La risa me la han robado, La anclaron a dos pirámides de hielo en medio de arenas y cactus. De nada sirve la mueca, mi risa está cautiva a los troncos humeantes de un dolor contiguo.
Mi risa exprime sus últimos cartuchos para reventar el siglo. Mi risa vende sus dientes en remates de marfil de mala clase. Escudriña las arrugas de mis ojos, o busca la comisura de mi boca para instalar su cabecera de playa en el lunar izquierdo. Pero se entrampa, claudica. La carcajada que dispara es fofa tosesilla censurada.
Remiendan los ojos sus miradas. Son diques cautelosos para explorar nuevamente el sol. Al final me río de mis desreíres, de mis disfunciones humorísticas.
La risa engrillada se persigna en el reclinatorio de esta noche larga y fragua escapatorias contagiantes. Usa cilicio masoquista, se ríe de sí misma y, vestida de fábulas y cuentos, asume la farándula diaria de sobrevivir.
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Poeta
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