Cuentos :  Y Comodur miente...
Y COMODUR MIENTE...

En la penumbra un pasadizo subterráneo, el túnel, había pasado, sobre las vías, el pasajero.
Comodur, el diario, arrugado, bajo la nuca, el hueco, tirando pedazos de tiempo, desocupado,
escondiéndose, también bajo las vías. Comodur. Un párpado abriendo y otro cerrando, en las
pestañas, años de tren en tren. ¡Y pensaba, en pensar sin mentirse!.

De pronto, ese día, en la madera tratada, árboles en otros tiempos, verdes... Verdes de otros,
tiempos, ramas de meses, raíces de noches, bosques nublados, aceites semanales, afeites
diarios. Y de pronto. ¡De pronto!. Sin mentirse.
La tarde saltó la barda bajo la mirada de aquel árbol, entre las piedras, cargado de rayos. Ante
Comodur. Un salto alto, atigrado, por nubarrones como cerrojos, parpadeantes, después de
llover, lagos, escuálidos, los relámpagos en la superficie, al fondo del callejón. Desierto.

Cierto, cierto. ¡Tal vez demasiado desierto!. Lo dijo. ¡De verdad!.
En un grano de arena. El reloj tenía el tiempo. -Un humilde y sencillo grano-. Así pensó Comodur.
De cierto día, al caer, lento el sol, areneándose. ¡Saltando como tigre nubes arboladas!. Sin nada.
Al fondo desierto de la noche, acercándose, relampagueando viejas callejas felinas, amarilleando.

Esa tarde arenosa, vio todo un desierto. ¡En un humilde grano!. Al reloj, al sol saltando lagos con
sus rayos en la mirada, en él. Árbol de otro tiempo.
Pero ahora... ¿Quién podría creerle?.
Tal vez, sólo él, sin mentirse.
Pues. ¡Quién estaba también durmiendo!. Y vaya que si lo hacía. pensaba, lo imaginaba, despierto.
Porqué. Bueno, porque solo soñaba, desde varias horas atrás, porque, recostado, soñaba.
Y él bien lo sabía. Y además. Y quién y porqué. ¡Eran sordos!. Ambos, mudos, y ahora dormidos.
Y a él, Comodur, lo dejó el tren.
Bajo la vía.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta