Él nunca había pensado que pensaría en lo que pensó, y el día se hizo noche tan deprisa, que se durmió soñando que despertaba.
Vaya artilugios tan groseros, que volteaste tú misma los fusiles volviendo mi suerte tan esquiva al ser yo fusilado en su fusilamiento.
En mi balcón dejaste la nieve que el invierno aún no trajo. Y es difícil hacerse de un abrigo cuando estás tan desamparado.
Tan cerca y tan lejos... Te dejo un te quiero arrugado como una necesidad, como un pobre sentimiento.
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Poeta
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