Poemas :  Vieja aguanieve... (Dadaísta)
VIEJA AGUANIEVE
(Dadaista)


Corre con los párpados del viento
acorralando al ojo sediento
en los árboles sudorosos y asustados
desnudando la noche que se filtra
en los sueños ahogados con lluvia
masticando los collares del humo
en la primer esquina indiscreta
un pirata afeita sus estrellas
con el aceite impostor de artimañas.

Todo el ruido dibuja esa sombra
del hielo nervioso anudando el insomnio
de la seda en los dedos crudos
fumando la seguridad sin zapatos
desenterrando la nostalgia yerta
intérprete inexperto del placer volátil
como el camino come unas sandalias a lo lejos
y desgrana el trigo un pan que huye gracioso
sonriendo pensativo en los bolsillos del cadáver.

Un puente pinta escaleras
y el miedo mira amarillo la espuma
no sin antes fabricar esperanzas
al hueso condecorado con pañuelos desenfrenados
aterciopelando cada latido picudo
en la entrada triangular ilusionada con la humedad
del polvo seductor de las guadañas ideales
donde el nido alimenta cada luz distraído
entre la mata y la meta se mete animoso el botón
y acompaña los pliegues erectos del suspiro
al despernancar el tornillo ensanchando el jarrón
bajo la mesa sin hambre y la falda de un volcán
con la adustez desabrida opulenta en el sillón.

Y luego se queja con el único fin de ser ignorada
la espina estrangulada por sus pálidos reflejos
en la falda que sostiene la cerradura
sin esperar carne nueva
en el mero juego de la cercanía perdida
del escarabajo en traje antiguo
como el mar se agita entre las olas
voluptuosas del impulso congelado en la arena
y coloca la espalda en las nubes
cargando lácteos recuerdos a los relojes
en la unidad del precipicio
tan tibio en el pasado con su azul pudibundez.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Poemas :  AGUA SALVAJE
AGUA SALVAJE
Autor : Tristan Tzara
Rumania-Francia (1896-1963)

Fundó en 1916, estando en Zürich junto con
otros importantes artistas, el Movimiento Dadá
De notable influencia en Alemania y Francia.
De nos oiseaux. Esta es versión de : Aldo Pellegrini.


Agua salvaje

los dientes hambrientos del ojo
cubiertos de hollín de seda
abiertos a la lluvia
todo el año
el agua desnuda
oscurece el sudor de la frente de la noche
el ojo está encerrado en un triángulo
el triángulo sostiene otro triángulo

el ojo a velocidad reducida
mastica fragmentos de sueño
mastica dientes de sol dientes cargados de sueño

el ruido ordenado en la periferia del resplandor
es un ángel
que sirve de cerradura a la seguridad de la canción
una pipa que se fuma en el compartimiento de fumadores
en su carne los gritos se filtran por los nervios
que conducen la lluvia y sus dibujos
las mujeres lo usan a modo de collar
y despierta la alegría de los astrónomos

todos lo toman por un juego de pliegues marinos
aterciopelado por el calor y el insomnio que lo colora

su ojo sólo se abre para el mío
no hay nadie sino yo que tenga miedo cuando lo mira
y me deja en estado de respetuoso sufrimiento
allí donde los músculos de su vientre y de sus piernas inflexibles
se encuentran en un soplido animal de hálito salino
aparto con pudor las formaciones nubosas y su meta
carne inexplorada que bruñen y suavizan las aguas más sutiles
Poeta

Cuentos :  Escarapela del efugio
ESCARAPELA DEL EFUGIO

La infancia recorría las calles vestida en sus
asfálticas antorchas con el vientre azul dejando
huellas purpúreas sobre la alfombra de granito
deslizándose por el lago en sangre, esclavo de
los bosques sigilosos, y enredados en las lianas
del hombre-mono contando la historia de las ovejas.

A las mismas abejas que lucían sus espadas de
miel cazando la cera ascética con el desdén hecho
un baluarte de suculentas viandas a nombre de los
ausentes, soplos helados de las suaves ironías.
¡No lo creerías!. Sí, sí, de seguro ni lo imaginas.
Nadie en todo el cosmos conocido tenía la menor
idea de la fantasmagórica importancia de su obra y,
sólo cuando el tiempo agrietado en una embriaguez
encontró la evidencia que lo impuso, le dedicaron una
fabulosa caverna. Sangre en la mirada, tirano y burlón,
eco que más nadie desea escuchar, febril amenaza para
cualquiera en la nueva edad de la vehemencia.

En síntesis, enfermo indecible después de lo pasado,
carne campanosa hermana de las tumbas, ceniza de
las canteras mientras calla el pozo su sed fiel al rebaño.

A lo lejos, el calor caduco nacía en las orugas, enredadas en
el cielo que sepultaba los espejos en la cara de los pétalos
secos del cáñamo de penas dónde sólo vive la tristeza,
y el amor divino se compra con tarjetas en el alma,
de las águilas altivas, de los días que ya no hablan,
del nido que fabrica montañas bajo las rosas petrificadas,
y vende las cadenas con el tono de esperanza en el subsuelo...

Nubes, nubes. claras transparencias!
Eufemismo sin tapujo, desperdigamiento engrescado, con
todo lo cetrino taciturno, y la poltronería premiada en la
zafiedad acumulada en el engolillado letargo pomposo y embetunado.
Esto pasaba. Cuando escuchó el canto rojo, y blando del elefente,
que solo acentuó su certeza, hasta que el canto se trocó en una
sinfonía ahogada y gelatinosa que lo convenció de que no era
algo fruto de una pesadilla, sino un monstruo más que real.

No obstante, nadie supo como, aunque hoy que te lo cuento ya son miles
de millones que lo sospechan irremediablemente, y pese a que se
tomaron todas las medidas de seguridad, voló como un espectral gusano,
y se estremeció al sentir que nacía en su interior un sentimiento blindado
de infraculpabilidad semiperdonada, sobre todo, considerando el más
mínimo ultramomento apenas imaginado en el desenfreno y la desvergüenza,
vergelero de la arrogancia con el escarabajear pulcro, inopinado en la
inmundicia pavoneándose de inmune... Pues confiaba que no sería cierto
el reproche directo al pedir comida con el alboroto respectivo al cuidado
finísimo de los barrotes en la manada satisfecha haciendo un ademán triunfal.

Hoy esponja el aire acribillado, los buches de pichones en el pañuelo, y llegan
de puntitas los recuerdos hechos lágrimas del polvo, en las palabras al claro
desengaño con la aurora de la noche y sus pesatañas. ¡Creo que lo creerás...
algún día en las cumbres marmóreas del bullicio de la congoja!.
En caso contario... Para que seguir contándolo. En otra ocasión será, en otras
calles, en otras infancias que vistan con asfalto las ovejas de improviso sin aliento.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta