El arbusto Promovido desde el trasfondo de su prehistoria, alcanzó el telón ceniciento de los días ignorados y eternos. Pálido arbusto reclamando soles, de los biombos arcaicos extrajo la celestina frase, la travesura ideada.
Se empinó en su clorofila ingenua en su pubertad sin ríos. Exprimió el fugaz beso ribereño. Acarició entre almendros la piel de una dalia marchita.
Creció hasta la mitad, brillante remanso verde para todos los fugitivos del camino. Pero allí se detuvo vanidoso creyendo alcanzar la estética y el perfume.
Era absurda su vitrina de cielo, los álamos pasaban de largo sin mirarlo. Encogióse el arbusto y comenzó a pensar como lo hacen los hombres.
Como ellos se encogió releyendo cada fibra de su desarrollo artístico. Crecimiento exiguo de trovador censurado- Asfixiado por los inviernos, los intereses del cactus o del aromo amarillo.
Así se le vio retorcerse en su pasado. Regresar poco a poco a las entrañas ripiosas del monte, reversible peregrino reencontrándose con su genuina prehistoria de semilla ignorada.
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Poeta
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