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Se detienen los caminos cuando voy caminando Los arboles no se mueven, el viento descansa La paz está presente en cada minuto que pasa Sombras de silencios enmudecen el alma Tras el mar está el horizonte, unido con el cielo El velo que tapa los ojos no tapa la mirada La nada es un vacio lleno de palabras Que escritas parecen versos, pero son Solo estrofas guachas, dicen miles de Cosas y tal vez no digan nada, mi destino Lo conozco, la realidad es estar contigo Pero no todo en la vida es real.
Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Poeta
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Andantes Después
Caminaban como el viento lejano cambia, siempre un paso adelante, al romperse un perfume en voz alta, a partir de controlar el flujo del tiempo, a lo largo de la historia, venerado como objeto definitivo, contra la ignorancia que más se escucha, muy lejos de caducar donde se mueve continuamente, y nunca se descompone, y puede durar cientos de eternidades en un instante, por la penumbra, e incompatibilidad entre dos universos ligeros, y simultáneos, como parte de la vida cotidiana, entre la imagen de los números que preparan, su propia versión de la realidad, blanda y rauda, sin espacio, por el corazón de la rosa donde los ayeres crecen, acusando a la tradición dura, injustamente de lograr tocar el cielo, de suave soledad serena, en largas noches de almohada, como viajeros constantes, y exigentes en el rostro, de la confianza, cuando uno aprende a fusionarse, sin siquiera tocarse, en el largo descenso que sobrevolamos piloteando sueños.
Sobre vientos domesticando las olas salvajes del océano que recibe con seguridad los pasajeros, donde nunca hubieran imaginado, estar dos veces más rápido, y donde solo se decide el destino sin horizonte.
Andantes del después de la vida mortalmente. En la dicha de verse surgir nuevamente del abismo, que llega iluminando cualquier momento, y que invita a partir de ello, cuando nada hay para impedirlo, avanzando mucho tiempo todavía en la tempestad de acogedoras sombras vencidas y agobiadas, las falsas esperanzas aferradas al contorno de lo etéreo, al impulso favorable del retroceso diligente, desencadenado, y esperando donde nadie se refugia ni detendría, quieto, tratando de olvidar el desierto de las casas entre los platos, de los pájaros al dibujar.
El cielo en sangre señalando en secreto el vestido claro de las calles acostumbradas, al abandono de las esquinas distraídas, o absortas en la contemplación, de las miradas vacías, en los hijos de las mañanas bajo los techos obscurecidos, que ya no hablan caminando entre los charcos, con rabia negra todavía.
Y tratando de entender lo que no puede cambiarse al acarrear los tumultos de las ventanas sin gestos, sin expresiones, que crecen como las malas hierbas en los propios gritos del cementerio aplastado dentro, de los zapatos al matar las últimas tumbas calumniadas con las lámparas que duermen, y caen rendidas sobre las espaldas del suelo en el cielo enroscado humeando, inocentemente en cada ceniza empleada, y capturada refulgente por el camino del Caos después de tibios andares.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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