EN EL MILENIO DECADENTE
Y El mundo múltiple. Es, su propio, peligro. El, insólito, indudable de apariencia, ¡Hombre, página, totémica!.
Por éste, nuevo milenio. ¡Decadente, cruel, inclemente!.
¡Qué grotesco, es un laberinto dentro!. Se desmorona, al detenerse, afuera. Manifiesta, pidiendo, luego, se apague en sangre.
El humo de diez años, las pirámides unánimes de millones, enmudecidos.
Como la escapatoria imagina. El balbuceante, vocablo envilecido. ¡Ser, de oníricas presencias!. De monótonas anécdotas. La filiación de muchos años. ¡Especie, de repugnante despliegue!.
Decadente, empobrecido milenio, en la inicial, década, raquítico, de cada, imperioso desengaño.
Se deseca, inédito y como lo fue. ¡Presenta adoptivo el vientre!. En la extensión de luchas. ¡Todas de retórica ignorancia!. Partes, sanguíneas, gravitando.
Y un barroco, cuadro. No vestimentas anegadas luces. ¡En sucesivas fases!. ¡La ciclónica humildad inagotable!.
En las apergaminadas cortinas, pocas veces, en dos planos. No aguarda la bella forma, desaparece, en ronco canto.
Y entre frescuras y arboledas, puede mirar al cielo, dar la pupila, blanca nieve, no, lugar al moribundo bálsamo.
Solo peregrino extraño, oye y siente. Acepta la música, la luz en que navega. Dar, lo que perdió. Esferas. Triangulares. Cuentas desiguales. Al ceñido hato. ¡Qué deleita sonoro duelo!. Está, en él, ávido semblante. ¡Arriba de aflicción fatídica!.
Sin que nada, le quite, lo allí nacido. Alterar la llama, es lo que alumbra. ¡Su aurora evaporada!. ¡Naturaleza que busca en vano!.
No el paso rápido, de las horas. Es tan cálido y tan bello. Sí. ¡Todavía ciego, el vacío oculta!.
Un peñasco angélico. Tejido de dormidas flores. De párpados y ruinas. ¡Ilusiones de antiguos días!.
El milenio. Enfermo. Nace. Enfermo sigue, decadente por el humo ¡Como el huno, vándalo, vikingo, bárbaro!.
De los nuevos, bucaneros, corsarios, filibusteros. En la lengua de palomas, y un pescado sordo.
¡Vaya, buen milenio, nos vive, por el sueño!.
El Espejo Ha perdido, su reflejo. Al mirarse, dentro, de los viejos siglos. A los pies del petrificado iluminado. Cuervo, curvo, en las mil plumas escrito. Lápiz papeleante de las teclas de pocos años.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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