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VERBIGERACIÓN MELINDROSA
Porque la imagen que un solo hombre camina por las paredes, parcas de quebranto y llanto con llantas, majestuoso el viento, al derramar copioso al árbol, que puede informar, maguarro, al rubí campesino, turulato, lo que no toca a ninguno.
Infinitas cosas hay, en el camino agitado, alegre, monarca, el siniestro éxtasis, enrojecido en la tierra, sopladoramente. Se habla de las piedras en la llanura enfurecido con los labios, y se equipara, con la planta muerta en su pié amustifado, con su dulzura al tambor, doblando los esquinosos remediantes, de la miel, que es preciso saber lo que representan, embelesos, prematuros topacios y almandarquitas para las personas.
Pues aquellas palabras que tienen este sentido madurable, y sanguinario brumadriga, garmituerto flaquea ya figurado. Ni hacer, opinionsetes con un gran recuento, puntiagudo, de la naturaleza, empezando por las cosas, dichosas platas, agónicas, fuego, octágonos, claridad y retinas…
Y en el museo disuelto seres más sencillos. Acaramelados. Un recuento, de quimeras con brisa, gloria y sueños turbados, en el que ni la humanidad, con ternura ni a sus problemas ama, alimenta desnuda, pues están presentes, a la que tiene, larga.
Niega mucho respeto, conquistador esclavo, puesto que se necesita, excelencia, con tesoros, de cemento, y sería pretencioso, en el cálido hemisferio cantar una pesada pereza, armoniosa, sobre los hombros, en la noche germinantesca, dolorosienta, al nada más pensar en escribir sobre él.
Músculos del relámpago y fragancia traicionera, en gargagracias, y matudueños. Muchas opulencias niegan amonedadas lunas. Más si recordamos, cosa que debiéramos, al misterio azul, desprecio aminutado embardebrío, con dramapilasterio.
Así cualquiera puede, ante el cuadro inextinguido equipararse, a cualquier erizado humaredal, y equiparar estrellas con hojas, por que horripilan encarnadas y que no es menos arbitrario, al patio amanecer haciendo piruetas que equipararlas con oro, pecas y paquetes, o con pájaros de ansiedad quietos, lunares, y tocadiscos melindrosos, en alguna cosa rememoradoramente.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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PARA LLORAR ___Vicente Huidobro ( Chile ) 1893-1948.
PARA LLORAR
Es para llorar que buscamos nuestros ojos Para sostener nuestras lágrimas allá arriba En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas Es para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día Y sobre nuestra memoria de carne Es para llorar que apreciamos nuestros huesos y a la muerte sentada junto a la novia Escondemos nuestra voz de todas las noches Porque acarreamos la desgracia Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras Respiramos más suavemente que el cielo en el molino Tenemos miedo
Nuestro cuerpo cruje en el silencio Como el esqueleto en el aniversario de su muerte Es para llorar que buscamos palabras en el corazón En el fondo del viento que hincha nuestro pecho En el milagro del viento lleno de nuestras palabras
La muerte está atornillada a la vida Los astros se alejan en el infinito y los barcos en el mar Las voces se alejan en el aire vuelto hacia la nada Los rostros se alejan entre los pinos de la memoria Y cuando el vacío está vacío bajo el aspecto irreparable El viento abre los ojos de los ciegos Es para llorar para llorar
Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras Paloma de nube y de noche De nube en nube y de noche en noche Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido
Ese hueco en que quedaron las miradas de los ciegos estatuarios Es para poder llorar es para poder llorar Porque las lagrimas deben llover sobre las mejillas de la tarde
Es para llorar que la vida es tan corta Es para llorar que la vida es tan larga
El alma salta de nuestro cuerpo Bebemos en la fuente que hace ver los ojos ausentes La noche llega con sus corderos y sus selvas intraducibles La noche llega a paso de montaña Sobre el piano donde el árbol brota Con sus mercancías y sus signos amargos Con sus misterios que quisiera enterrar en el cielo La ciudad cae en el saco de la noche Desvestida de gloria y de prodigios El mar abre y cierra su puerta Es para llorar para llorar Porque nuestras lágrimas no deben separarse del buen camino
Es para llorar que buscamos la cuna de la luz Y la cabellera ardiente de la dicha Es la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma Es para llorar que abandonamos los campos de las simientes En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua del mañana
Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia Y que no apagamos el fuego del cerebro
Es para llorar que la muerte es tan rápida Es para llorar que la muerte es tan lenta
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Poeta
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Cuando derriten los dolores
Cuando tras largas ausencias, todo se llena de culpas, muy íntimo, muy húmedo, cada párpado de labios resecos, en la presencia de horas, frecuentes rostros perdidos en tiempos polvorientos, palabras boca abajo, en la más pura memoria de nada, de cobres ardiente, y telarañas en piedras.
Es Cuando Los Dolores Derriten.
Una vez, de tristes verdades desnudas, las conciencias bebiéndose ocultas, como copas de luz espesa, frío hijo del collar enigmático, tumulto, de horas vestidas de tierras ignoradas, donde la paz huyó y las lenguas florecen.
Es Cuando Derriten Los Dolores.
Dolores que nadie ha mirado, por dentro, por la sombra de puertas obscuras, voces que llaman, voces que queman, los cielos albergues lejanos, lluvia cansada del fruto silvestre, uno de tantos caminos gastados, mantos enredados de serpiente, que nievan pupilas al viento.
Es Cuando Los Dolores Derriten
Cuando una vez, los dolores derriten, los columpios sin duda, imploran los cantos antiguos, de aves que inventan respuestas.
Es Cuando Derriten Los Dolores.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ODA A UNA MÚSICA SALADA
La música tejió, bajo las hojas, lunas de sal, ramas, y en el lago, peces dorados. Un Blanco Párpado ¡Sobre los volcanes!.
Ahí un cubo. Tuvo un dulce. Sueño sin melodía. Noche sin luna. Cayendo con violetas. ¡Fuego!. Sabor a recuerdo. En amargas olas. En copas rotas.
Y en el sol el cristal.
Los dedos del tiempo, arrugan los años, y beben fragantes, los minutos. ¡Bajo el reloj!.
En los nevados, inmóviles, aceites de mejillas, horas de dramas. ¡Música y música!. Y sal con sal.
Y cada alegría, manantiales, tardes. ¡De sombras y nuevas noches!. ¡Solo de música salada!.
Sinfonías De Campanas. ¡Y pestañas!. En las piedras extranjeras.
Donde. La humanidad huyó. Y Salió de los corazones.
Y La música Tejió ¡Solo estatuas de sal!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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