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una roca o el vaso para beber. Es un barco acribillado por la nieve si queréis, como los pájaros que caen y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña delimitada por joyas capilares. Es la desesperación. Un collar de perlas para el cual uno no sabría encontrar un broche y cuya existencia ni se sostiene en un hilo, tal la desesperación. Del resto no hablemos. No hemos terminado de desesperarnos si comenzáramos. Yo, me desespero por la pantalla a las cuatro, me desespero por el abanico a medianoche, me desespero por el cigarrillo de los condenados. Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene corazón, la mano queda siempre en la desesperación sin fuerza, en la desesperación cuyos hielos no nos dicen jamás si murió. Vivo de esta desesperación que me encanta. Amo esta mosca azul que vuela en el cielo a la hora que musitan las estrellas. A grandes rasgos conozco la desesperación, de vastos asombros menudos, la desesperación de la altivez, la desesperación de la cólera. Me levanto cada día como todo el mundo y descanso los brazos sobre un papel floreado, no me acuerdo de nada y siempre es con desesperación como descubro los hermosos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitación es bello como palillos de tambor. Hace un tiempo increíble. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento de la cortina que me asiste. ¡Se conoce semejante desesperación! ¡Fuego! Oh van a venir de nuevo... ¡Socorro! Helos aquí cayendo por la escalera... Y los anuncios del periódico y los avisos luminosos a lo largo del canal. ¡Montón de arena, vete, especie de montón de arena! En sus grandes rasgos la desesperación no tiene importancia. Es un hacinamiento de árboles que una vez más van a hacer una foresta, es un hacinamiento de estrellas que una vez más van a hacer un día de menos, es un hacinamiento de días que una vez más va a hacer mi vida.
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Poeta
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DESANGRADA LA VISIÓN (Visual Neosurrealista)
Los ojos de arena en el aire se cierran irritados, colgados de la luna del espejo en camiseta. Los ojos de aire en la arena se abren frescos, anudados al reflejo de nieve en saco. Los ojos de los gritos besan alarmados, caminando la noche debajo de una piedra. Los ojos de los cristales callan inquietos, nadando el mar arriba de una nube.
Desangrada, desangrada la visión se viste ciega al tacto del olfato intacto sabor luz ++ +
Con la espalda por delante como el arroz piensa al trigo con la piel de avena que la leche baña en cuatro vasos verdes tenues del otoño en la manzana por el exterior habitado del camino en el metal atardecer de piedra una palabra desprendida del dedo que calla los labios del ave en la noche interior de las pupilas que ven más allá las mariposas en el exterior que pocos ven y se desliza en el silencio con sus escamas en los colmillos de las garras en los tentáculos de las paredes que oyen por el techo de los alambres que huelen por el dedo de los incautos que piensan ser libres...
Desangrada, desangrada vístese la visión al tacto ciega del olor salado miel vil ++ + ¡Qué miran sin ver el rojo en la sangre! ¡En la sangre sin ver el rojo que miran! ¡Sin ver el rojo en la sangre que miran! ¡El rojo sin ver que miran en la sangre!
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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QUIZÁ QUISE QUIETUD
Por mover ese silencio entre las ramas, de las nubes cinceladas en el pecho, en el aliento de las flores secas, por las virtudes en claras ruinas.
Entre los versos y vasos blancos, entre los cielos y tierra dura, entre los pasos y puente blando, entre los peces y monte rosa.
Quizá son lágrimas de hielo. Quizá quise acariciar el fuego. Quizá quise quietud en el océano.
Quizá quizá, el mármol está marchito. Quizá quise verlo viviendo. Quizá quise quietud ante la muerte.
*** PORQUE ***
Por el espinoso violáceo danzan tristes arroyos que al mirar los bosques van dibujando melodías y esmeraldas, donde la luna tejió unos perfumes dorados. Y en ese querer perdí mi muerte postrera viviendo.
Quizá quise quietud, estando muriendo demasiado. ¡Quizá, quizá, viviendo demasiado!. Quise querer como se debe a la vida. Quise quietud como se debe en la muerte. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EXORDIO CRíPTICO
Era extraño, el día no caminaba, ni corría el techo por el árbol temeroso a escaparse por el baño, y acariciar cada lámpara con lento paso, incluso de pensar en no hacerlo con los quince minutos que flotaban junto al vaso del tigre... ¡Sí!__Era el mismo tigre del acuario con el mínimo esfuerzo del humo frágil al salir de aquellos peces pintados en las paredes. ¡Vaya idea del barco a media noche!. El mar como un exordio, dos ojos, y dos décadas más tarde que de costumbre, y al hacer hoyos e introducir en ellos cascadas de ajos y de sueños explosivos, y todo por llevar cinco toneladas de gatos de todo tipo de terreno, siendo equiparable a la conquista del polo que despidió a la novia del vecino subterráneo, y le encordó un cable telefónico, estando preparado para una larga jornada con más dimensiones que formas diferentes inspiradas por los hongos comestibles desviados por los rayos de luz a medida que pasaban cuatro años por los distintos puntos del cielo, y que alguna vez pareció imposible.
Pues bien, no era ni amor lo que ella me tenía dentro del frasco, era tal vez el humo de tres campanas por el furor de la primavera, y las cuerdas vibrantes casi desteñidas por el parque de las hojas secas. Me preguntaba. ¡Tan críptico!. ¿Quién lo haría así? Es necesario pensarlo, y ser el primero en no hablar con la camisa arrugada, y plantando semillas en los muslos del coche donde se quedaron las maletas que nunca fueron sedentarias, y debieron amortiguar el impacto del choque, puesto que no eran reptiles entre las docenas de destinos para no repetir ninguno de los materiales al cruzar el equipo totalmente amenazado cuando se enfrenta a sus peores enemigos, la mayor parte del tiempo ajeno a ser un simple mueble de la oficina sin sentimientos campestres, y sentados en una cafetería. ¡No, claro que no!.
Antes que todo, deberíamos estar conversando de la adversa suerte embravecida con el deleite perverso de los lápices y plumas de pescado frito y palomitas. Sobre todo, con el frío del mármol nostálgico más angélico que humano al mezclarse con el eco tibio. No obstante, los rezos fatigados fueron menos fríos y agresivos, incluso por la misma agua sedienta de las dietas que hoy se conocen para tratar el nuevo piso rocoso que había dejado el muro de la cueva.
Bien sabemos que la historia está plagada de malas intenciones deseando informarle de inesperados relatos alzando los riscos de viejas ilusiones, y allí sembrando las tardes en una sola lámpara, nada más en una lámpara... ¡ Qué falta de tacto !.. Como si fuera tan fácil sacarlas después de eso, y sin gastar energía que envenene los pozos en empaques pequeños y de fácil manejo.
Pero aquí no acaba todo, puesto que es insípido el libro, incoloro el cinturón e inodoro el alivio ligero de moda suministrado intencionalmente con el asunto enmarañado que distrae al verlo. Supuestamente, sería todo un éxito con un poco de eléboro negro en la contabilidad de la lluvia, muy distinta a como la vemos nosotros, y dónde la confusión abunda entre las criaturas marinas.
En fin, no deberíamos ni intentar comprender estos acontecimientos sin pensarlo en la grata intimidad de un tapete indignado por el lecho de toscas vestiduras. Extraño pues, es este látigo de letras sin sentido definido, con la memoria inerte, y la fragancia de los ojos asombrados en cada momento que se olvida clandestinamente por la inmersión total en este tipo de escritos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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FRAGOR INSÓLITO
Será en el ayer El ruido de la montaña perdido en la noche Porqué al desdar habrá entrevisto. ¡Qué retorna en la luna débil!. Insólito fragor. De los cristales ahumados. En los pétalos del silencio...¡Cómo cubos plenos!. Esferas agudas, incólume incultura, arrugada nube. Y lo qué entrevea cada cuna. Del humo simétrico. ¡Con la destreza del jade!. Insólito.
¡Dónde la edad se moja volando!. Al fragor del trigal. Con un pequeño anhelo embotellado del filo frecuente. Ayer será, dicen qué dijo, me dices. En la cosecha del rocío ermitaño. Y tal vez entreviesen la tormenta, piensas decirme. Como cada mes fugaz en la mañana. En el cobertizo qué hubieron contradicho. Lo que anuncia una cabaña tímida y tibia.
Del ruido de la noche barrida. Por la risa de los pinos abundante. ¡Dónde se ha perdido el último sabor frío! Por más qué contradiga la calle sigiloso... Dices, pienso. ¡Con el olor del tiempo blando!. ¡Fragor insólito!. En las aves del pañuelo café. Del vaso verde césped. Un huésped, solo. ¡En la sombra qué vibra evidente!. Aún antes qué contradigan las arañas... Del tiempo. Con la mirada del vaso suficiente párpado y retina. Aun después qué contradijeren las telarañas. Ignorantes.
Por el fondo del cabello alegre, al desencantar el descontento. ¡Insólito!____ Como se ha perdido. un cuadro, en el cubo. En el ruido, en la ruta incierta, en la puerta infeliz, al fragor. Del trino imagen, de auroras esbeltas, murmullo frondoso. ¡He quedado, como el forjador de las quimeras malogrado!. ¡Dices!___Qué digo: En el insólito fragor, olvidada la marca inicial. En la montaña de noches donde el silencio anida.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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BIGORNIO DE LÉGAMO (Neosurrealista)
De la paz probar un plato. la cuchara ha de hambre muerto. Ya... ¡Vaya bicuadrado de bicípite bicoca!. Al precio de las últimas rodillas, en la mesa de las uvas inocentes, multiplicados miles de veces, en los vasos amueblados candelabros, por la orden de la noche impresionada. Ya... ¡De légamo el bigornio fructifica!. Ya... ¡De óbito es el plato y la cuchara!.
De Légamo Bigornio.
¡Cuánta birlesca cunde!. Apartando de la piel sus extremos. Y de soslayo las cosas deseables. Entre los premios consternados. ¡En el vituperio blasmar!. Por esos idilios del bocadear. ¡En el fervor de los bancos!. Del pobre boquiseco incauto. ¡En el favor de los brincos!. De la parsimonia al paroxismo. ¡Cuánta birlesca cunde!.
Bigornio De Légamo.
De la paz con la certidumbre apresada, va la corriente resignada a ser lavada, por el ejemplo peregrino escalonado, de la cena fugitiva forastera, mendigando la riqueza sin retratos, de las copas invitadas en ayunas. ¡Por los bocados del hambre!. ¡Por los páramos del hombre!. Del légamo, bigornio, de légamo.
Ya los troncos copian al viento el olvido, en las cadenas heridas del borde, en las estrellas qué ladran, al resplandor del vidrio agrio, al palomar del traje sobrio. Ya los troncos copian al viento el olvido.
¡Vaya, vaya, sórdido bigornio!. Por el epítome sin efugio ni evasiva. ¡Vaya brete sin reclamo!. De lo bruno bordado en incontables poblados. Cafáreos calcáreos y escamados. De lo bruno bordado escaldados. ¡Vaya brete de calimbo calinoso viperino!.
Ya, ya, el pamplinero en fuga es solapado. De los hierros prometidos estremecidos. De los inseparables imponderables. En las falsas confusiones confesas. Se castigan las migajas de los vértigos espesos.
Ya, ya, por el bigornio de légamo.
La calle se ha ido, a morder la luna, con el nido sangrante, llena de hueco y ceniza. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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SOLEDAD OLEOSA
Del perfume a soledad cuelgan los espejos los pasados. Aromas náufragos de los últimos, domingos, relojes, repentinos, dictados de libreros compañeros fieles. Al paso de los benevolentes puentes. Soñadoras pesadillas iluminadas. Tinieblas acogedoras adoloridas. Por El vigoroso rumor de los otoños en una hoja. Al primer vaso en verso. ¡Quién más quién, menos escrito!. Como se cuenta en el silencio. Sol Edad Oleosa
Como insisten las tuercas al cuchillo triste. Olvidar y culpar a las cucharas. Recomendando. ¡Escuchar del mar el sabor dulce!. Tenebroso manipular. De las sedas emotivas. Manipular tenebroso. De las campanas. ¡Accidentales!. Como suenan en el solo más ahora. Del culpar a las balas de la vida. Balando los corderos entre nubes. Por El Devoto escritorio al impulso del pirata. Con la suerte arrobadora despeinada. ¡Decorando en el desierto la humedad!.
Edad oleosa solo edad oleosa. En la negrura del sol dormido. ¡Oleosantos!.
En el breve verde ventanal fatal. Por el muy distante anterior. En el sueño abierto de angustias dobles. Por el palacio de seca sangre. Y la sed qué delimita la justicia extinta. Por El juicio mudo del óleo. Del monólogo bendito. Un aceite retorcido. En la palabra. Suntuosamente torpe qué pasa pensando borrar el pasado y engañar las gotas a las tormentas, los estremecimientos del aire y al huracán en cada dedo afilando los crímenes contra la humanidad de los techos deshechos y los patios tapizados con los olvidos del hambre y las arañas mareadas.
Oleosa Sol Edad... Cuando del momento el umbral se traspasa El Pasado sin los reflejos desayunan los espejos. En la nada celosa de cualquier cosa. En la moda qué mide la vastedad del vacío. ¡Sangre, sangre, sangre!. Del viejo aguacero. Acariciando cada lecho. En la mirada del tiempo. En la muerte del olvido. Cuelgan Los Pasados Su Perfume A Soledad Los Relojes Repentinos...¡Soleosa Edad!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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