Era por la necesidad de estar contigo
que volvía cada noche a mirar desde el muelle
el titilar de estrellas y el brillo de tus ojos.
Era por la ocasión de tenerte cerca sin la necesidad
de un compromiso cierto que nos atara
a la obligación de decirnos te quiero.
Entonces poco a poco, respiro y sonrisas se fueron juntando
cuando sin proponerlo la luna se hizo tan bella en tus ojos
y el viento cantaba en tu pelo un susurro de amor.