|
COMPULSA EVOCABLE
Entre las azules sonrisas el tiempo, nos ha olvidado por el atroz rojo del aire, en el capullo de lluvia que arrulla, los empeños del grito que se fija en los, detalles de las inmundas reacciones detalles, en la virtud del callejón que regresa enseguida.
Compulsa en la playa con traje. Evocable en la orilla desnudándose. Compulsa en la esquina carnosa.
En los vasos irritados de versos interiores. Con la angustia reincidente de las nueces. Y unas hormigas unos años unas horas. Lejanamente amarillas por cada parpadeo. De los máximos fragmentos cada asamblea. Atestando estrepitosamente una aguja.
Evocable como el suspiro del granito. Compulsa como el misterio del verde. Evocable como el contrato del manto.
En la desolación del espacio niño. Al salir del rostro abrupto el árbol. De la reunión de las ostras amadas. Al enrabietado caminar corriendo. Al amurallado comienzo terminado. ¡Con las curvas del absurdo cuadro!.
Compulsa fervorosa y pura compulsa. Evocable vibrante esmeralda evocable. Compulsa frondosa y suave compulsa.
En el triángulo que rueda sangre. Y el hambre ahorca lenguas fría. El olor con sabor a nada queda. A nada importa a nada escapa. Del tiempo inmensas uñas aquí. Por el sedimento seco bloque.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
Ventas con yerros
Muchos querían un hijo mejor. Uno tienen respirando. Muchos se pierden por el desierto ahora. Del lunes nublado años ignorando.
Los vi decir, al final de la escalera, deshojando al hielo sus ojos. No, ya no, por favor el pez se seca. Con la paz y las carretas muerta. Muchos querían a los gusanos. Muchos al oro adoran. Muchos, muchos, alfileres retuercen.
Subí al bajar el sol asombrado. Y vi velas sin barcos en caballos. Desgajando al olvido flores de piedra. Girasoles abogados, y rostros en grietas. Id, buscad, los caimanes saben el camino. Ellos al morir, saben recoger cenizas.
Saben que no saben, de viernes con hambre. En los ataúdes, hojalatas destejen camareros, del camarón arrastrando cada corriente. Nadie debe huir, con la carne del eclipse en las ventanas, llenando una copa cada lágrima.
Espero, pues, al diminuto crimen sin traje. En el mar con los témpanos. En las ortigas, y en las cicutas. En los desfiladeros y buitres Rendijas decoren máscaras. Que sin sueño ensillen las moscas . Que los sapos sepan de cepas nocturnas.
¡Qué el fango desclave faroles!. ¡Qué los helados queden sin guano!. ¡Qué haya pezuñas acribillando espadas!. ¡Qué no sobrevivan huevos en la garganta.
Así, la corbata puede ser falda. En el volcán al vestir su corcho. Con enjambres donde algodonan huesos. Aunque cada tambor cruce muslos magro. Y una tortuga vuele bajo la puerta. Por descuido de la manzana mojada delante. ¡Ay de todos!, ¡ay de silencios! ¡Ay de miles!. Aquí, allá, más con menos, todos sufren. Nadie, nadie sangra. Del alma prostituyendo al aliento.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
Hierático y vigoroso
Por fin se sabe. Apareció grabada sobre la alfombra de la noche, frente al torbellino, guardado entre las cenizas labradas, que surgieron del desvelo generoso.
No fue la campiña despierta de la aurora, el dulce consuelo, en el ensueño de luz en la quimérica nevada de los párpados de seda, porque la manzana estaría seca, y sonriendo con luz serena, a pausas, como el abismo lejano, al que se teme inclinar, llevando una sorda linterna envuelta en los largos trajes de brocado con hileras de perlas finas detrás de los huertos de almendros fugitivos en la tapicería verde, como se encontró en la espléndida sala leyendo, sobre las riberas de grandes ríos, porque quería hablar frente al sol, que nace aterciopelado, amarillo, en el aire rojo, suave y sedoso, como esa vez, sobre el trigo demasiado ancho sobre la puerta pulida con las garras de bronce haciendo vibrar las viejas carretas desplegando sus melodías.
Si bien lo vemos, la curiosidad de aquellos pescadores hizo entenderlo, emplearon más de una docena de nuevas especies fósiles del agua potable en el momento de retomar los últimos muchachos medievales su trivio, gramática, retórica y lógica, no como hoy aparece casi olvidado.
Pero fue la miseria, quién nunca escribió demasiado, presente en el siglo de la desinformación, que pretende ser una isla flotante en este proyecto, ante la necesidad de creatividad genuina, para explicar estas conductas sin emplear los términos de la era conceptual, tan específicamente volátil como la más sólida memoria infectada de viejos olvidos decolorados, erotismos ingenuos, tan ausentes de las públicas audiencias, conectadas con la equitación, y los rituales en las sensibilidades delicadas.
Porque en este caso, se trata de una persona, lo que implica vibrantes colores, al alcance de la mano, con la pasión mecánica más allá de las recetas, que se emplean en ciertas regiones, desde hace cuatro años, y cuando se trata de hablar de la dura grava, que al silencio corta, frente a las riendas del interminable desierto.
Pero no. La noche lucía sus antorchas estrelladas, sobre las calles gruesas, y pesadas ante las ventanas, ya pasado el invierno en algo menos impresionante, excepto, claro, en los casos perdidos, como había sido durante aquellos días, dejando que muriera la tarde alzando las cejas, de modo que, hasta este oasis en el desierto había quedado clausurado, como una playa sepultada entre la sonrisa de un barco que lo miró alejarse con su estilo seco, y breve, donde las mismas calles apiñadas, y empedradas tejían soles, como ríos al verse obligadas por la sombra asfixiante, recordando los suelos de mármol de simple y apresurado brillo, convertido en las escaleras de lana, ante la pequeña ventana, unidas con el riesgo de romper el espejo lo más rápidamente posible. Pues la voz del reflejo riñendo, acusando, perdonando, alentando las hebras del sueño, inquietaban. Así que... ¡Cerró el dormitorio, y salió volando!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
POR EL NUEVO BOSQUE
¡Mira, mira, ya corren los hombres!. Fríos en las manzanas de arena, que las puertas desnudan del alba, sin remedio en la garganta de plata.
Por eso en las tabernas se fijan, las bicicletas de las gordas calles, que manan de los zapatos gastados, secas ramas de los alcoholes primeros.
¡Mira, mira, los delantales amargos!. Son carretas de ceniza y brazos fuertes, con los números tatuados en coro, bosques de ruedas con trajes nuevos.
Por eso de los pañuelos se olvidan, los pañales de las montañas nevadas, que arrastran arcillas intactas, en el brillo del ciervo alegre.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
De huellas...
El cuello del cementerio quedó enterrado, en la brisa de las hormigas adormiladas, por el rostro del caballo en las sombras, del algodón del armario en los nublados.
Dactilarísticamente.
Por el polvo en la mejilla de pájaro, antes del despedir sonrientes lejanías, donde un lago de ciervos, mantiene tortugas, sin historia, miles de tumbas olvidadas.
Dactilareándolas.
Bailan con traje de penumbras magras, decoran acocodrilados ácidos almendros, en la sangre prisionera del eclipse, hoy, en la piel de plástico y goma de manzana.
Dactilasticandose.
Por el paisaje ansioso del marfil dulce. Hoy hay féretros celestes, de tibio pesar, en la cuchara de los sapos, con gripe roja, al descuido, labios de vaso en almíbar gris.
Dactilariedades.
De huellas de cuello blanco el engendro. Huye con la hiel del alma, que perdió. Del cementerio que piensa escapar briago. El cuello quedó en la fuga enterrado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
POR EL FIDEDIGNO JUBILO
Con la felicidad intempestiva de las moscas. Trayendo lo que traerán de más menos. ¡Aún morir podemos en todas partes!. Al defecto del cuaderno aligerarse. ¡Dónde los manantiales palpitan!. Y coinciden trabajando las campanas. ¡Por estar abierta la virgen tierra!. Por ser más que un traje lo que trajo. Contaminada holganza, insalubre inacción. En la selva girando alborotada la muerte.
Por el amor dentro de un hielo. Por el dolor fuera de un hilo. Por el color de medias-noches. Horizontal el vestido en la llanura. Está acariciando inmóvil al silencio. Y apretando a la sombra el cuello. ¡Fidedigno deshacer cadenas indigno!. En la piel de la soledad urgente. Por pensar lo que habrá traído. ¡Nuestra inconsciencia al ambiente!.
Y no__En la consideración de las canicas. Aquéllo__Que en la espalda en balde intoxica. Eso___Que en la ropa se adhiere al árbol. ¡Así trajera lo qué hubiere traído!. Fidedigno___Donde morimos ya no lo sabemos. Por el júbilo___Muertos manchando al aire. ¡En la espada sutura del cruel carril!. ¡En la vieja oscuridad anónima infame!. El vivir terreno yacerá inmóvil algún día. Inesperado, dormido, al rincón de la penumbra.
Por no mirar, lo inconveniente a tiempo. ¡Aunque trajere un traje nuevo!___El fracaso. Naranja del anacronismo oruga___¡Solo fatuo!. ¡Todo lo arcaico del esconder moderno!. ¡Qué de nada ya vale con lo perdido!. En el tiempo que no exista ya más verde. En la hora que anuncia solo soledad gris. Siendo de la inmemorial vanguardia un grito. ¡Entre la discontinuidad prefigurada seca!. Una temblorosa serpiente rolliza disecada.
¡Por lo verídico del resignarse alejada!. En la madrugada recién nacida que ya no es. En la retina contemporánea un pensar sutil. Esperanzada___¡Entre una celestial sombra!. ¡Qué palpitan las edades previas mejores!. ¡Hogaño!___En la inercia brillar triste. Atravesando las monedas cualquier aliento. En la pasividad impenetrable alimento. En las rodillas anacrónicas del codo. Sincrónico el cuarto dónde los sueños duermen.
¡La felicidad de las campanas mortuorias!
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|