LOS ALMACENES
Aman de la rosa el rubor y la sonrisa,
en las formas puras de la brisa,
en los torrentes de los tinteros,
en los armarios de los suspiros,
en las miradas de los pisos.
Aman, aman, la blanca mejilla,
del agua crujiente exprimido néctar,
del volcán junto al tronco desnudo,
del ímpetu alegre un pulpo despierta,
del pedernal efusivo un ramo desierto.
Aman, aman, aman los pájaros,
el nido en la última hora del huevo,
el mundo en la siembra del pico,
el parto en la piedra del canto,
el rapto en la hiedra del cuento.
Aman de la pierna el temblor,
entre la luna caliente escondida,
entre la esponja saliente adherida,
entre la espada doliente mordida,
entre la lana esplendente partida.
Aman, aman, la húmeda colina,
por estar los helechos en jugo,
por estar las ventanas cerradas,
por estar los platos calientes,
por estar las tardes calladas.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez