Todo lo que viví: El tiempo perdido, las horas ganadas, los días transcurridos, la vida dejada de vivir, la plenitud de mi ser derramando su esencia. Todo… o casi todo ha quedado plasmado en unos cuantos poemas que me repiten y proyectan cada cuando adquieren voz en un pedazo de existencia.
Cincuenta años han pasado de la muerte de Neruda el de musa testaruda, nostálgico he degustado su Poema Veinte, amado, en el que bien consciente bajo el despecho ardiente nos llevó a la febril noche de amor que entra en derroche cuando más se halla ausente.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 23 de septiembre del 2023 Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
Quizá, esto es lo que sea, experimentar la libertad, exponer una frase, estremecer el rostro salpicado de anhelos, conceder el deseo de una pasión desbordante, la dirección del alma, como el sol, el mar, la conexión con el espíritu y las fibras fundidas, fundidas de transparencia, del brazo del amor, la búsqueda incesante, palpitante, de una abnegación que hable, que narre, consienta y diagrame, las pautas elevadas, de un compromiso burdo del corazón, una extensión translúcida de horizontes, y los finos estremecimientos de la piel, cuando es acariciada, besada, o los árboles y el abanico de murmullos, que se cuelan entre los mullidos arbustos,
¿Es esto, en verdad, esta es el destino, que fijamos para nuestros poemas…?
Las expresiones, rimas y versos, que se confieren, agrupados, en los susurros y cuartos de horas, la oscilación como gotas de agua, de una intensa revelación de los sentimientos, ¿Es sinónimo de aprecio por todos, o no existe la introspectiva, de tales interpretaciones emocionales, y solo se cuelgan como zarcillos en una oreja, y quienes los leen, al momento los olvidarán, e incluso irán por otros, y los poemas recitados, pasarán al exilio, como sucede con el caso de muchos? Lo que digo, lo confirmo con pruebas, de páginas perdidas, sitios cerrados, donde los poemas han muerto, y las poesías cinceladas, esculpidas, en pareado, terceto, soleá, sextina, con tanta delicadeza por sus autores, se han agrietado, se han desgranado y, ya nadie más contiene sus nombres, ni recuerdan su existencia, han pasado al olvido, solo permanece la esencia en el tiempo, de lo que una vez fueron,
¿Cuál es el punto de subir un poema?
En el mejor y oportuno de los pensamientos, no es más que, un breve espacio de euforia, una irrisoria fantasía que nos permite soñar, volar hacia la luna creciente, hacia las estrellas, atravesar el muro mágico sujetado en sus extremos, y sobre el inmóvil prólogo de nuestras vidas, derramar condescendencia sobre nuestras palabras, ¡Dibujar, plasmar relatos, experiencias, reír, llorar, soñar, verter todo lo que somos!
Cierta mañana ─sin perder el hilo de, este peculiar sentimiento de juicio─ me asomé, lo hice hacia mi ventana, cansino, somnoliento, y fui capaz de apreciar, el castigo de un violento ventarrón, cuyo formidable ulular, interrumpía mi soledad, un frente de tormenta, fuerte, espectral, gigantesco, tal coloso vendaval, golpeaba duramente los alrededores, y, en tanto la lluvia, azotaba la débil y temblorosa hoja de vidrio, el silencio desapareció; todo se me antojó inesperado, una estirpe de gran fortaleza, opresiva, pesada como el mundo mismo; sepultaba los silencios, apagándolos, y en aquel inoportuno arrebato, la convicción de algo todavía mucha más grande, se descolgó sobre mi entendimiento, entonces, yo vi la inspiración de todo eso, el flujo de una revelación poderosa, y esa fragua antigua, se apoderó de mis sentidos, aquello era real, descriptivo, extraordinario, no como los falsos ídolos, de los que argumentan, repentinas visitas de atractivas musas y valkirias, No; esto era ardiente, igual que, en los bosquejos de los primeros dioses, y no los demonios ya exorcizados, sino los antiguos, cuyos estandartes todavía yacen inmóviles, vigilantes, en el mayor de los destinos, me refiero a los ángeles de la contemplación,
¡Y esto!
Es lo que consideramos de verdad, la real sabiduría interpretativa de nuestra sustancia, lo que vemos, oímos, aprendemos y vivimos, van a parar a los renglones de nuestros versos, ¿Es decir? Creer en la oportunidad y la esperanza, hablar de lo que escondemos o llevamos dentro, y porque amamos hacerlo, creamos y damos forma, brindamos solidez, a nuestro bienamado juramento poético, escribimos por esa razón, por nuestra bendita salud mental, porque nos ejercita, nos mantiene vivos, pleno de alturas y riquezas emocionales, y no son estos simples paradigmas, realizados a modo de rutinas, sino preludios bondadosos de nuestras almas, campanas que resuenan en todas partes, las olas que impactan sobre los arrecifes, raíces entrelazadas en nuestra cordura, Ellas agitan la conciencia, las manos, y nos guían, nos revela secretos, tesoros, a través del tejido de la inspiración,
Después de pensar en estos momentos, soy consciente en medio de mi razonar que, mis poemas navegarán, por los mares de una superficie fantasmagórica, y marismas envenenadas de espejismos, eso es lo que les espera a los versos, que han surgido de mi creatividad.
Algo para leer, sin obligación para hacerlo, habrá quienes les gustará y sin vacilar, los sostendrán en sus manos, lo pondrán al alcance de sus pensamientos, y se dejarán influir por las letras, en cuyas corrientes serán envueltos, conscientes de su confort, como un apretón de manos, como un abrazo, y los que no lo soportarán; haciendo oídos sordos, los harán a un lado, y allí irán, arrojados, al estanque de la indiferencia, a las empedradas calles de los: no me interesa, al deprimente vacío, de una solitaria mendicidad, y cuya importancia, no viene a cuento,
Somos lo que somos, exponemos nuestro corazón al mundo, y dejamos que éste nos juzgue, en todo su libre albedrío, sí lo aprecia, te recibirá con aplausos, de lo contrario, dejarás un estante para que otro lo llene, y, la mayoría lo sabe, que mucho en este planeta, es solo una mera fantasía, puro globo, jazz de ensueños, y una arquitectura de góndolas a la deriva, sin embargo, no todo es ilusiones y reflejos de caleidoscopios, en el laberinto de los sentidos, en las pintorescas, avenidas del corazón, sin extenuación ni engaños, algo tangible, real, auténtico y maravilloso, se extiende al igual que la luna, en una noche despejada, o el beso sustraído de una corriente de aire fresco, en esa escondida enredadera, de jazmines y grisáceas zonas rebosantes, donde solo se encuentras al grillo que protesta, columpiándose de rama en rama, a la entrada de los pórticos, sobre las casas, mientras observa a la ardilla que roe sus frutos, y el ajetreo ensimismado, de un maravilloso atardecer,
¿Y qué podría decir de los amantes? De sus besos, de las caricias, de los susurros, ¡Más!, no es mi deseo entrever en tales cosas, un punto es necesario aclarar y, puede que suene solemne en mi declaración, sin intensidad, al igual que un tranquilo valle, y no puedo decir, que estoy balbuceando incoherencias, dado que no sufro de delirios, y solo a mí mismo me juzgo, solo a mi Razón dirijo mi pregunta, con esperanza de hallar la respuesta, arrodillado, delante de mi propio credo,
¿Por qué subimos los mejores diálogos de nuestros axiomas, a sitios que solo nos conducen a un: me gusta, o un comentario que nos entusiasma y, quizá nos alienta a continuar?
Los poemas, no trascenderán de esos lugares, de esos lugares de alquileres online, páginas que solo archivan el códex, la genética de nuestras exaltaciones, que empujan a que otros escriban, como fórmulas de deseos,
¡La loca alquimia de una propuesta atractiva! sin embargo, lo hacemos, escribimos para nuestro deleite, saciar nuestra sed, lanzarnos desde lo alto de la cima, hacia un rebusque momentáneo, un lugar para imprimir, parte de nuestra visión del universo, de la vida, de lo que nos identifica, de lo que somos en realidad, y de quienes pretendemos ser, seres que aman, que esperamos ser amados, correspondidos, y que escribimos por el bienestar de nuestra dicha, de nuestra salud mental ─ya dicho─ de nuestra identidad, con el único fin, de amarrar los instantes, y mantener estable, la llama de nuestro espíritu, de ese hercúleo y fascinante intérprete de oasis e historias y reseñas,
Y aquí estoy, uno más en el carril del tren de la ocasión, aguardando por publicar mi poesía, sin garantías, ni la seguridad de que podrá atraer, pero consciente de la libertad que tengo, de lo que soy, y a lo que aspiro llegar, un navegante con rumbo fijo, el destino en mis manos, y las letras que define un concepto, mi concepto de escritor, y esto es lo que amo, y a esto me dedico, lo demás es arbitrario.
Fue tu dulce voz, la voz que me regaló sus versos, unos versos despiertos por tu amor, un amor que me deseaba con fervor.
Y de tu voz salió una melodía, una melodía dueña de mis sueños y pesadillas, unos sueños acalorados y fortuitos, unas pesadillas de temerosas y sangrantes letrillas.
Como temeroso estaba yo del porvenir incierto, porque era incierto tu tenaz envite hacia aquí, ese envite en palabras pícaras lanzadas, y pícaro emanaba tu aliento embelesante hacía mí.
Embelesado me plantó en mi sueño actual, un sueño en el que muero baladí si no estoy contigo y tu mirada atrapante, porque me has atrapado sin poder volver allí.
Allí donde vivía gris antes de leerte, allí donde todo era vacío e infierno, allí donde frío temblaba en el averno, allí donde triste creía que nunca podría tenerte.
Y leyéndote me enamoré de tu primera frase, una frase tantas veces escuchada por tantas bocas, pero que saliendo de la tuya calentaba mi alma, la elevaba sobre tus nubes y mis esperanzas pocas.
Porque poco era el sentido que dolía en mi vida, poco era el que ardía, el que sentía, …, el que quería, porque de no querer nada pasé a quererlo todo, todo y mucho más, querer, sentir, …, salir de este lodo.
Me hiciste salir de mi oscuro refugio, de un oscuro, lúgubre y solitario abismo, solitario, con la soledad de celestina tuerta, porque tuerto y medio sordo andaba siempre alerta.
Alerta de todo rápido o lento movimiento, y rápida era mi huida a ese citado abismo, porque escapaba raudo de todo dejando atrás mi alma, un alma hostigada y hastiada de un cuerpo sin calma.
Pero halló calma al final mi cuerpo con el tuyo, porque tocándome rompiste mi fina tela, una tela que escondía mis luces y mis sombras, un claroscuro que aceptaste cálida, que ya no me desvela.
En este poema de amor se expresa el proceso del enamoramiento y las razones del mismo partiendo de una descripción del protagonista.
Situase en escena la bestia de las montañas de seda que duerme entre cartones mojados, una marinera de caña de azúcar con exceso de cafeína en té, una frugal bala perdida, una cínica de los pudores, la consumida por agravios, si, el tronco otoñal escondido por finas hojas cortantes en el corazón.
Baldosa a baldosa entre teclas de notas negras sin grises, cae de pozo a pozo abismal, siniestro paraje de semejantes, arrastrando pensativas cadenas enmorriñadas de barrotes va la sombra bestia por el oscuro a la par de miedo y amigable traicionera curiosidad.
Paso previo paso muévese ella con cuidado en colgante puente de vida, esta alma acuchillada y mutilada en desventajada matanza desafortunada, esta bestia por mudas palabras concebida, por soledad precaria criada y protegida.
Porta estandarte, bandera de pan mojado a rallas, tangentes de polluelo en suelo con colores en alba de secretos, cambiaría presto su destino solitario con nuestro ángel de alas negras en el infierno, estaría más que dispuesto a rezar con sus demonios.
Deseoso de poseer unos ojos del marrón más mundano abraza la envidia de caminar con ellos, de que se le borre el rostro y ronde en silencio como uno más en el suyo feliz ajetreo.
Sin recuerdo de la razón que le llevó a soportar tediosa vida, no es más que otro trozo de carne humana en descomposición, viviendo en un eterno viaje hacia el perdón de sus oscuros sentimientos, y a la vez en su “Notre Dame” sin el atrevimiento de saber si su puerta esta cerrada o abierta.
Se lamenta putrefacto de la paz que le otorga su ataúd de madera antioxidante, solo ama el dilema de proteger sus secretos con empeño mientras quiere revelarlos a este mundo desinteresadamente molesto.
Entre odio y amor, esquina y callejón, la basura habla de su pasado perdido entre lencerías y suelos de mármol, sombras de espanto en el recuerdo de ella, protagonista, y su rostro entre mundos, se escapa de su piel cabezona el tacto pasado de su drama corazón, soñó con conocer la poesía de su cuerpo pero solo conoció la tragedia de su adiós.
Que te podría enseñar esta bestia si aún no se ha inventado a ella misma y ni si quiera ha encontrado todavía alguna alegre melodía, si siempre está acompañada de un verso prohibido en una delicada estrofa vergonzosa, si nunca ha tenido musa ni invitación alguna a virtuoso concierto.
Y yo pregunto: ¿quién será ofrecido juez para esta pobre criatura?, ¿quién doblará con veloz trote las esquinas de su burbuja de adicción?, ¿quién?; ¿quién será el valiente héroe que la libere si estamos todos en la misma situación?
Este poema habla sobre una bestia, antaño humana, que intentó aventurarse hacia el amor pero salió escaldado sin ni siquiera probar un poco de su dulzor, ahora vaga solitaria con la soledad como abrigo y única compañía eterna.
Imagina que fueses el dios de los poetas sangrantes, imagina los versos infinitos pensándote, adorándote, vertiendo su sangre.
Imagina que volases sobre los oscuros pensamientos, con un gesto, una mirada, pudieses atormentar a las tormentas pensantes, pudieses aclarar nuestro cielo juicio.
Imagina que sintiendo los latidos del mar te sintieran los peces, los moluscos, los crustáceos,… os sintieseis juntos y pudieseis conversar, romper fronteras con versos danzantes.
Imagínate rodeado de soñares, sirviéndolos en bandejas doradas, imagina las súplicas desechas, los ruegos dormidos, los lamentos ajusticiados.
Imagina que mirando al abismo te viese de vuelta, imagina que os besaseis entre calores desesperados y fríos vacíos, que os comprendieseis como nadie y os aceptaseis como nunca.
Imagina que surcases el arcoíris de norte a sur, de este a oeste, en busca de tesoros de oro y plata, de la suerte imaginaria de la que todos carecemos.
Imagina los albores del tiempo, puros, caóticos, desordenados, estruendosos,… pero pacíficos, bellos, silenciosos,… voces en el antiguo desolado, sin nadie que las escuche, apagadas.
Imagina que les dieses vida con tus latidos, como espectador de lo nunca visto, como oyente de lo nunca oído, como palpante de lo nunca tocado.
Imagina, imagínate divino, dios de cada sílaba silbante, señor de sonetos y odas, general de haikus y canciones, de elegías, de letrillas, de madrigales, …
Imagínate junto a la diosa Inspiración, dándonos sentido a los mortales, a tus siervos poetas de pluma perecedera, desplumándonos con cada verso minuto.
Y mientras se nos caen las plumas tejedoras, imagínate los miles de poemas olvidados, sepultados por el tiempo, apartados del recuerdo, imagina que dolor sentirlos a la mayoría perdidos.
Pues esta es la realidad de tus siervos, meros peones de tu amante Inspiración, esclavos, cautivos, prisioneros de una dicha que a pocos corresponde, que a muy pocos destaca en este guión.
En este poema estoy interaccionando con el lector, invitándolo a imaginarse como el dios de los poetas, con todos sus dones y misterios, y al final intento transmitir una sensación de dolor y vacío ya que la realidad es que la mayoría de obras caen en el olvido, y las que no son recordadas poco tiempo. Son muy pocas las que perduran recordadas.
Somos gritos, cegados por trenes, somos lloros, berrinches, angustias, somos dolores, tristezas, alegrías, somos efigies viviendo en las sienes.
Somos espadachines de verde manzana, somos estupores, mal tragos, destierros, ovejas sin pastor ni lana, tortugas en españoles encierros.
Somos lúgubres, incesantes labriegos, somos el luto enlutado de deseosas peloteras, somos trémulas en la voz de las antenas, somos talegos habitados por ciegos.
Somos alabastros recipientes, olvidados en las arenas el desierto, somos recodos mentales por cada palabra, beso, riña, acierto.
Somos remansos de infelicidad, disfrutando de los problemas en secreto, de un pequeño momento de felicidad incierto, cantando con la soledad a dueto.
Somos férreos, turgentes almas, livianas, intrascendentes, somos mortuorios vivientes, condenados al olvido de nuestras gentes.
Somos víctimas de la noche intempesta, bebés perdidos encontrados en la cesta, somos la lujuria, el robo, la muerte, el engaño, los pecados de Sodoma y Gomorra sin regaño.
Somos poetas de la tinta a borbotón, tercetos desvencijados de un soneto, somos, vivimos desorientados, vertiginosos, somos de la rima esclavos y esposos.
Somos piratas de agua dulce, pilotos de agua salada, somos amargos, salados, ácidos, del sabor de la fresa agridulce.
Somos llamadas, mensajes, ¡te quiero!, olvidos, ausencias, ¡te odio!, somos un dejar en visto, un like por inercia, un comentario vacío, una foto en el podio.
Somos la última hoja de la libreta, blanca, vacía, que se tira a la basura, somos corruptos, desastres, tormentas, somos tortura, perjura, locura, bravura.
Somos nuestra familia, nuestros amigos, un hola y un hasta luego, un abrazo y un a ti me entrego, una caricia y un ruego.
Somos una madre amorosa, una odiosa, un padre admirable, uno decepcionante, un hermano querido, uno cargante, una hermana cariñosa, una caprichosa.
Somos la empatía selectiva, el abandono egoísta, el engaño ambicioso, la gula insaciable.
Somos la envidia, la soberbia, la pereza, lo somos todo para nosotros, nada para los otros, polvo en el viento, ..., escarabajos en la maleza.
Buenos días, este poema esta inspirado en la canción “Más de Cien Mentiras” de Joaquín Sabina, es una de mis canciones favoritas y quería intentar componer algo así pero con mi estilo, en este caso este poema es una descripción de lo que somos como seres humanos, lo bueno y lo malo, espero que os guste.