|
Ninguém escolhe ser poeta... Ser poeta não é uma "opção". É algo que está no coração, e um dia desperta.
Tem muita gente que vive em "estado de poesia", mas sem nenhuma ligação com esta filosofia...
Poesia é isto: um "estado de espírito". Não é privilégio da literatura.
É algo que pode estar em qualquer lugar, independente da cultura.
A.J. Cardiais 20.12.2016
|
Poeta
|
|
EN UNA NOCHE Autor: Gottfried Benn Alemania 1886-1956. Poeta y ensayista estudió filosofía, poesía y metodología literaria,terminó medicina en la Universidad de Marburg fue médico militar en la I Guerra Mundial. Sus publicaciones representaron fielmente el expresionismo alemán, con obras como "Hijos" en 1913 y "Carne" en 1917. En 1946 publicó "Poemas estáticos", siendo reconocido entonces como el más importante poeta vivo de Alemania. Con la publicación de sus últimas obras, "Destillationen" en 1951, "Fragmente" en 1953 y "Aprèslude" en 1955. Esta obra es versión de Eustaquio Barjau
En una noche
En una noche que nadie conoce, sustancia de niebla, humedad y lluvia, en un lugar casi sin nombre, tan ignoto, pequeño y alejado,
vi la locura de sufrir y amar, lo transido de afán y de finales, lo teatral de todos lados, lo que Dios nunca apoya de las manos que te acarician cálidas y sucias, que quieren retenerte, mas no saben cómo hay que retener al otro,
en qué mallas hay que zurcir que no se rasguen - ay esta niebla, estos fríos, esta ruina de todo lo que dura, de todo enlace y de toda fe, de todo apoyo y toda intimidad, ay Dios -¡los dioses! ¡Humedad y espanto!
|
Poeta
|
|
Sou uma pessoa feliz, apesar dos contratempos e das situações negativas que batem em minha porta.
As pessoas se enganam pensando que felicidade é morar na cidade, ou possuir bens materiais.
A felicidade é uma coisa interna, e pode estar numa caverna, no campo... Em qualquer lugar.
Felicidade é não ter que “procurar” o que traz felicidade... É deixá-la externar.
A.J. Cardiais 17.10.2015
|
Poeta
|
|
Ubérrima vejación (Texto Neosurrealista)
Donde la luz agita sus alas de sombra en las arrugas de las viejas paredes de los viejos techos.
La evolución es cada vez más acentuada, como herencia no comprendida, contentándose con sembrar las cenizas que no han logrado invadirla en su totalidad. Sin tratar de ver lo que enseñan los hechos mismos, y en que caso complejo conjunto se enmarcan. Mostrando así, cierta repetición periódica de los elementos, al no hallar más salvación que en la penitencia, del porqué, cómo, y cuándo, el ciprés se ha hecho una espiral que rechina, y se queja del veneno, en su pureza morboso, dotado de dulzura y de consuelo desterrado... ¡Vejación atesorada!.
Acariciando al silencio con la espuma del viento rompiéndose en pedazos la sangre llora su memoria buscando.
Incluso cuando la muerte conserva su lugar preponderante, y logra mantenerse en todos los niveles que sostiene con la esperanza de su buen final, sin ser agotado por esta espera, en la polimorfía, que puede reducirse siempre a la misma luz, en todas las figuras, invulnerable, delimitando su dominio, conservando los sitios declarados patrimonio de la vida, difícil, devastada, respaldando proyectos sin acceso a la medianoche, relampagueando sus obscuridades artificiales, sin apasionarse por el trabajo, ni tomarlo demasiado en serio, por la ruda encina y las nieblas levantadas. ¡Ubérrima cascada!.
Garabateando la tarde frágiles llamas son maleza usando múltiples rostros ¡Más que ceniza más que olvido!...
Por otro lado, ser joven y viejo al mismo tiempo tiene su atractivo. Llegado el espejo, cuando se ha quedado ciego, por la historia del siempre sangriento movimiento, en relación con las otras placas tectónicas, que no pueden hablar ,siendo carnívoras de cuatro ojos, en el segundo dedo de belleza letal... Aunque la regla que da el volumen de un ortoedro, como producto del área de su base por su altura, haya resistido el paso del tiempo, más allá de la existencia de los cinco poliedros regulares, sin bien hay otros cuerpos más ligeros, con su sensualidad inscrita en una esfera tibia y húmeda, como el cilindro y el cono, que no están limitados por polígonos insensibles, sino por superficies curvadas... ¡Oh, ubérrima vejación del espacio!.
Ahí, dónde termina agotado, merodeando solitario el último inmortal pierde la fe finalmente comenzando... ¡Al morir la muerte su muerte solo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
NÍTIDA HECATOMBE
El sueño de cristal, la noche rompe acariciando, alas, flores, mariposas en la luz, perlas en el rocío esmeralda de nieve, una vez ave de líquido vuelo, del suelo agitado por las horas, en los ciegos minutos, hablando de las plantas sin sueño, entre los blancos crines, una tarde un momento un suspiro, meciendo al camino sus sandalias.
De carne y hueso el reloj, respira por las horas, el polvo del aliento en la escalera, donde la leche duerme dulce, de la mano el mar sangriento, el amor espera las tijeras, y la lengua un piadoso adiós, y el recuerdo una noche miel, y la cruz una lágrima severa, y el canto una espada lejos.
Espera del viento al sombrero, con la porcelana esperando, la escalera dibujando, al árbol escondido en un cajón, de tiempo el último dios, pensándolo primero ausente. Grises jaulas caen lloviendo, en los años perdidos uno a uno, abanicos alimentados por agujas, que pasan de la espuma a las olas, neblinas del maléfico silencio, en las ramas del trapecio, acumulando ladridos de inepto.
¡Corrupto inhábil enfático!. Donde habita la plaga, el lugar de la lengua, por el suelo que rasca la nuca, codo a codo carcomiendo. ¡Al indefenso la plegaria!.
¡Oh, nítida hecatombe, como te ven y callan!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
EL OMBLIGO DE LOS LIMBOS Autor : Antonin Artaud Francia 1896-1948 De ¨L´ombilic des limbes¨ Versión L. S.
El ombligo de los limbos
Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas. No concibo la obra al margen de la vida. No amo en sí misma a la creación. Tampoco entiendo el espíritu en sí mismo. Cada una de mis obras, cada uno de los proyectos de mí mismo, cada uno de los brotes gélidos de mi vida interior expulsa sobre mí su baba. Estoy en una carta escrita para dar a entender el estrujamiento íntimo de mi ser, tanto como estoy en un ensayo exterior a mí mismo y que se me presenta como una indiferente incubación de mi espíritu. Sufro que el Espíritu no halle lugar en la vida y que la vida no se encuentre en el Espíritu, sufro del Espíritu-órgano, del Espíritu-traducción o del Espírítu-atemorizante-de-las-cosas para hacerlas ingresar en el Espíritu. Yo dejo este libro colgado de la vida, deseo que sea masticado por las cosas exteriores y en primer término por todos los estremecimientos acuciantes, todas las vacilaciones de mi yo por venir. Todas estas páginas se arrastran en el espíritu como témpanos. Perdón por mi total libertad. Me niego a hacer diferencias entre cada minuto de mí mismo. No acepto el espíritu planeado.
Es preciso acabar con el Espíritu como con la literatura. Quiero decir que el Espíritu y la vida se encuentran en todos los grados. Yo quisiera hacer un libro que altere a los hombres, que sea como una puerta abierta que los lleve a un lugar al que nadie hubiera consentido en ir, una puerta simplemente ligada con la realidad. Y esto no es el prefacio de un libro, como tampoco lo son los poemas que lo indican en la lista de todas las furias del malestar.
Esto no es más que un témpano atragantado. Una gran pasión razonadora y superpoblada arrastraba a mi yo como un puro abismo. Resoplaba un viento carnal y sonoro, y el azufre también era denso. Y pequeñas raíces diminutas llenaban ese viento como un enjambre de venas y su entrelazamiento fulguraba. El espacio sin forma penetrable era calculable y crujiente. Y el centro era un mosaico de trozos como una especie de rígido martillo cósmico, de una pesadez deformada y que sin parar cae como un muro en el espacio con un estruendo destilado. Y la cubierta algodonosa del estruendo tenia la opción obtusa y una viva mirada que lo penetraba. Sí, el espacio entregaba su puro algodón mental donde ningún pensamiento era todavía claro ni devolvía su descarga de objetos. Pero paulatinamente la masa dio vueltas como una náusea potente y fangosa, una especie de fuerte flujo de sangre vegetal y detonante. Y las ínfimas raíces trémulas en el filo de mi ojo mental se arrancaban de la masa erizada del viento a una velocidad vertiginosa. Y todo el espacio como un sexo saqueado por el vacío ardiente del cielo, se estremeció. Y algo como un pico de paloma real socavó la masa turbada de los estados, todo el pensamiento más hondo se diversificaba, se disipaba, se volvía claro y reducido. Entonces era preciso que una mano se transformara en el órgano mismo de la aprehensión. Y aún dos o tres veces giró la masa artificial y cada vez, mi ojo se enfocaba sobre un sitio más exacto. La oscuridad misma se hacía más densa y sin objeto. Todo el hielo ganaba la claridad.
Dios-el-perro contigo y su lengua que atraviesa la costra como una saeta del doble morrión abovedado de la tierra que le causa ardor.
Y aquí está el triángulo de agua que se aproxima con paso de chinche pero que bajo la chinche ardiente se transforma en cuchillada.
Bajo los senos de la espantosa tierra dios-la-perra se ha marchado, de los senos de la tierra y de agua congelada que pudren los agujeros de su lengua.
Y aquí está la virgen-del-martillo para masticar las cuevas de la tierra donde la calavera del perro del cielo siente crecer el horroroso nivel.
Doctor,
Hay un asunto sobre el cual hubiera querido insistir: es el de la relevancia de la cosa sobre la cual operan sus inyecciones; esta especie de languidecimiento esencial de mi ser, esta disminución de mi estiaje mental, que no quiere decir, como podría creerse, un rebajamiento cualquiera de mi moralidad (de mi alma moral) o ni siquiera de mi inteligencia, sino más bien de mi intelectualidad servible, de mis recursos razonantes, y que se relaciona más con el sentimiento que tengo yo mismo de mí mismo yo, que con lo que pongo de manifiesto a los demás de él. Esta vitrificación sorda y polimorfa del pensamiento que en cierto momento elige su forma. Hay una vitrificación inmediata y llana del yo en el centro de todas las posibles formas, de todos los modos posibles del pensamiento. Y, señor Doctor, ahora que usted está bien enterado de lo que puede ser alcanzado en mí (y curado por las drogas), de la zona de conflicto de mi vida, espero que sabrá suministrarme la cantidad suficiente de líquidos sutiles, de reactores especiosos, de morfina mental, capaces de sobreponer mi abatimiento, de enderezar lo que cae, de juntar lo que está separado, de reparar lo que está destruido.
Le saluda mi pensamiento
|
Poeta
|
|
CASA DE VERANO Autor : Seamus Heaney Irlanda 1939 Poeta y crítico literario, profesor de retórica y oratoria en Univ. Harvard, y profesor de poesía en Oxford. Premio Nobel Literatura 1995. De ¨Invernadero¨ 1972. Este es versión de : Vicente Forés y Jenaro Talens
Casa de verano
I ¿Era el viento de los vertederos o algo en el calor
que nos seguía los pasos, con el verano agriándose, y un nido pestilente incubando en algún lugar?
¿De quién era la culpa?, me preguntaba, inquisidor del aire poseído.
Para de pronto descubrir, al levantar la estera
que había larvas, moviéndose- e hirviendo, hirviendo, hirviendo.
II Mientras arreglo la puerta, con mis brazos repletos de cereza silvestre y rododendro, a través de la entrada escucho su perdido gimotear, que, carraspeando, tintinea mi nombre, una y otra vez.
Oh amor, he aquí la culpa.
Las flores sueltas entre nosotros se reúnen, componen una especie de altar del mes de mayo.
Estos capullos francos y caídos se tiñen pronto del color de un dulce bálsamo.
Asiste. Unge la herida.
III Oh atendimos nuestras heridas con corrección bajo la dulzura hogareña
y yacemos como si la superficie fría de una hoja nos hubiese dejado sin aliento.
Postulo más y más curas gruesas, como ahora
cuando te doblas en la ducha el agua vive cayendo por la pila bautismal de tus pechos.
IV Con un definitivo impulso nada musical largos granos empiezan a abrirse y se separan
hacia adelante y de nuevo agotamos el blanco, pateado camino al corazón.
V Mis hijos lloran la calurosa noche extranjera. Caminamos por el suelo, mi boca podrida se desahoga contigo y yacemos rígidos hasta que el alba acude a la almohada, y al maíz, y la viña
que sostiene su plena carga hacia la luz. Las rocas de ayer cantaban cuando las golpeábamos estalactitas en las viejas cuevas, goteando oscuridad - nuestras llamadas de amor pequeñas como un diapasón.
|
Poeta
|
|
¿Porqué nada es mejor?
Llueve su angustiante soledad la noche, cuando las aves no cuentan las nubes, y se van apagando. Las flores en sus aguas al finísimo azul después de morirse el sentido en la distancia... Nadie tenía en el lugar la túnica del color del enebro. Era marzo de un tirón, por más que la causa de su oficio no dejaba lugar a dudas al año. Con el moño el invierno puntual se tiende sin ser verde ni admitir réplica, sin darse apenas cuenta de lo qué hacía al miedo al verlo matar su hielo en él, ¡Sí!...En el corazón de una gota. Seca una antorcha encendió el ruido en mil pedazos incluidas las huellas con sus tintes lozanos no sin gran pesar. El vacío en su vasto territorio señalaba el camino de regreso...
Se veía el silencio moverse un paso afuera de los hogares qué se alejaron más allá de las estrellas. Tan cierto, cómo aquél que en el rostro dibuja la cobardía midiéndole los pasos al olvido... Carente de palabras en una extraña expectación.... Pusilánime y arriscada, en el vestíbulo vespral, en el ápice sinuosa con la vicisitud jaspeada, y el incienso de la genuflexión agreste, desgarbada, por la prosapia del varapalo.
¿Recuerdas el tiempo aquéllo?... Cuando nada de esto sucedía en el largo coloquio marmóreo que se reconoce de repente ahora... Y no me remonto soñando a otro... Hemisferio, como el cándido cordero en la pereza, ni a los mástiles de los rosales desnudos en el tedio de una fofa neblina... Tú me dices que sí, y qué si sabes de la penosa y constante travesía que guarda en sus párpados sedeños la boca ingenua... Pues verás...
El desierto acusaba a esa lluvia de ladrona dónde la humedad ahogaba las casas con las lágrimas asustadas por la elegancia de las urnas, y los minutos ocupados en el silencio menos distante, en el más llamativo, en ese que vomita su publicidad, llueve y llueve suave, sin saberse bien...
La había estado observando, veía gota a gota como trepaba entre las nubes. Reconocía la humedad sin pretextos, y guardó sus cacerolas, ollas, cubiertos todos en sus arenas llevándose los puños paños de tormentas agotadas bajo un sol de madera con la certeza del florero de cristal cortado entre las manos del me excuso ante la multitud, y hago desaparecer al primero que proteste de inmediato cumplir con el encargo de la suciedad y la incuria, como si no estuviera realmente al tanto de los propios asuntos celestes... Y del azul contravenir al marrón indecoroso, con el atributo de viandante embaldosado, y desde el introito menospreciado preponderante... ¡Vaya umbrío caligine azaroso, el verdete vernáculo ribetea al tergiversar mismo!. Por allá dónde la dulce lumbre, no es precisamente, dulcedumbre, ni en la cumbre se vierten los abrojos, y menos por la mañana, el lóbrego horizonte, con el ademán del puñal en la mirada, y el rojizo brocado de la esperanza mancillado... ¿Porqué nada es mejor?... Me dices, cuando, cuándo... La lluvia bebe bajo la tierra cataratas que muerden los sueños hechos polvo.... Y... Porqué llueve su soledad la noche en cada calle.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
|
Poeta
|
|
El colofón equitativo
Fue cuando el tiempo colgó sus relojes en la nada, sin fe, en el collar del espacio dejando saltar sus gestos grises, desvalidos, extendiendo el significado de las palabras estrechas, en torno a la negra figura en medio de la pálida faz dispuesta a salir sin destino, entre las grandes franjas de niebla que una tarde reunió con mucho valor.
Resultando difícil despertarse de esa manera más de una vez, en toda la angustia que emigra de la realidad invisible, tratando de ocultarse a medida que la noche caía, llenando con ligeras eternidades su mirada fría, en la imagen de la propia muerte, entre las flores de fósforo y ceniza, donde todo puede fácil recordarse con el suspiro de los caprichos prolongados, en una gota de relámpago, soberbio que dicta a la muerte sus dogmas, con las palabras encendidas mucho más que en la vida irreductible, en el deseo de un buen viaje. Y sin embargo, de repente se sabe que nunca volverá sin transición alguna, en la punta de los abetos que quema el viento en el extremo de un instante.
Un poco más tarde, atravesó de nuevo el cementerio y llegó al lugar donde la había esperado... Entonces nos paramos juntos, al fin, con la meta ante nuestros ojos empapados de sudor, terminando de desprenderse dónde hubo una vez unos muertos, que caminaban juntos, en cualquier parte del aire. Si bien brotaron tiernos laureles, su voz al mar llamaba bajo un mundo que agoniza, y se resigna a ver pasar la vida malgastando los años de grandeza, con sus salpicaduras tristes en el lóbrego montón que trepan los nublados, que bogan en tropel que se afana contra un arroyo plantando las langostas con sus ojos espantados en la fatal jornada.
Equitativo, estaba descansando tanto como se lo habían propuesto al rededor de una suave pendiente, los valles ondulantes cubriendo con sus huellas frescas las manchas prisioneras entre los barrotes de luz que pasaban presurosos por nuestro lado, haciendo innecesaria la sombra compañera del olvido que no reaccionaba en la uniformidad gris, de un ángulo cerrado de tonalidades centelleantes, que nunca imaginé nos cambiaría en los pasillos del futuro.
¡Sí!. Si ése futuro atroz e inaplazable cuando se platica, y como si fuera llorando, la obscuridad en el suculento banquete, de unas páginas no escritas, en arrullos de oro de cuna humilde, con el emblema de la esperanza, que las virtudes coronaron por la sed de amor divino, postrado a los pies de finales sin entrega, y de principios que prosperan en la libertad de una gota en el océano. Así sucedió, y por tanto así se dijo: Fue superando bien el rechazo viéndole la cara todos los días, sin saber que hacer, para que por fin se aclararan las cosas, en el fuego no encendido dos veces, con los labios agitados, y trémulos los golpes extraviados del remolino que desde hacia horas apretaba en la mano, y que como siempre murmura en la próxima parada.
En el rincón tibio, en la primera calavera enemiga de la luna, cultivó los siglos de esmeraldas, escarlatas, y de tiempo en tiempo consideraba el paisaje de pirámide de lágrimas dónde se acomodan los ayeres, sobre las mañanas derrotando a lo largo de los años, el desgraciado matrimonio del alma y la materia en el justo final del tiempo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
EL SIMBOLISMO EMPLUMADO
Nunca como ahora había sido capaz de verlo tan cerca, y comprendido lo que pasaba detrás de las palabras. Era un día claro por pequeño qué fuera el ancho mundo tatuado en el rostro inexpresivo. Quería poner punto final al asunto, pero no sabía cómo. Convencido de la irrealidad del sueño, y poseído por una parte de su lógica, no aceptaba las objeciones limitadas del mundo visible. El camino era una abstracción estrecha, largo, penoso y a menudo lleno de peligros.
Lo visitaba con agrado a pesar de las inevitables miserias genialmente irracionales cuando en las esquinas sombrías se le colgaban otras sílabas después de subir las escaleras agotadoras en una hoja del cuaderno. No podía encontrar una buena razón. Las palabras esperaban su turno, siempre en el límite quemante de la basura cerrando los ojos en un intento de evitar el horror de sentirse tan a la intemperie. Harto de incertidumbres, una luz en revoloteo de lo qué alguna vez fue, para inmediatamente repetirse, basta de subjetividad, no hay escapatoria, es necesario hablar, es una opción continua. Y la opción es el signo de este tiempo. De la comunión del pensamiento por el ramaje trémulo, de los irresistibles deseos del yugo cómo una fugitiva pincelada entre flores.
Estaba escribiendo de aventuras qué creía secretas cuándo apareció en el umbral. Bañada de bosques dónde vuelan las luciérnagas viendo la alfombra qué forman las copas de los árboles entre el zumbido de las libélulas plateadas qué terminan de desprenderse ante las gotas de las ramas formando burbujas que estallan sin ruido, y no dan tiempo para reflexionar entre una cosa u otra.
El cuarto estaba frío y oscuro. Si hubiera gritado de manera decente ninguna ventana tendría los vidrios tranquilos, y de la mente dormida brotarían infinidad de minúsculas centellas rescatando su propio afán y desconcierto antes de producirse una espantosa catástrofe. Donde se borra la inscripción que sucumbe al tiempo en el instante agonizante y la cintura atrevida.
La cara no importa mucho, a fin de cuentas, pero, si hay tiempo todavía se verán las curvas sin pasar inadvertidas en aquel lugar dónde se cambiaba la profundidad reproductiva de los seres vivientes. En la pena de verlas marchitarse día a día y a despecho, quizá de todo el mundo radiante de la inocencia pura ignorando la pobre suerte cuando no conviene.
Se aguantaba poco antes de la medianoche utilizando un escrito con una escritura desconocida de la qué sus autores hubieran sospechado.
Había una pequeña nube refugiada entre sus brazos haciendo perder la rigidez qué espesaba un chubasco de perfume, de aquella tibieza del verde coincidiendo en los ojos sin poder creer en la estatua desnuda deteniéndose lentamente para comprobar si lo qué está ahí es posible... Parecía forjada escalando los promontorios, y las estrellas eran demasiado visibles cuándo sacó la llave y entró.
No había nada parecido en el interior de la cueva al lado de la puerta de la tintorería demasiado real para ser verdad en la pintura de su propia exigencia. El engañarse es enorme, sinuoso, sin fin, con un porvenir derretido, como un río que huye para siempre perdido. Como las hojas del otoño seco por la juvenil soberbia. En la misteriosa alquimia como un nido de soledad y madreselva.
Desnuda como estaba, contempló su soledad sin ninguna curiosidad al rededor en la última hora de un compás abierto. ¿Dónde había quedado su antiguo pudor, el recato, y la intimidad de antes?. ¿Dónde las campanas de la brisa?. Tal vez en el peregrino eco adornado del triunfo conmovido.
Las palabras paulatinamente se desvanecían en la amargura incomprendida de su tinta evitando ser leídas por la distancia siempre más grande del significado, en las tiernas pupilas, de las golondrinas dónde la espuma se divisa cuándo la tentación declina al nacer las lunas, y los enajenados soles desfallecen. En el plumaje de las débiles tintas de los vívidos fulgores sombríos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|