Erase un caballero macilento, Trémulo, triste, silencioso y lento, Que vagaba al acaso, con inseguro paso, Siempre en hondos ensueños sumergido, Tan desairado y zurdo y distraído, Que susurraban flores y doncellas Al pasar, vacilante, junto a ellas.
Huyendo de los hombres a menudo, El lugar más recóndito escogía De la casa, y allí, anhelante y mudo, En la sombra los brazos extendía.- ¡Media noche sonó!... Rara armonía Y voces peregrinas se escucharon Entre la vaga bruma, Y a la puerta, quedísimo, tocaron.
Con furtiva pisada, Su visión adorada Entra vestida de sonante espuma, Y como fresca rosa, La divinal hermosa Brilla, encanta y perfuma. Cúbrela tenue velo De vaporosas joyas adornado, Y la áurea cabellera en rizos suelta, En ondas baña su figura esbelta; Brillan sus ojos con la luz del cielo. Y en brazos uno de otro, al par lanzados, Se acarician los enamorados.
Contra el amante pecho, Con fuerza apasionada, La oprime el caballero en lazo estrecho; Y el soñador despierta, Y la nieve se torna en llamarada, Y el pálido enrojece, y se convierte El temeroso en atrevido y fuerte. Mas ella, con engaño femenino Y sin igual destreza, Con el brillante velo diamantino Le envuelve, sin sentirlo, la cabeza.
Encantado al instante Se encuentra el caballero en un radiante Palacio de cristal, bajo la linfa De una tersa laguna sepultado. Absorto y deslumbrado Queda ante brillo tanto, mas la ninfa Del onda habitadora En sus brazos lo estrecha, lo enamora, Y en tanto, sus doncellas A la cítara arrancan notas bellas.
Y de modo tan dulce y lisonjero Cantan y tocan, que los pies se lanzan Al baile embriagador, y alegres danzan; Y siente el caballero Que, ya desvanecidos, Amenazan dejarle sus sentidos; Y a la ondina se enlaza Y estrechamente en su ansiedad la abraza. Más, de pronto se extingue La viva luz... ¡Oscuridad completa!... ¡Y a hallarse vuelve, solitario y triste, En su guardilla mísera el poeta!
HEINRICH HEINE
Versión de Juan Antonio Pérez Bonalde
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Poeta
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