Amorfa morada
La nueva pobreza el diseñador ha terminado
de acertar en él, último círculo,
¡qué lo mira compartir en el bolsillo!
respirando, humillada, lástima,
la madrugada nomás de verlo,
ortiga, en un manojo de murciélagos,
certificados, en un clarín de burdel,
domesticado, en un fraude de sospecha,
inmóvil, en un bastón de maletín,
¡terminado a mano, en la orilla!
de un relámpago cicatrizado
de un ladrón canino
¡al final balín felino!
Entre
Los rompecabezas, chicles despistados,
Pellizcos de radares equivocados,
Boletos de fantasmas apiñonados,
Públicos de recámaras silbando...
¡Adarom afroma!
Escuchó, vestido de puntitas a las ranas
incalculablemente cayendo burocráticas
las faldas milenarias y volcánicas
¡trompos perplejos y baleros incluso!...
Goteando, los techos, los suelos... ¡Gotosos!
Más el ungüento reprimía saciado
muy suavemente envenenando
metido en la perfumada puerta
menos píldoras en la naríz....
¡Adarom afroma!
Un nimbo de voces en el borboteo
se amontonaban subterráneas,
escrespadas, desmadejadas,
paradas, intermitentes,
con la cara triangular de las esquirlas
con la visión silencia de las uñas
¡en la mesa del sinfondo!...
¡Adarom afroma!
La casa admiraban familiares agrietados,
los cabellos arrugados en la ceniza
los esqueletos en la cocina
los curiosos en la calle...
¡Siendo, siendo infintos los asfálticos latidos!
Sin forma
En la medianoche
En la esquina
De los instantes descalzos
De los panteones adornados.
Al final
Sin forma... (Formales muy formalmente deformados)
¡Violeta... De pared al techo!
Al fondo
Del mismo
¡Pecho!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez