AGUDA CAÍDA
Agu
Daca
Ida.
En la noche que duerme demasiado plácida.
En la tarde que se rasca el sol.
El último pincel entusiasmado.
Cuando.
Se pone nerviosa la mañana.
Al fondo.
Afilar de unas pestañas años.
Después.
De una.
Agua
Daca
Ida
Del crustáceo.
Observando la vidriera.
En la rutina inquietante.
En la cilíndrica mirada.
En la bebida camisa.
Del terreno.
Estampado pantalón.
Del tobillo.
¡Violento colchón!.
Por
Esa
Agu
Daca
Ida
Está
El sendero de la noche medio desnudo,
golpendo el suelo del claro opuesto,
apropiado a la frente estrecha,
en la ropa de las luces cortas,
incluyendo las balas boca arriba,
en la espalda del buen papel,
en el invierno impresionado,
y las sonrisas bajo el hielo,
en la imagen del instante.
Por
Esa
Agu
Daca
Ida
Está
Un amanecer cauteloso.
Un gris interminable.
¡Qué empezó a buscar en la mirada!.
Un sabor disfrazado de rojo.
Un anochecer en la ribera.
Entre los zapatos del sofá.
¡Tambores, bocinas y campanillas!.
En la noche qué desayuna el día.
Y al sol qué no calienta igual.
¡Es así, la aguda caída aguda, es así!.
Dicen:
Como hurgándose las ranas el rostro,
que se hizo pedazos el tiempo,
encaramado en la desprevenida.
¡Cremallera!... Porqué la tentación,
llovía fuerte... En el mejor alumno,
de la suerte... En las pestañas,
pausadas... Capaces de detener,
la mirada... En la cintura de las uñas.
¡Martirizando su lujuria algodonosa!.
Ates, antes, antes.
De
La
gu
da
ca
ida, ida, ida.
Por ser insensata.
En la máquina.
Insensata.
De pasos.
Laterales
Y reverencias.
¡Ahora, ya está, en la dormida noche pálida!.
La luna.
Del espejo.
Después.
De la caída.
Aguda y fragmentada entre los restos reflejada.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez