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RECRUCIFIXIÓN FINAL (Cuento)
__________ I __________
La noche no era la misma, rugía con sus estrellas al fondo, las nubes caían como ríos. Algún relám- pago, tímido, seguido de un trueno, iluminaba aquella choza. Permanecía inmóvil, sentado en el suelo, la mirada dentro del pasado sin hacer caso del entorno, como no lo hacen las rocas escarpadas de las olas en la costa. Aquella mañana había tenido la primera experiencia, aquella mañana también tuvo la primera confusión; el agujero de gusano estaba ahí, en lo profundo de su mente, en un sueño lúcido guardado por años, y cuando el sol acabó de ocultarse en las montañas se vio obligado a pasarlo. Inclinaba el rostro con inquietud en ambas manos y sentía en el pecho un enorme lago de amargura. Cuando pudo darse cuenta de su impotencia, estaba a solas con su vergüenza y con sus recuerdos. Miles de hogares deshechos, miles de huérfanos, opresión, injusticia, robos y engaños descarados. Tuvo un vér- tigo de pudor y lloró, lloró con cada hueso y cada día vivido, hasta el corazón de fuego transformado en hielo, al momento de morir y nacer simultáneo, tem- blando porque representaba su consciencia. Entraba y salía del fondo del abismo, y escuchaba los lamentos de las conchas y carcajadas de cangrejos en los transeúntes de oficinas, señalándose con el dedo jurando que eran buenos, que no sabían como habían podido actuar mejor que callarse, esconderse y fingir que todo sería olvidado, después de ocultado.
_______ II______
Mirándose al espejo, respondía: Tú no entiendes de casos de consciencia; y sería inútil explicarlo en forma extensa a quién no lo ha vivido ni siquiera en la sensibilidad más burda o en la imaginación que prefiere evitar ver todo el sufrimiento ajeno. Parecía que eramos amigos desde hacía doce años; poco a poco fui acercándome a la fe tendida en el suelo, yerta, la mirada seca y fría, muda hasta en los últimos rincones. Me quedé abatido, y por primera vez también comprendí lo que era ver un mundo hecho añicos, muerto para siempre, como un espan- toso desierto que crece en derredor del alma, aho- gando el espíritu ante la pérdida de la más mínima seguridad. Me había perdido a mi mismo, el alma paralítica y sin aliento para un futuro incierto; el tiempo se detuvo, los árboles no tenían vida, la noche era sólo ceniza, el sol perdió su brillo, la aldea entera era sólo un fantasma. ¡Una víctima más!. ___¿Cómo decirlo?. ___ ¡Oh!, exclamó después de algunos instantes de aquel silencio interior. Soy mi propio engaño, mise- rable sentido del deber, ingenuamente genuino, sin escape, desarmado. Ya no soy lo que creí, lo que estaba acostumbrado a creer. La verdad cae por su propio peso__ ¡Sí, sí!. La verdad era su propio abismo... ¿Quién ere ?. ¿Quién eres?. ___Un mal sueño, una fantasía proscrita. ___¿Y tú nombre?. ___La verdad; ya lo sabes. ¡No existo, nadie me conoce, todos me añoran!.
_______ III _______
Se miraba caminando de prisa, con la mirada perdida, ese cielo ya no era su cielo, ese que había visto desde su más tierna infancia. Su luz comenzó a desaparecer de la tierra, esa que recordaba como suya, salió a pa- sear su cansancio, su asco, su esperanza nauseabunda vista la realidad del presente. ¡Del dios muerto!. Con la cabeza dándole vueltas metida en la cachucha, las manos en los bolsillos, y los pasos indiferentes, distraídos y sin rumbo, por calles desiertas, sombras indicando fastidio, ocio, enfermedad del espíritu. En una esquina, bajo una luz mortecina, parpadeante, cruzóse con una mujer enlutada y delgada, más bien pálida, sollozando, sangraba del alma; inerme, impo- tente, toda su vida había sido destruida. En sus pupilas negras se adivinaban miles de dolores, en cada pestaña una lágrima inmensa; era la cara de infinita gente, niños, jóvenes, ancianos. __¡No nacimos juntos, estoy seguro!. Se decía en el lenguaje de la carne, en el polvo terrible del ayer, de los años de la contemplación perpleja, impregnada del espesor de las ausencias diarias. Así permanezco inmóvil, respirando rítmicamente, (según creo), intentando imitar la paz de un místico cruel empeñado en salvarse, en la cumbre del absoluto egoísmo. Pero es falso. ¡Es falso, es falso!. Yo no soy mi sueño, ni la pesadilla colectiva de nadie, tampoco la imagen de un reflejo de un espejo quebrado. A mi no me han aniquilado aún la consciencia, ni toda la consciencia posible en la desgracia.
_______ IV _______
___ ¡Oh!, Paz, dignidad, honestidad y justicia, todos ahora son simples cadáveres. Aquellas dulces vibraciones perdidas por la vaga extensión del tiempo viejo, y que parecían salir incluso de las sombras, de los árboles, de las paredes y los techos, alumbrados débilmente por los últimos reflejos de una fe genuina, crepuscular con la es- peranza segura, sumergieron sus ideas en uno de esos éxtasis que transportan en alas de la fantasía hasta esos espacios de mundos íntegros, protectores, verídicos y honrados. Ahí dónde el mismo honor era venerado.
Su rostro perdió las facciones y tomó un aspecto terrible; sus ojos fijos, metálicos, más allá del hielo, enrojecidos, parecían haber perdido el movimiento; no obstante, una lágrima de lástima brotó lastimando el silencio, rodó por el aire, y su mejilla la evaporó, como un suspiro reprimido todas sus palabras morían en sus labios. La desdicha se anudaba en la garganta y su corazón ya no latía, era como olas de un mar muerto y seco. La razón le temblaba, ya no respiraba ni se movía; miles de hombres derramaron su sangre secando todas las consciencias, seres malditos eternamente, malvados entre sillas, oficinas y aplausos. Aplausos ladrones, infames, destructores y mal olientes, putrefactos productos del poder.
La luz en la choza fue un túnel pulsátil instantáneo, breve y corto en un pozo plateado, y un agujero de gusano se cerró a sus espaldas. ¡Su nombre permanece en el misterio!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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HELADA DULCEDUMBRE
Sería. Al encender la sombra de alegres, agridulces. Labios sueños derramando música. ¡Laboriosa en grande la crueldad!. Se expande al engaño fácil. ¡Qué ausenta del mundo alborotador!. En la conjunción espiral del hundirse. Los rincones que guardan escondidos. Los libros del tembloroso polvo. Los ensueños bajo su almohada. ¡De lo que fue sin venir mejor!. Solo Helada Dulcedumbre Helada Solo.
Un sedativo, cenit pasadizo. Un lirio entre palabras. Adyacente llanura yerma. Al clavel entre los huecos. ¡Oh, helada dulcedumbre!. Parecíame era grisácea. Y vistiéronle al negror enrojeciendo. El negror enrojecido. ¡En la misma sangre del alma extinta!. Parecíame era grisácea. Y vistiéronle, vistiéronle de ausencias.
Los ecos ya, lejanos, ya cercanos, Anidan entre las puertas y ventanas, y en todo caso. ¡Caídos pidiendo estrellas más!. Al abrigo de la orilla, al abrigo ya perdido. Por éso. De agridulce dulcedumbre helada. Al otoño de la orquídea. ¡Más que infortunio aniquilador, más, sí qué más!. Queda, en la excesiva belleza. ¡Inmóviles los mares anudados!. Helada. Dulcedumbre. Helada. Dulcedumbre, dulcedumbre, dulcedumbre.
A los buques en olas parduscas. Dulcedumbre helada y agridulce. ¡Entre nequicia nequáquam justo!. Como del culto adictos de Nergal. ¡Más neroniano qué Nerón!. Por la nostalgia que la cumbre habita. Por... La inquietud que la bruma amortigua. ¡Opalina opacidad opípara!. Labrando la intimidad con todo, el desconsuelo.
Por Todo Aquéllo qué hubiere sido. ¡Sin andar la sonrisa esperando!. Aquéllo que habría sido. ¡No nostalgia infame injusta! Helada ducedumbre siendo. Cuando agradezcan los gusanos. Todo lo que hubiese hecho. Lo Que Hubiese hecho Más. ¡Qué si hicieran lo que hiciesen!. Al encenderse sombras de los ensueños. Con sus nodrizas pesadillas a cada lado. ¡Labios al cielo, amados astrolabios!. Ya habrían agradecido la mañana. ¡Qué abría soñado la ventana!. Al ver abierto. Aquéllo, que habría cerrado.
Siendo Hogaño helada y agridulce. Dulcedumbre y agridulce. Y Al Que hubiese agradecido. De Haber Podido. ¡Sin morirme en tantos que revivo!. Si, sí. ¡Qué revivo!. Por morirme a diario, en los miles eliminados, exterminados, por cucarachas.
En la basura, escritorios, sillas, edificios, periódicos, oficinas, obstáculos, obras, ventas, quejas, mandatos, manipulación, ceremonias, cementerio, censura. ¡Ebrio raciocinar!. Recordando, recordando.De Hogaño De Piel A Hueso. Recordando helada dulcedumbre recordando.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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