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SEXTANTE SANGRANTE
Mi espíritu no sucumbió, dejaré que el verbo, exento, esté lejos del enfrentado caos. ¡Cuánto ardor ha sofocado! Ni agotaron, la intuición de otras moradas. Ni la razón… ¡Cuánta mirada ha trastocado, de horrenda, en bella!.
De fatales conjunciones. Los ríos y los mares nos recorren y celebran su gloria en la sangre. Claro el pulso que no yerra. Las palabras absorben, en el corazón ardiente del enamorado, sangre, las manos al firmamento, sudor, en el corazón arisco y duro, y lágrimas, nubes, sueños, sal y azúcar.
En libertad, en cadenas, espinas, desplegadas, de máscara y amargura, algodón y pasados pesados. No hay sueño, al sufrir sentimos las chispas de un fulgor. Música y lengua, muchos lo habrán hecho, alimento. ¡Cuánta clemencia ha encendido que no sean… Su luz en el misterio!.
Los árboles son un racimo de huesos que maduran los ríos. Y los mares recorren y celebran verdosa gloria en la sangre. He dicho superficie. Vuelve atrás. He escrito, la palabra palabras y son arrojadas a la basura. Ya no compuesto hablar, ya no que aspire a laurel docto, estoy tratando de decirte algo o a la sagrada musa, que no acierta a verse ni a decirse. Al amar antes de haber llegado a estas líneas. Detente. Camina. Duerme. Piénsalo. Piénsatelo. Palabras de usar y tirar. Callar, ignorar, esperar.
Entonces. Digo: Fuerza e impotencia. Tú sabes lo que es, metamorfosis, repetición informe, amalgama, la impotencia, a buen seguro, de múltiples colores, invisible, alguna vez.
Tal vez muchas, otras más, otras menos, la habrás sentido. Palabras de usar y tirar. Las dejo que me arrullen, con el alba, gris, roja, amarillenta, como pañuelos de papel. Hombres de usar y tirar, a menos, que el pecho su rigor suspire, esa es su eternidad, su victoria, su polvo y agua encarnada sin tiempo. Mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa. Luego, abro al libro azul con líneas rojas, y las diseco, desnudando perfumes y miel, allí como si fueran arcoiris, lechugas y pensamientos o blancas sonrisas y rosas mariposas.
Está marcado para la búsqueda incesante, le obligará a colgar. Piel y hueso, más de una fe en el perchero, junto al teléfono.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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El teléfono
Objeto de diferentes formas y tamaños Donde hablas y escuchas toda clase de ruidos Hasta los más extraños. Desconocido ayer, imprescindible hoy.
Tu sonora alerta Erizas los vellos, y estremeces los nervios Recorres la gama de la duda a la desesperación por contestar
Algunos bajan el volumen Hasta casi no escuchar Otros se alejan Para poder hablar
Cuantos secretos en tus circuitos Guardas, misteriosas palabras Han cruzado tus perímetros, Para templar las neuronas auditivas.
Recónditas ideas, Han dado la vuelta al mundo En 80 milisegundos de tonos Buscando vivaces tímpanos
¿Quién?, no guarda en su memoria, El día que contestó el teléfono Para recibir aquella noticia Buena, mala, trascendente para la vida
¿Quién?, no guarda en su memoria, Aquel adiós tonificado Aquel llanto Escuchado a la lejanía.
Tengo mi teléfono y mi día, Como todos lo tienen, Tengo mi día y mi llanto Que habita en mi alma de por vida.
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Poeta
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