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DE ABOLENGO TAXATIVO
Entre las manos del barro y la tristeza, resucitaba la calle cayendo de la tarde, en las palabras castañas del año. En la ventana que entra una casa, silenciosa, estremecida, ligera, en la humildad alabastrina, de ceniza casta fulgurante.
¡No, no!__La curiosidad no se vende de buen gusto, esperando el desayuno bajo la ventana, hablando de los picos de las montañas, con un desesperado mensaje buscando, recuperar la voz con los dedos separados, por el umbral completamente inútil.
¡Sí, sí!__Por el cruel susurro del silencio, qué corroe las venas y las frutas, en la matemática radiosa, por el tintineo de la cizaña, cuando nadie se da cuenta.
¡Nadie!___ Solo nadie sabe cuando el tiempo empieza en el punto tenebroso del espejo, con el tierno desenfreno, y el rumor. Triturado por la espalda, dónde caza la flaqueza débil entre los golpes de la vida, en las entrañas mismas de la tierra que termina acongojada de los aires ardiendo.
Pues la obscura noche desaparece bajo el poder de un fósforo de los pies a la cabeza en la distancia, dócil, hermética con el raído tuétano entre la estulticia. Por entre las bocas abiertas de los hondos barrancos.
Sí, así es de taxativo, de abolengo, el día encorvado y erizado. En el silencio qué de buena voluntad acaricia el viento congregado como el dibujante qué transpira rojas hebras y las ganas de gritar malentendiendo los cultivos a lo lejos. Dígase lo que se diga, la realidad prismática es una dramática carencia con el hidrógeno inflamado entre la lengua del mármol jaula.
Ya, ya. Son las palabras inservibles, del estorbo pernicioso, acreedor de paradojas y pajas, en el sarcasmo miserable de los buenos aduladores llenos de ansias rupestres en el apetito infinito... Ya, ya, en el manantial de la inmundicia está la codicia solemne del imperio del absurdo, del fango del fausto de los espejos inseguros y carcomidos en la última corteza del cuarzo.
¡Vaya arquetípico afán de timoratos!. El tímido universo se desprende de sus pétalos. Con el alimento vano, en la masa informe de los límites inciertos. Maleables, intangibles mercaderes del odio al indefenso, hecho monstruo a conveniencia. Por eso se ve al sol entre las cenizas desdichado, y en la lluvia de sombras, el suelo la luz eleva.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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SIN TRASPILLARSE
Cuando la lira triste queda. Por el solemne escarabajo arriba. Al rigor de verse aprisa apresa. Al barco del no volver. Las huellas duerme escondiendo. Al arrecife blando. Al inoportuno bosque coronado. Del edén que se repite cruel.
Cuando La Lira Triste Queda Alcanza de la cumbre al campo En la muchedumbre
Iluminando las palabras obscuridades. Aquéllo... ¡Qué adormecido sube y atraviesa!. Tan frecuente al cielo insomne. El valle estrecho presuroso. ¡Qué preside al momento culminante!. Ambrosía del amor sólo, sólo ambrosía. La eternidad, del sin embargo, breve. Diáfana la pobre mesa mece al hambre. En el perfume pequeño parecer. Ambrosía del amor solo ambrosía. ¡Aunque fuese ficción pequeña!. Y en los años, historia, hogaño. ¡Esperará!___ ¡Oh, sí qué sí, en la templanza!. Porque la luz nunca verá su sombra. ¡Más perdida la situación sufrida menos!. Aún descansa de la mejor tormenta. ¡Qué cae de la miseria ciega!. De los círculos qué escandalizan. ¡Por lo qué esto fuera si hiere!.
Una vez... La calma rauda ruede. Con soltura. En la estatua curiosa del verano. ¡Dónde la vereda se olvida!. En la resistencia sin figura. Cuando La Lira Triste. Queda ¡Los anónimos pintan cíclicos!. Y las calles por conocer acechan.
Al estanque del anhelo. La lira del claustro. ¡Renacida!. Y entre las escarchas que maduran. ¡Exigentes!____ El silencio mudo grita. Fugaz rama del pañuelo. Elaborando bárbaras carencias.
¡Siendo entonces lo qué había sido!. Del comienzo con gran fuerza. ...Distinto el alto fondo...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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VACANTE LÁCTEA
En La Nebulosa en la vía. De las ecuaciones voluptuosas de los cosenos. En La superficie helada desfilaba un féretro. Mientras llegaban tres aires tristes. A los pies cubiertos del camino. Noches caídas al filo de una hoja. Sombreando de amarillo el paisaje.
Otoño bajo de estatura descansando. El dodecaedro resbala extasiado. En paz completa la esquina enorme. De la voz carnal de los cajones. Al peso algebráico del sueño variable. Bruscamente estremecidos palpitares. Antes enamorada conmutativa.
Con la visión sumergida interrogante. En los suspiros rectangulares. Contemplando estaba la curiosidad esquiva. Al momento magnético del cortejar. Llegó húmeda sin ser la cosecante. El tumulto del diapasón que emana. El amor a su lado en paralelo. Los cándidos rostros etiquetados de improviso. En la pasión de la curva por el cilindro.
¡Láctea la vía vacante!...Astro y cometa. Otra vez, los dedos lanzan las manos. En la mesa al hombro envuelto en fichas. Por el solemne reproche que rebotan. Los rincones sucios al derrumbarse. La indiferencia oficinista lenta. Con todo el yo que nos sepulta. Por el áspero alfiler inesperado. ¡En el tú que olvido a diario!. ¡En el hacer un relámpago grisáceo!. Por el aparador de las terrazas meciendo. ¡Quedan campaneados mil silencios!. Anegadas las ausencias ignoradas. ¡Al desdoro del afilado fondo!.
Vacante. Láctea. ¡Vía desastrada!. La superficie. Un féretro. Desfilaba. Helada.
Del cuento, desalada historia, secreta del azúcar.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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