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Tengo los días contados llamarada Que quema el corazón dejando fluida La sangre, casi como agua fundida Con el tiempo, que no te deja nada.
Que recorre distancias disfrazadas Con traje de relojes, que sumida En reproches de noches precedida De días si vida, muerte fatigada.
Por la suerte de algunos, puñalada Trapera que se hunde descarnada En la piel matando, dejando herida.
Que solo un dios puede curar, anida En los cielos como sendero caída Va la esperanza perdida, llorada.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Poeta
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El colofón equitativo
Fue cuando el tiempo colgó sus relojes en la nada, sin fe, en el collar del espacio dejando saltar sus gestos grises, desvalidos, extendiendo el significado de las palabras estrechas, en torno a la negra figura en medio de la pálida faz dispuesta a salir sin destino, entre las grandes franjas de niebla que una tarde reunió con mucho valor.
Resultando difícil despertarse de esa manera más de una vez, en toda la angustia que emigra de la realidad invisible, tratando de ocultarse a medida que la noche caía, llenando con ligeras eternidades su mirada fría, en la imagen de la propia muerte, entre las flores de fósforo y ceniza, donde todo puede fácil recordarse con el suspiro de los caprichos prolongados, en una gota de relámpago, soberbio que dicta a la muerte sus dogmas, con las palabras encendidas mucho más que en la vida irreductible, en el deseo de un buen viaje. Y sin embargo, de repente se sabe que nunca volverá sin transición alguna, en la punta de los abetos que quema el viento en el extremo de un instante.
Un poco más tarde, atravesó de nuevo el cementerio y llegó al lugar donde la había esperado... Entonces nos paramos juntos, al fin, con la meta ante nuestros ojos empapados de sudor, terminando de desprenderse dónde hubo una vez unos muertos, que caminaban juntos, en cualquier parte del aire. Si bien brotaron tiernos laureles, su voz al mar llamaba bajo un mundo que agoniza, y se resigna a ver pasar la vida malgastando los años de grandeza, con sus salpicaduras tristes en el lóbrego montón que trepan los nublados, que bogan en tropel que se afana contra un arroyo plantando las langostas con sus ojos espantados en la fatal jornada.
Equitativo, estaba descansando tanto como se lo habían propuesto al rededor de una suave pendiente, los valles ondulantes cubriendo con sus huellas frescas las manchas prisioneras entre los barrotes de luz que pasaban presurosos por nuestro lado, haciendo innecesaria la sombra compañera del olvido que no reaccionaba en la uniformidad gris, de un ángulo cerrado de tonalidades centelleantes, que nunca imaginé nos cambiaría en los pasillos del futuro.
¡Sí!. Si ése futuro atroz e inaplazable cuando se platica, y como si fuera llorando, la obscuridad en el suculento banquete, de unas páginas no escritas, en arrullos de oro de cuna humilde, con el emblema de la esperanza, que las virtudes coronaron por la sed de amor divino, postrado a los pies de finales sin entrega, y de principios que prosperan en la libertad de una gota en el océano. Así sucedió, y por tanto así se dijo: Fue superando bien el rechazo viéndole la cara todos los días, sin saber que hacer, para que por fin se aclararan las cosas, en el fuego no encendido dos veces, con los labios agitados, y trémulos los golpes extraviados del remolino que desde hacia horas apretaba en la mano, y que como siempre murmura en la próxima parada.
En el rincón tibio, en la primera calavera enemiga de la luna, cultivó los siglos de esmeraldas, escarlatas, y de tiempo en tiempo consideraba el paisaje de pirámide de lágrimas dónde se acomodan los ayeres, sobre las mañanas derrotando a lo largo de los años, el desgraciado matrimonio del alma y la materia en el justo final del tiempo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Desmemoriados...
Por la similitud agridulce del color y los sentimientos de las rocas en la comodidad de los féretros y la egolatría de los muros ¡Son de la culpa...Frustrada expresión!.
¡Ruégamelo!___Dices que digo.
En las tardes puntiaguadas dolorida la espina nubla el reflejo del lago ligero En las noches redondas alegre la esquina nutre el reniego del largo limonero...
¡Tarareándomelo estúdiatelo!
___Me dices qué lo piensas_ Entre las desesperadas letras... ¡Cuánta pena cunde!. ¡Cuánta pena quema estrellas!. ¡Cuánta pena enreda lunas!. ¡Cuánta pena inflama noches!.
Desmemoriados Agridulces Al pálido dolor ajenos Con la memoria Sepultada Del alcornoque
¡Bébanselo, desmemoriados! ___Me dices que lo dicen___ Huyendo de la vida en camiseta, persuadiendo los instantes con un siglo, en la esposa repentina de un minuto, sabor adiós, cada llegada cruza, en el tiempo del reloj una morada.
¡Eso son sin la memoria los ausentes!. Por el umbral que entraña extrañeza inspiradora, en la exacta ventana que cuelga de cada casa, en los terrenos satisfechos del ruiseñor soñado, en los enunciados y pretensiones del trampolín, en la impaciente vecindad de la cautela fanática. ___¡Cocínaselos y cántaselos!___
Desmemoriados, ¡oh, desmemoriados!, cuéntamelo dices... Por el redondo reclamo del timbre tinto del ayer. Con el audaz suelo caliente, filial claro de prisa olvidado. Asediando el rebaño al indefenso monstruo espoleado. ¡Con la frase de la canela y la leche algodonosa!. De toda la sorda estadística del miope vaporosa. De abundante tentación de holganza impedimento.
¡Vaya memoria, vaya vaya!___Al mismo olvido recordando. En la cama que vende sueños, en la mesa que cobra el hambre, en el piso que vuela el techo, en el ojo que canta la noche. ¡La ciudad sonando huecos!. ¡La calle golpeando gritos!__Al mismo olvido recordando.
Desmemoriados seremos. Una voz sin un mañana___¡Solo silencio ignorado! En cada cementerio___¡Solo polvo del tiempo! De la lluvia culpable___¡Solo ahogados de sequía! ___Entre cada odio una pregunta___ ___Entre cada mirada una duda___ ___Entre cada memoria un olvido___
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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