Cierta vez con su caña un pescador Apoltronado en un rincón del muelle Abúlico esperaba, que algún pez picara Más la marea, era quién sólo su pies besaba. Por la tarde ya, casi entrada la noche Macilento y sin bocado alguno La luna, ante sus ojos pareció emerger, Calmando las aguas undívagas del mar. Una figura sin embargo a sus ojos deslumbró Radiante, mitad humana, mitad pez; Una diadema en la frente apenas sostenía Su negra, larga y abundante cabellera. Ojos grandes para su cara pequeña Sus senos descubiertos, naranjos de miel Y una cintura de aquellas que hacen los orfebres O han perpetuado en oleos los artistas. ¡Tú debes amar al mar y todo lo que guarda! No te has movido desde que te vi, y era al alba Tus ojos fijos en el horizonte del inmenso mar azul… ¿Acaso me esperabas? ¿Aguardabas por mí?
Días ha que desde mi cueva en lontananza Te veo inmóvil, taciturno… como esperando No te alegra el sol, ni la luna te entristece ¡Vamos… dime algo y tal vez te lleve conmigo!
Sus ojos yertos, ya sin vida el pescador Con la mirada fija parecía que escuchaba Aquella dulce voz que sus oídos acariciaba ¡Y el alma le volvió… volvió a la vida! Agarró en el aire la última frase que ya expiraba… ¡Si… te aguardaba! Respondió resuelto, inmutable. ¡Entonces ven conmigo y disfruta de este reino Yo soy princesa… y príncipe te haré! Al cabo de unos años, volvió el pescador Hablando de otros mares, de quimiosíntesis, y más Hablaba entusiasmado de otra vida, y luego Para siempre se marchó, es inverosímil… pero es cierto. Delalma 02/08/2012 11:40 a.m.
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Poeta
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