ADORADA HUIDA
A
Dora
Da
Huida
Por donde huye el viento pasajero de los ecos,
huecos tejedores, de las canciones,
en el horizonte, de las tortugas.
¡Una soldadura de esperanzas se instalan!.
Se tiñen, se estremecen, se olvidan y huyen.
Con
la dulzura
de
la indiferencia fría.
Van los mudos resplandores de la selva,
con las alas del perfume de los hielos,
en los himnos que caminan sin espuelas,
en las huellas de la brisa sin escape,
que sufrir hace del martirio el esqueleto.
Donde
los ojos.
Del
abismo se derrumban.
Al desbordar el estéril pesimismo,
cual piadosa preferencia en cada mano,
que del polvo radiante muestran,
el milagro que jugando irisa,
el farol de los secretos evidentes.
Por,
el otoño,
verde fugitivo,
pincelada en ciernes.
En el duro rumbo de las palmeras,
que pliegan el ardor de las tormentas,
en las manos carnosas de los bruñidos,
con las alas que al viento azotan,
¡Escapando!. Por el trino de una diestra sombra.
Después,
de la arena,
cultivando playas y desiertos,
en los vidrios del ensueño multiplicado.
En la rubia cabellera del torbellino,
de la monotonía opalina del rayo,
con los sueños de las pálidas campanas,
que detienen los pañuelos vaporosos,
con el oro del dolor enamorado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez