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CONCURRENCIA SOÑADORA
Donde el humo enciende un cigarrillo, con el escándalo mecánico, en la penumbra artificial de los ratones, con la voz de la distancia, en el lívido límite de la cárcel tierna, con la dulce incertidumbre, del incendio fósil dictando conferencias, al clavel de la primera vez constante, del sonido perseguido del ruido requisado, por la sospecha despreciada despiadada.
Por ser la concurrencia soñadora empedernida, y que no solo pensase al leer en lo que lee, ni en la repugnancia de repetir lo ya dicho. ¡Sin la dicha de sentirlo!. Encadenado al río, que corre boca arriba naciendo navegante ligero, de lo conseguido en cierto modo incierto espeso, al encontrar otro camino rabioso ramaje rapaz, en que cada parte del principio supone un fin, un pronóstico sin ropa sin ritmo sin horno postal. En La Concurrencia Soñadora... ¡Por ése anhelo que no ha tenido!. Ni antecesor, ni sucesor, sectario secuaz sedoso. Ni tímidos resortes rectos, ímprobos. incandescentes. En las dulces curvas... ¡Dónde la sal entra!. Con el velo del preciosismo azulado ambulante. Y la vanidad dorada en salmuera. ¡Por hablar del sentir, de lo que nada se sabe, ni se puede saber, pregonándolo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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A.R.T.E.R.O.
Cuando miraba el viento El tren corría Por las sombras del abismo iluminado Por las estrellas del sueño ciego El tren corría Cuando saltaba el ocaso.
Artero, artero, el triste tren Va vagando por la región extraña, porque sus ojos doblaron las rodillas, porque sus hojas plantaron las estrellas. Artero, artero. El tren está triste.
Artero y triste el tren está, en la blanda incrustación de consonantes, en la banda incursión de catafalcos. El tren pasa por el valle de los cristales. El tren pasa, artero artero. En la consciencia torcida. De los pérfidos baluartes. En la caricia atrevida. De los pórticos prolíficos. En la mirada perdida. De los efímeros furores. Artero y triste el tren está.
Por el viento que miraba. Saltando el ocaso artero miraba. Y el tren ya no corría, ya no corría. En las sombras ciegas estaba. Y el viento artero y el tren ya no miraba. Ni a las estrellas del abismo...
Y el ataúd en el pecho de traje nuevo. Donde la luna se desviste de albura. Donde la noche se apaga de gris. Donde la danza se amarra de luces. Y el ataúd en el lecho de trampa vieja. Viaja entre las cenizas olvidadas. Viaja entre los mecánicos gemidos. Por los muslos subterráneos. Por los marcos camareros...
Ar Te Ro
Donde Solo nadie sabe Y nadie nació ayer De los muertos fusiles fermentados De las muestras fusibles fabricados Nadie, nadie. Solo nadie sabe Cuando miraba el viento Y el tren corría Por la sombra Del silencio ¡Estremecido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EL RELOJERO FANTASMA
Cada mañana regresaba cargando el futuro demasiado tarde para contarlo en el pasado antes qué ahora, dónde ni siquiera un valeroso reloj se hubiese aventurado atravesando las dimensiones del instante, parte a parte, sin romper el aislamiento qué callaba gris e impresionado pudiendo permanecer así mucho más qué indefinidamente desmesurado.
El mar se agitaba inerte al apuntar el alba cuándo el viento aconsejó suavemente la rebelión de las olas del mismo verde rígido y frío sin encontrar ni la menor huella de la sal desordenada en sus latidos en la playa tosca y bárbara dónde pasó el último invierno el sol sin decir nada de la tarde en un coro mecánico incapaz de hacerle mal a nadie.
Según dicen que eso hubiera sido un cuento de nunca acabar, pero la cosa es que decidió irse al extenderse en el espectro brillante de la piel del aire, y desde entonces no se acerca de improviso dónde es imposible detener las gotas del relámpago en la cama obscura que suele llegar al dejar las cosas deslizarse por el abismo unos cuantos pasos en la eclosión qué se avecina incendiando tenuemente la noche menos dura con la puerta de la blanca habitación qué se abre más allá de la pequeña esquina de los volcanes. Entre trasgo y quimera midiendo al tiempo entusiasta celosa aparición.
Cabalgando unas inquietas nubes llegaban, y le traían el mundo de afuera, el desconocido y feliz mundo al que ya no pertenecía dando la impresión de que querían ponerlo en aprietos debido al color del alboroto al abrir la ventana sin saber lo que querían con la misma luz en la esperanza qué llovían solo sequías.
Antes de la crisis cualquier ausencia tejía ilusiones de nuevos paisajes dentro de una esfera raramente placentera, justamente al mediodía, verdaderamente excitante por tanto sosiego que invita a pasar un rato como si fuera una persona con vida sin disimulo estando vestida en ropa interior, y salir sin decir nada hasta subir el tono de voz fumando un anticuado silencio.
Aquella mañana probablemente no iría hasta ver al día siguiente satisfecho por haber vuelto del bosque a pie más bien por aburrimiento qué por curiosidad dando vueltas cada vez más largas en la penumbra extraviada para decir todas las cosas qué dicen los cementerios sepultados haciendo un gran esfuerzo por pasar ignorados medio paralizados continuamente en las plataformas abrumadas de piedras.
__¡Cuándo se carece de cuerpo las palabras viajan solas luego de escribirlas con la voz adecuadamente teñida!. Pensaba convencido de su propia irrealidad vacilando sobre la manera de expresarlo. __Sin cuerpo...¿Qué duele?. Solo los recuerdos sostenidos por el tiempo que impacientes esperan ser descubiertos por el equilibrio inolvidable ajustado, sin aspaviento, en la inercia inmutable qué de todas maneras retorna llevando las cosas, y cobrando las deudas a pesar de sentir alivio ya caminando lejano del hiato y fisura.
Estuvo callado toda la noche, me exasperaba que creyera qué existía una ley indestructible como algo sólido a qué aferrarse, seguro en los momentos difíciles, cómo al salva-vidas qué no necesitaba, y encaminándose sencillamente hacia el techo dando vueltas a la pieza en la manifestación ficticia del asco a la vida por las calles vacías, y diciendo maquinalmente ya todo está en paz, al cabo de cinco minutos de ignorarlo, y forcejear con el olvido con arrojo.
En la mañana se fue sonriendo con turbación diciendo... ___¡No tiene importancia!. No son ahora más que relojes encarnados abrazando perdones. _____La próxima vez que aparezca espero que usted ya no esté siendo el segundo primero.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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LÚCIDA MALEZA
Luz Y Da Mal Ésa... Irreparable certeza cortesana.
Sirena Sedante Océano de noches frías.
Hermosura de la esperanza, solo. ¡Si la verdad fuera cristalina!. Invisiblemente, inflexible, inmutable. Transparente, y como la sienten, y la piensan y la comentan y la esperan, de oro aurora, de hondo beso, de rojo estuche, insondable, minuto, astro, la maravilla de ternura pareja, sin el empedrado algodonoso, sin el alfiler endulzado, con la pasión inmensa, con la razón serena, piensan, comentan, esperan. Hilos cazadores de las caricias.
Luz hasta que oscurece, esplendor que oscurece tanto, que no pueden verse ni los cielos, ni las estrellas, con la mano delante, del sol, y de las narices, montañosas que comienzan a suspirar, por las medallas de la vida, las medallas de la vida, y de debajo de la piedra, esmaltando los metales, donde todavía está más oscuro, estremecer las cuevas, y hace más frío multiplicando fraguas ingenuas.
Antes de cualquier pero, pero, donde sin embargo nada quedó de la nada, donde, hay una paz real y calma, y no hay peligro alguno, de musas embriagadoras, fatídicos reproches de verdades ciertas, y en absoluto ni nada ni nadie que los moleste, insultando a las mentiras, y que luego lleve el desorden a las cosas.
Simultáneamente Energética Ignominia y el continuo susurro almendrando, sobre la relación de la escritura con la voz, que solo se ve brumosa campana, perdonando a las piedras tímidas, por el intermedio, de las notas breves, en las que se pone en su sitio, al desnudo pueblo de sombras, y quimeras fresas, en el aspecto de la construcción, vista en relación con el amor, fragmentario del suspiro, parabólico y mecánico, fábrica del caudal apasionado, umbral ardiente.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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DEL HAMBRE... (Experimental Neosurrealista)
El hombre alambre. La voz despide. Ce remoniosa carga. En un líquido látigo complejo. En el musloso ventanal de los colchones. En el momento vientre vidrio roto.
Por__ Los últimos rincones. Afilados de los giros, de los techos. Lechos del helecho leche. ¡En la ceniza del mecánico espectáculo!. El puntiagudo encierro. Brinca. Seis__ Modestos__ Por menores.
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Donde Las flamas Inclinadas se disipan. En el hierro improvisado. Del Evento La noble___Madriguera ¡En las nueve extensas tardes! Ventanales___ De los colchones Una lana______Derrite__ Los minutos. En el aguijón algo donoso de las vigas. Dejando. En un sillón__ Los clavos__ Aba ndonados, cada letra___ Crucifi cado dormitorio de ataviadas. ¡Acuarelas!.
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Alambre desempleado de la lum bre hambre hombre humo. En la ruda___ Calma clama Donde una bala canta un titánico cordero. Hambri ento lento. Agotado el océano, amasa débil. Del júbilo estéril burla un huésped recóndito áspid. Del Calvario Hiedra El Cuello.
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De Lumbre el hambre. El cuer po del costal__ Y las pul seras, pedestal habitación de un alfiler. Del pretexto. Consagrado canasto. La garganta. Se diluye. Hura cán en fuga___ Danza, lanza. Una mordida. Donde. ¡El hambre se aba, y aba, abalanza!. El hundir velado timbre. En el desfile. Del. Clamor. Desfalle cido. Entre cortinas arrugadas. Se consume la tersura de los tri gos. Donde la vaina amaina.
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Donde La Vaina. Está, estando, estuvo y estará. ¡Dónde la vaina amaina! La herida flecha. Tan solo un trunco filtro. En donde. Los himnos inter minables mueren. Las pupilas ultrajadas. Sin ma ñana. ¡Un ocaso acaso acosa!.
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Cuando Del primer cadáver. Una lágrima estalla. Sem brando el rumbo en la in quietud piadosa. El sueño lívido se agita. El sueño espera inenarrable. ¿Acaso un jardín celeste?. ¿Acaso un caudal comprenda?. Allá donde nadie llora. Allá donde nadie impera.
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Hambre que... Del aire ras ga y mana lana...pppanes. Los abrojos del reposo incier to___ Escrito del fanta sma taciturno en turno. ¡Encendida la codicia lira!. Más que sombra ingenua. Más que despojo antorcha. ¡El hambre su silueta!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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