¡Acariciaré tu rostro iluminado En la tersa cara de la luna Y en esa hermosa luz plateada Tocaré tu pelo trasnochado!
¡Veré resplandeciente la luz de tu mirada, los fulgentes luceros, Fijos y distantes en el cielo serán los ojos de mi amada!
Tomaré en la noche silenciosa Tu cuerpo de diosa con mis manos, Para acariciar tu piel desnuda, y gozar de toda tú, preciosa.
Y en esa noche tan hermosa, Enfebrecidos haremos el amor, Aullando como un lobo, feliz guardaré esa noche, como una rosa.
Porque cuando te marches de mi lado Llevando hasta tu reflejo de las aguas, Me quedaré sin ti, pero contigo Aleja; Porque yo, desquiciado, te habré amado.
Como aman los poetas ¡A morir! Sin jamás siquiera haber tocado Un solo pelo de tu blonda cabellera, Serás luz eterna que guie mi existir.
En tus labios rojos pecadores, mis sueños Aprendieron a volar, Y sus alas alzaron al viento, A que los llevara por éste mundo incierto.
Entre primavera y primavera Solo hojas verdes Y flores de lozanos pétalos, ellos, En llovizna diurna solían acercarse a acariciar.
Y volaron cuan alto y lejos los llevara el viento, Todo aquello que pudieron, Vieron y tocaron, Mas nada extranjero para sí guardaron.
Verdes océanos cruzaron divisando en su larga Travesía, a sirenas y tritones, Quienes en alegre vergel de risas y canciones, Disfrutaban de su ignota vida.
Ascendieron a los azules cielos, más allá de las Más altas montañas de la tierra Y, oh… sorpresa…!!! Pudieron mis sueños ver Y oír cantar a Dios…!!!
Ardorosas melodías se esparcían por el cielo, en Cadenciosas notas envolvían el espacio Su voz como una espada, Cortaba las maldades de los corazones.
El Dios de los cantares celestiales Ensayaba una obra con seres de luz espiritual, Fue hermoso escuchar a éste gran señor Del cielo: Dimash Kudaibergen.
No sé cuantas veces sólo para verte a la verja de tu casa me acerqué, atisbando prudente, a distancia bajo la sombra de un árbol sin que me vieras, te miré.
Te he visto salir a danzar alegre, descalza sobre el césped en etéreo vestido rosado, como las rosas que adornan tu pelo y el rosa de tus mejillas.
Mientras al viento desplegabas tus alas coreabas feliz en tus cantares a capella… bellas canciones de amor. Segura de no ser observada... mariposas tus pies... en el aire te elevaban.
He visto callar sus trinos a los pajarillos para aprender de tu voz... las notas que a su canto faltaban, y hacer armoniosas melodías después... con lo que tú le enseñabas.
Te he visto cansada alimentarte de un opíparo sustento de capullos en flor, saciar tu sed y endulzar tu canto con la miel que para ti, ellas guardaban.
Has dejado de ser la guapa vecina danzarina para convertirte en Hada de las avecillas, cambiando con la magia de tus besos sus desafinados piares, por gorjeos celestiales de pequeñas mortales criaturas.
A tu cielo no he querido asomar para no quebrar con mí presencia el hechizo que tienes mujer, de convertirte en Hada de los más caros sueños.