SOBRIO Y BENÉVOLO
El polvo de la nada espera comer la mesa,
del hambre de la cuchara exiliada la tarde,
del mimbre de la cáscara verde la silla,
del timbre de la casa sola la ventana.
Porque ya el cansancio del agua corre,
humedecido el camino del destino yerto,
fiel entre la piel del viento alegre,
miel entre la hiel del aliento amargo.
Con el silencio que teje las canciones,
del sabor de las noches difíciles,
del dolor de las espadas olvidadas,
del tiempo de las piedras encontradas.
Por las manos de los martes,
entre los lunes de las lluvias,
que brindan los tibios luceros,
a las noches atrapadas y asustadas.
¡Sí, sí!. Mira como vuela ese sueño,
escondido en las campanas gastadas,
en las lágrimas inútiles del recuerdo,
del brazo que carga la luna.
Ya fosforece el palpitar de los huecos,
de los tibios ecos de los laberintos,
en las dulces pupilas que las palpan,
en los viejos tiempos que no mueren.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez