Has vertido una tristeza en el tintero amargo de mi inspiración, donde mojo esta pluma y te describo el sabor agrio de esta nueva pena.
Y ahora que la habitación se ha plagado de lobos hambrientos, habrá que ocultarse bajo las sábanas y esperar a que disipe esta neblina.
He vuelto al lugar de donde nunca debería haber escapado. Una sonrisa o mil promesas pueden volverte un fugitivo.
Te doy las gracias, porque todavía me queda tu nombre para llamarte si me pierdo. Todavía queda sangre para cortarse las venas y que algo tenga sentido.
Hace falta un dios para volverse ateo, para tener con quien pelear por este destino descosido, que viste con harapos, que huele a perfume barato, a empleado de oficina.
Pobre de mí, que creía en una justicia para dos. Es imposible enfrentarte cuando oficias de juez y parte.
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Poeta
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