Oriné sobre las tumbas de los poetas mayores. Quebré las alas de Cupido, rompí sus flechas sagradas.
Desprometí mis promesas, escupí sobre tus labios, me reí frente al altar, maldije besando tus pies.
Te robé la corona, hundí tus clavos, me envolví en tu manto, imité tus dones.
Reinventé el abecedario, mutilé los verbos, sujeté a mis sujetos, prediqué sin predicados.
Pude hacerlo todo, fui rey por un momento. Supe de tus reverencias y traiciones al amanecer.
Ahora que los bufones parodian mi crimen, dormiré bajos los puentes al abrigo de esta lluvia.
Si te hice daño, cariño, tómalo a cuenta de alegrías que vendrán a entibiar tus tardes sepias de otoño.
Y que nadie maldiga besando mi frente fría en la última función macabra de “ser y estar”.
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Poeta
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