AMOR DE CENIZA
Enamorado al final del fantasma dormido,
queda una sonrisa leve de insomnio,
cuando el tiempo se desvanece,
subiendo la lejanía al cielo.
Con la punta en la frente obscura carga,
de la nada la mitad sin esperar,
la llave que llueve tinta hábil.
Ocupado en diversos oficios entreabiertos,
llevan de moño un vaso gris,
del color de la modestia fútil,
impermeable al gran arroyo.
Caído de la tienda sangrienta imagen,
muere frío el olvido llorando,
en la calle inundada,
aunque no los vea,
el domador que resulte.
Las felpudas lámparas de los peines azules,
progresivas bambalinas de calles,
dejan en el mercado las tortillas,
qué pintan sonriente al cabrito.
Como rueda el dinero marchitándose,
bañando con números cada palabra,
sin mirar que llueve una obscura,
concha al antojo sin sonrojo,
de la marea al retirarse.
Con la sexta voz de los dientes amargos,
el tacto sutil da pena espesa,
empañada parcela del cristal,
hay un chubasco calcinado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez