Todo fue propicio, la noche se permitió ser el escenario, el flujo de la calle aportaba la iluminación, tus pasos resonaban con el eco de las sombras. Yo ponía mirada y abonaba la memoria; ir era una forma interminable de llegar a la meta. Qué cosa más natural el sentir tus dedos en mi espalda, qué cosa más obvia recibir tus besos con sorpresa. El absoluto venía de dentro, era sentir ya no la mirada desde el cielo, era saber que el ojo estaba en nuestro pecho y mirar era hacerse el uno al otro.
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Poeta
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