Te oigo crearme en tu gran fe y me abandono a tu creación.
No soy ni por asomo lo que ves en mí, pero qué bueno es sentirme alguien que te gusta.
Con un átomo de mérito mío, magnificas mi cualidad y me dibujas especial (con trazos que mi astucia afina).
Vacía va a ser mi vida el día que te des cuenta de tu error, e indiferente, te marches después de empapelar sin querer, el cuarto de mi melancolía con tu afiche.
¡Malaya! y yo, con el dolor de oírte decir esa inocente, terrible puñalada de propuesta de amistad, de quien ya no ama.
Pero hoy y mañana y mientras quieras, soy quien quieras.
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Poeta
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