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La felicidad es efímera, como efímero es el amanecer La obscuridad se convierte en luz, que cubre de color Las cosas que lo han perdido, he sentido ruidos sordos Entre gritos de silencio, se mesclan ilusiones con temores Que vienen de lo profundo del averno, son como sufrientes Durmientes, de un viejo ferrocarril que nace y muere Tras un largo viaje, llevando como equipaje penas Que ya no existen, realidades que soñamos y que nunca se cumplen. La felicidad es un conjunto de de sucesos, simplemente eso. No se es feliz por tener, si no por poder hacer, no se es feliz Si los que amamos no lo son, no se es feliz si la razón No lo entiende y solo se aloja, en un rincón lejano de tu ser.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf
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Poeta
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Tengo miedo de no poder ver crecer la vida De sentirla lejos, herida de muerte lenta De no escuchar las aves, volando por los vientos Intentos de felicidad que no encuentro, ida
Sin regreso, boleto comprado en el infierno De ciudades que no existen, autómatas viajan Por caminos perdidos, saben de soledades De tristezas y de olvidos, no tienen destino
Solos están como yo ahora, siento que pasa Rosando mi piel el frío tren, los años perdidos Están en él, pasajero del tiempo que supura La hiel que estremece mi ser y que no comprendo.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Poeta
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Huidizo lindero
Marcan las hojas los pestañares. Las cabelleras cremalleras. Los perfumes perforando. Linduras verduras. ¡Amarillentas!.
Por el principio excesivo de carencias. Donde el depósito de olvidos llueve menos. Tanto en tan poco dulces como inanimados. Límites en la mancha con sabor hueco. Límites en la concha con dolor lleno.
Es el torrente sin huellas de balanza. En el sillón que conversa el bolsillo. En la órbita que vibra al escapar ajeno. En la noche anocheciendo asechanza. ¡Hostil huésped horadando horquetas!.
Fue un carbón encaprichado por la sombra, que escribe al tren que aspira lentamente, deshabitando cada lugar hecho de olvido, de selva de antojo de estepas de estufas. ¡Más que estupas tapas embaldosando lunas!.
Lindero de lamentos con sabor a deriva. ¡Qué priva con la muerte hecha pedazos!. Aquéllos ignorantes cóncavos de sábanas. De astillas talladas convexas encebolladas. Del radiante golpe al desentumecerse hoy.
Porqué un violín de polvo arena las notas. Los manantiales las nebulosas los ojos. De la mano de la proa a la popa artera. Tan presente en la cara agreste astuta. Con la hermosura estéril cuando conviene.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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AVENENCIA DE FORASTERO
Por allá donde el tren fue corrido, perturbando al calentamiento excesivo, del pronóstico nefasto un centímetro, donde el aire casi muere bajo el mar, y la distancia muere peregrina.
Ahí dónde se humedece la lluvia, aunque las erupciones huyan, y al sol le iluminen sin esfuerzo, con el trigo que al molino mueve.
Por la raíz donde la esperanza sangra, y la sombra esculpe al mármol, con la huellas del último verano, desentrañando telúrico al destino.
Por allá el mismo proceso atiza el fuego, que más que humano, angélico perece, y mece desenterrando una estridente voz, en la ruindad de pretéritos abrojos rojos, caminan las pupilas en la opresión impía.
En la conmovedora sencillez insigne. De la montaña más profunda. En la periferia de una estrella. Por el sueño de cada nube.
¡Qué la paz desesperada suda!. ¡Qué la vejez trina cuando nace!. En el color más joven desempleándose. ¡Avenencia más vieja qué pasmada es abismada!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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A.R.T.E.R.O.
Cuando miraba el viento El tren corría Por las sombras del abismo iluminado Por las estrellas del sueño ciego El tren corría Cuando saltaba el ocaso.
Artero, artero, el triste tren Va vagando por la región extraña, porque sus ojos doblaron las rodillas, porque sus hojas plantaron las estrellas. Artero, artero. El tren está triste.
Artero y triste el tren está, en la blanda incrustación de consonantes, en la banda incursión de catafalcos. El tren pasa por el valle de los cristales. El tren pasa, artero artero. En la consciencia torcida. De los pérfidos baluartes. En la caricia atrevida. De los pórticos prolíficos. En la mirada perdida. De los efímeros furores. Artero y triste el tren está.
Por el viento que miraba. Saltando el ocaso artero miraba. Y el tren ya no corría, ya no corría. En las sombras ciegas estaba. Y el viento artero y el tren ya no miraba. Ni a las estrellas del abismo...
Y el ataúd en el pecho de traje nuevo. Donde la luna se desviste de albura. Donde la noche se apaga de gris. Donde la danza se amarra de luces. Y el ataúd en el lecho de trampa vieja. Viaja entre las cenizas olvidadas. Viaja entre los mecánicos gemidos. Por los muslos subterráneos. Por los marcos camareros...
Ar Te Ro
Donde Solo nadie sabe Y nadie nació ayer De los muertos fusiles fermentados De las muestras fusibles fabricados Nadie, nadie. Solo nadie sabe Cuando miraba el viento Y el tren corría Por la sombra Del silencio ¡Estremecido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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D-U-R-M-I-E-N-T-E-S.
Entre los sueños más viejos temblaba el silencio estremecido hecho de cenizas qué rugieron al tren curvándose los circos los malabarismos entorpeciendo sin rumbo, deslizándose las escaleras que corrían entre la euforia asustadas intercambiando murmullos multicolores en el mismo patrimonio de las almohadas qué deambulan acompasadas comprando al día sus noches suspendidas del río entre destellos. Dur Mien Tes Entre los sueños más nuevos van los suspiros turisteando infiltrando voluptuosas estaciones por la posesión de la entrada de los caballos dibujados en el mapa de los titanes en ruinas imberbes de las palmas inseparables absurdos de las excursiones muñecos de trapo en las sillas de portátiles licores en las palabras qué callan dramáticas el tiempo creyendo perdido encuentran las sábanas de nube y al reloj dormido.
Dur Mien Tes Entre los sueños balanceándose está la creación gestándose protagonista en los andamios que la oportunidad maldice escatimando al abanico al frente de las nubes y los armarios inocentes en las contiguas cortinas acongojadas fracturando al aire fidedigno en la lucidez ¡Sin fin, rugosa!___En el suspiro estéril. Al esmeril de la obsesión por el verso. Indubitable albino bajando la ventana, el frío en las fórmulas honradas de la foto, de los años seis estridentes tragedias infames.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Y COMODUR MIENTE...
En la penumbra un pasadizo subterráneo, el túnel, había pasado, sobre las vías, el pasajero. Comodur, el diario, arrugado, bajo la nuca, el hueco, tirando pedazos de tiempo, desocupado, escondiéndose, también bajo las vías. Comodur. Un párpado abriendo y otro cerrando, en las pestañas, años de tren en tren. ¡Y pensaba, en pensar sin mentirse!.
De pronto, ese día, en la madera tratada, árboles en otros tiempos, verdes... Verdes de otros, tiempos, ramas de meses, raíces de noches, bosques nublados, aceites semanales, afeites diarios. Y de pronto. ¡De pronto!. Sin mentirse. La tarde saltó la barda bajo la mirada de aquel árbol, entre las piedras, cargado de rayos. Ante Comodur. Un salto alto, atigrado, por nubarrones como cerrojos, parpadeantes, después de llover, lagos, escuálidos, los relámpagos en la superficie, al fondo del callejón. Desierto. Cierto, cierto. ¡Tal vez demasiado desierto!. Lo dijo. ¡De verdad!. En un grano de arena. El reloj tenía el tiempo. -Un humilde y sencillo grano-. Así pensó Comodur. De cierto día, al caer, lento el sol, areneándose. ¡Saltando como tigre nubes arboladas!. Sin nada. Al fondo desierto de la noche, acercándose, relampagueando viejas callejas felinas, amarilleando.
Esa tarde arenosa, vio todo un desierto. ¡En un humilde grano!. Al reloj, al sol saltando lagos con sus rayos en la mirada, en él. Árbol de otro tiempo. Pero ahora... ¿Quién podría creerle?. Tal vez, sólo él, sin mentirse. Pues. ¡Quién estaba también durmiendo!. Y vaya que si lo hacía. pensaba, lo imaginaba, despierto. Porqué. Bueno, porque solo soñaba, desde varias horas atrás, porque, recostado, soñaba. Y él bien lo sabía. Y además. Y quién y porqué. ¡Eran sordos!. Ambos, mudos, y ahora dormidos. Y a él, Comodur, lo dejó el tren. Bajo la vía.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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POR AYER...
A Yer...¡Qué celebras la mañana!. En las preguntas solitarias. En las respuestas indulgentes. Las palabras de amaranto no son nueces.
El ayer pasó laurel del tiempo, en el pasado, consumada caricia, por el puente de hogueras impalpable, y se llevó los secretos sueños, con la libertad, derramando acero, por la noche, que molía y molía, un reloj cautivo, cambiando los siglos, por los años, en una década, en el silencio en carne viva, en el canto de un caballo, en el tren. Deeel humo, rosa, carbón, planta, invisible cúpula.
Por las leves redondeces, de los besos acinturado, de los labios afresados, de los tesoros debajo, de las alarmas, de inocentes palpitares.El ayer pasó, penas y abrojos, en el pasado laborioso, viento de madrugada, con la historia sin pudor olvidada, y la deshilachada fachada núbil, con toda la incertidumbre, con la turbia huella, del paraíso previo, de espanto azulado enlazado, de cordial colina inquieta, y de reproche vejez fugaz.
En las preguntas solitarias, las respuestas, indulgentes, de amaranto no son nueces. Las respuestas de los ayeres olvidados, en los futuros presentes. En la charca de los meses del cielo, perforado, hay brumas de enjambres. En la prisa del sendero rendido, de las caderas, céspedes reclamos, ardorosos. En la reconfortante casa, del frente arquitectónico, y armónico del enamorado.
Por Ayer. ¡Qué sentía subir al suelo!. El cielo de una mañana, la tarde de nuevos años, la noche voluptuosa.
Por Ayer. ¡En las manos resbalando!. El rubí resplandeciente, la núbil esmeralda, la grácil perla. Por Ayer. ¡Qué cada mañana teje al sol!. El amor fulgor, de la sencilla materia, de la tierra amante del cielo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Eso barullo es ruin! Yo sé lo que es! Yo, ¿eh?! silbato del tren!
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Poeta
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Cómo se aleja el tren, cómo se aleja, y decreciendo va y al fin se pierde, y sólo el humo en espirales deja en la extensión de la llanura verde.
Así se van las dichas de la vida, así se van las horas de ventura, y dejan sólo en su fugaz huida de los recuerdos la espiral oscura.
Los dos en el andén se despidieron largo rato a los ojos se miraron; mientras sus manos trémulas se unieron, en silencio sus almas se besaron.
En la hora fatal de la partida no hablaron de promesas ni de agravios; en los grandes instantes de la vida, hablan mejor los ojos que los labios.
Ella está aún en la estación mirando del humo las confusas espirales; y él, que ya no la ve, sigue agitando el pañuelo a través de los cristales.
Y cual de un mismo pensamiento heridos, con un acento de profunda queja, quedo exclaman los dos entristecidos: "¡Cómo se aleja el tren...Cómo se aleja!"
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Poeta
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