ELEGIA DEL TACTO
Es el instante en que la sumergida flor del tacto, la flor única, de pétalos móviles distribuídos en los dedos, se inclina suavemente para soñar. Y sueña. El tacto sueña con térmicos y largos promontorios, y con profundidad de terciopelos a nivel de latentes superficies. Toca las perlas que no hallamos en las bajas mares del ser líquido. Sepárase del cuerpo y así la flor del tacto sostiénese en atmósferas astrales, y danza como la luz, el tacto danza en un difuso mundo de sedas y de espinas. La piel tiene ese ambiguo color de la hierba madura en la sombra. Las voces del día duermen, coronadas de musgos silenciarios. Tenue respiración impulsa el pecho, como rosada y tibia nave por mar híbrido. Los párpados se abren y cierran lentamente como valvas de hipnóticas conchas, y el tacto, la flor única y espectral, incolora, alimentada por honda sangre aérea, crece. Y su nocturna hostia multiplica sobre el tallo de la absoluta calma.
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Poeta
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