D.E.S.C.O.L.O.R.I.D.O.S.
Al dormir verde la tarde rosa,
porqué al margen del tono impregna,
la espuma naranja del patio,
en las curvas del agravante hecho,
rojo soñar la noche amarilla,
en las retinas fuera,
en los trances pálidos,
en los desengaños dentro,
¡Una moneda extraña hogaño!.
Solo colorea el aire.
Descoloridos todos los verdes rosas anaranjados,
amarillean en las cejas del licor gris, descoloridos.
Al dormir los transparentes soñares opacos.
¡Son de los epígonos ardor turbio!.
Como la caricia que envuelve al molde blando.
Del amor en la irrealidad profunda.
Entre los muslos presumiendo ser impune.
Sobre la misión disuelta infame fuga.
¡En la sorpresa!...Del qué la tierra escarba.
¡Anhelante!... Una hormiga temeraria canta.
Del girar al mecanismo sobrio la balanza solo.
Descoloridos, íntegros encandilan las texturas,
de la transgresión acuarelas escuálido desmigajar,
descoloridos.
Por el rigor, desenfrenado, un gusano pregona,
la materia del sentido perdido al final siempre,
acusando al Caos en su defensa y a los párpados de piedras, donde todos saben que no hay formas que exculpen ni arropen en la monumental desvergüenza
los colores en la inmovilidad expresiva luctuosa.
¡Del pez luego veloz pluma!...En la intemporal instancia...¡Cuándo la llegada sale en contra!.
Descoloridos más que putrefacción en toda la consciencia han pluralizado menesteroso al cielo
descoloridos.
En el gris más profundo, de lágrimas innúmeras.
De la pobre tela del aliento.
Ondean las colmenas sedientas.
De la madera tallada añorante.
Dejando moribundos los pañuelos.
De la vieja porcelana orando.
De los colores vacíos miles.
De la cerámica inflamable. ¡Color de tragedia!.