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Después de treinta y tres años de ausencia de este ámbito campestre de mi infancia y mocedad, vuelto definitivamente a él, hallo resarcimiento de nostalgia en el pasado de ambos.
Con sed y deleite evocativos, cierro los ojos y abro brazos y sentidos, y en hondo acopio sentimental, abarco poco a poco las vivencias que recuerdo: sumisas víctimas del tiempo guarecidas con timidez entre las paredes lindamente decoradas por mi madre, algunas, de éste rancho que como un viejo campesino, porfiando a lluvias y vientos, sigue afianzado como puede en su estratégica loma.
De su entorno, mentalmente recorro el monte de redivivos eucaliptos y luego el bajo hasta la cañadita fragante que me enseñó a nadar. Allí está su mimbre y su par de sauces, todos añosos pero con su verdor en mi memoria y su sombrita de soñar amores y triunfos artísticos.
Vuelto a la realidad de todo lo entrañable que compone el lugar, pienso cómo nada de ello pudo retenerme... Comprendido fracaso, pobre hogar, ya que tampoco pude retener amores ni sueños.
Hoy he vuelto aquí, en busca de una oportunidad de esas fraternas suyas. La sé posible porque la luz dorada del poniente que sigue filtrando mi ventana y la mansedumbre y belleza del lugar, que poco aprecié antes, me transmiten esta paz visceral que añoraba al fin y ya creía irrecuperable.
¡Qué lástima haber envejecido faltándonos! Faltando yo, me corrijo, enfrentado ahora al pequeño espejo de acicalarme para el baile en aquellos tiempos, cuyo guiño optimista de ayer me estaba reservado por esta pared en la penumbra de mi cuarto de mozo; noblemente resquebrajado muro, como cascarón que es, del huevo del cual salí a ver un poco de mundo.
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Poeta
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ODA AL FUEGO
Que no quema al mar con la cintura ni los muslos de miel ni los sueños ardientes como una guitarra de arena abajo, arriba, de lado, en la ceniza renace más allá del amor innumerables veces de los labios de la tierra de la madera en el mundo del alma única en la carne del aliento por el agua del vientre y la luna encendida.
¡Oh, fuego!. Juego. Del destino. Hoy como siempre, alimentas la vida verde del amarillo la muerte azul del rojo invierno triste del cielo abandonado con sus estrellas.
Llama canto ígneo. Del hielo alegre, en la boca triste en el viento en la mirada sorda y muda de la noche a la mañana.
Del hogar del tiempo. De la familia del espacio. De la soledad. Del hogar, tu casa de arcilla de carne humana.
Te llama flama del origen de la chispa del ser celeste porque respiras pasiones vivaces pasiones jugosas presiones desbordantes presiones pródigas.
De aquí y más allá, de las cenizas, de las pupilas, de los huesos, de los cuerpos.
Del polvo viviente. ¡Oh, fuego del aliento!. ¡Oh, fuego del sustento!. ¡Oh, fuego del portento!.
De las cenizas que viven. Del vigor invencible. Del calor pétreo, que camina, duerme y despierta, levanta y cobija.
Que sucede, solamente. De mil formas. Infinitas. Más allá del dolor. Más acá del recuerdo. Afuera y adentro. ¡Animoso, brioso!. Sangre de los soles. Aliento de las vidas. ¡Hoy este canto te recuerda!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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POR IMBRICAR LO ESCARPADO (Neosurrealista)
Así van los hogares hermanos, al cielo silencio de flores, con el llanto moribundos, diluyendo toda aurora, por el eco sembrado.
¡Con alas, acodadas las rodillas!.
Antes de explorar lo que no debe ser dicho, ni suficientemente valorado, es necesario aclarar brevemente el equívoco como nadie lo ha descrito, en manos de los ataques más compasivos y adversivos, que concuerdan en forma respectiva con la coloración ligera de la paz bioeléctrica del último cadáver en dulces sueños, cobrando por el empleo de unas viejas urnas, y la estructuración que puede instalarse sin causa aparente alguna.
¡Por lo imbricado!. También lleva lejos la exánime certeza del arrobo de cada ratón, y por desobstruir al retroceso, implícita la fuerza de la interpretación incómoda, una propulsión hacia los lados con lodo, por el futuro que yace en la escala cultural más alta, con la imagen emotiva de la escultura más penetrante.
Indudablemente, con la plena garantía de las preguntas sin respuesta, cómodamente alejadas del sombrero más cercano, al organismo que jamás olvida los recuerdos invasores en la fábrica de anticuerpos, como un acto de equilibrio de hábil malabarismo del profano anónimo, y la red sincronizadora de los efectos de la quinina.
Por el mérito de haber descubierto los efectos ligeros, se dan a conocer las causas de la represión, que se eliminan con un jugo fresco, y azúcar en las sopas, de la frontera interior, en el punto menos autónomo de la caja de sorpresas. A pesar de la continuas declaraciones, que son tabú para los toros y las uvas, que levantan sus brillantes espadas, a causa de la neutralidad de los círculos rectangulares, en la punta del malestar de las paredes con trigo, calabazas y algunos guisantes, como ciudadanos del pantano.
Una característica notable de este tipo de vida, es el remedio elocuente menos falso con el mismo apoyo de los buitres con calentura, que no tienen nada de simbióticos con las arenas camufladas del desierto. No obstante, con ocasión de fallecimientos desesperados por la gran flexibilidad de los puntos de referencia, los observadores salen perdiendo la integridad más íntima en el pelo o en las plumas, como lo demuestran los ojos sonrojados el el polvo de las cabras monocromáticas, desde las formas lineales hasta las flotantes, en el periodo de mayor florecimiento de la exclusiva sequía, en los suntuosos biombos pintados.
De todas maneras, nada es absolutamente claro, cuando se habla de las esperanzas obsesivas, y de la función noble y sintetizadora de cementerios con amor, de cartones que odian cepillos dentales, y la justicia se vende en frascos de plástico verdaderamente metálico, como un líquido exigente, miel asfixiante, que en caso de pérdida, puede ser amablemente indescriptible en la fotografía más borrosa, donde los caballos culpables, solo acuden como invitados para matar mosquitos.
En fin, lo escarpado es lo de menos al principio, pues existen excesivas cantidades de tranquilidad en las boticas, y en unos cuantos abarrotes carbonizados, que es factible el abuso crónico de la paz en gotas, con un alto concentrado de seguridad encapsulada con gasolina en las almohadas, que ya se ha hecho una adicción la extinción de la violencia que por sí misma no hay, y solo es cosa de películas irresponsables que muestran sólo la parte oculta más cierta, y el sexo de las viudas entre los campos de las tortugas inadvertidas por pecar con alguna que otra lagartija, por los rincones del lago más creativo.De tal manera, que imbricar es lo más acertado de lo escarpado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Ecos plañideros
Entre las huellas de la palabra, no dicha por la arena, hablando el polvo, que humedece al mar su hogar, de azúcar entre los colores, de la paz obscura del hielo, en el fuego vagabundo del humo, del veneno que tirita grácil.
¡Abanicos acodados acreedores!.
En el pájaro que ladra al sol, quemando, cada flor indiferente al sabor salado, cada noche soplando al viento inmóvil, encendiendo verdes al púrpura labrado, con las huellas del otoño entre los labios. Ecos vivos, del espectro, del espejo núbil. Del disfraz de los paréntesis vendidos.
¡Befa beligerante boicoteadora!.
Mostrando el balcón halcón del rostro. Del hollín filibustero néctar de nácar, de música el perfil, y las rejas pasmadas. Emplumando arboledas y tapices, que llueven escribiendo al mármol, del instante fabricado con orugas, plenos uniformes hechos gas.
¡Cavernosa cavilosidad consuntiva!.
Ecos benignos crepúsculos magnéticos. Ecos paisaje de cereza y ópalos lacustres. Ecos en la carne de los lirios acuchillados. Ecos plañideros que fueron al futuro a quejarse. Plañideros de las nupcias del cadalso con el teatro. Plañideros de los guantes sonrientes por los dientes. Plañideros pedestales del patético patíbulo parlante.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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¿Porqué nada es mejor?
Llueve su angustiante soledad la noche, cuando las aves no cuentan las nubes, y se van apagando. Las flores en sus aguas al finísimo azul después de morirse el sentido en la distancia... Nadie tenía en el lugar la túnica del color del enebro. Era marzo de un tirón, por más que la causa de su oficio no dejaba lugar a dudas al año. Con el moño el invierno puntual se tiende sin ser verde ni admitir réplica, sin darse apenas cuenta de lo qué hacía al miedo al verlo matar su hielo en él, ¡Sí!...En el corazón de una gota. Seca una antorcha encendió el ruido en mil pedazos incluidas las huellas con sus tintes lozanos no sin gran pesar. El vacío en su vasto territorio señalaba el camino de regreso...
Se veía el silencio moverse un paso afuera de los hogares qué se alejaron más allá de las estrellas. Tan cierto, cómo aquél que en el rostro dibuja la cobardía midiéndole los pasos al olvido... Carente de palabras en una extraña expectación.... Pusilánime y arriscada, en el vestíbulo vespral, en el ápice sinuosa con la vicisitud jaspeada, y el incienso de la genuflexión agreste, desgarbada, por la prosapia del varapalo.
¿Recuerdas el tiempo aquéllo?... Cuando nada de esto sucedía en el largo coloquio marmóreo que se reconoce de repente ahora... Y no me remonto soñando a otro... Hemisferio, como el cándido cordero en la pereza, ni a los mástiles de los rosales desnudos en el tedio de una fofa neblina... Tú me dices que sí, y qué si sabes de la penosa y constante travesía que guarda en sus párpados sedeños la boca ingenua... Pues verás...
El desierto acusaba a esa lluvia de ladrona dónde la humedad ahogaba las casas con las lágrimas asustadas por la elegancia de las urnas, y los minutos ocupados en el silencio menos distante, en el más llamativo, en ese que vomita su publicidad, llueve y llueve suave, sin saberse bien...
La había estado observando, veía gota a gota como trepaba entre las nubes. Reconocía la humedad sin pretextos, y guardó sus cacerolas, ollas, cubiertos todos en sus arenas llevándose los puños paños de tormentas agotadas bajo un sol de madera con la certeza del florero de cristal cortado entre las manos del me excuso ante la multitud, y hago desaparecer al primero que proteste de inmediato cumplir con el encargo de la suciedad y la incuria, como si no estuviera realmente al tanto de los propios asuntos celestes... Y del azul contravenir al marrón indecoroso, con el atributo de viandante embaldosado, y desde el introito menospreciado preponderante... ¡Vaya umbrío caligine azaroso, el verdete vernáculo ribetea al tergiversar mismo!. Por allá dónde la dulce lumbre, no es precisamente, dulcedumbre, ni en la cumbre se vierten los abrojos, y menos por la mañana, el lóbrego horizonte, con el ademán del puñal en la mirada, y el rojizo brocado de la esperanza mancillado... ¿Porqué nada es mejor?... Me dices, cuando, cuándo... La lluvia bebe bajo la tierra cataratas que muerden los sueños hechos polvo.... Y... Porqué llueve su soledad la noche en cada calle.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
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Poeta
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ODA A LA INOCENCIA
Desmembrada multiplicándose por esta tierra imperceptible llegas de la raíz a las hojas del tiempo de pies desnudos cayendo sepultados en todas las nieblas evidente mil tambores. ¡Sangran sagrados!.
Silencios sin remordimientos en la miel desordenada de las campanas de las corbatas del veneno acumulado. ¡Desbocado manantial!.
En la ignorancia del ramaje de las calles pueblos, edificios en trozos.
¡Oh, inocencia!. Del reloj entrecortado bajo el infortunio decorando la impotencia de las aguas qué oyen lágrimas de nubes y tormentas. ¡Agitando sus olvidos!.
Sus campanas en la selva del cemento en la espina del suelo volcanes mordiendo la sed en una sola mirada desnudando los sillones hambrientos las cúpulas podridas los valores extintos las llamas congeladas.
¡Inocencia, oh, bella inocencia!. Vestida de intemperie aquí el océano teje los caminos de nieve riendo de las puertas de los hogares. ¡Hechos añicos!. ¡Inocentes olvidos permanentes!.
Busca, diamantina inocencia penetrar la destrucción negada del tormento del cabello en los techos qué crepitan en todas las calles los vientos con rabia levantando las manos ciegos en cada esquina menos que gusanos insoportables envueltos de basura sentados en la hediondez saludan sonríen haciendo. ¡Cadáveres a diario!.
Y sonríen... Sonríen, negándolo...Tapándolo, con circo y fiesta de pájaros en la madera con la saña del silencio provocado con las uñas de los dientes en la misma piel del agua y del aire.
¡Búscate inocencia... las carnes en otras tierras!.
Encuéntrate serena bajo las tumbas como aquí se venden los cielos sangrantes los escombros que hablan y dirigen los alfileres los papeles al temor de cascabeles con traje en la peor cara de la imagen perversa que se vende por las esquinas las palomas y los peces perdonados por el hambre del enjambre agrio.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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PLANTANDO RECOVECOS
Caminé, me dices, como el rechazo que acepta el desórden establecido con los bolsillos en las manos de pié al cielo viendo las nubes duras, despacio cayendo entre las hojas del otoño gris gota a gota, camine y camine como cascarria. Porqué camino vamos, no lo sé, dices qué dije, caminando de manos, de menos, manando, porqué suelo a veces decirlo, y tienes razón al pensarlo callado entre las palabras inútiles de una mirada de miles. Es verdad, las casas salen de noche por las ventanas girando bruscamente al mar asombrado cabalgando las íntimas cobardías del espejo en las olas saludando a la puerta por dónde regresan las paredes, y los techos entrando de día a los hogares hechos islas, elegía de pañuelos, epopeya de lágrimas y estatuas en el aposento inundado de ausencias con el veneno del engaño furioso que sepulta la eternidad en una chispa de espeso insomnio. Planta de platos dolientes, éxtasis de horrores plagados, son las mesas vacías pasando años fragmentados por las lúgubres campanadas y las trémulas acacias... Camine le dices al camino paralítico sin orillas ni diminutos puertos escondidos en los segundos interminables... Tal vez eso sea lo mejor en las cifras impares de los premiados caimanes, gusanos con áureo estilo, camine y camine, del fugaz pasado al rústico futuro del comino y la pimienta violeta cultivados a los lados. ¡Recovecos!. Vaya pues si no, son. Esas cosas marcaron las suelas de las sandalias de los suelos desgastadas, como suelen quedar las marcas por el tiempo. Creo, no obstante, oler un dolor más profundo que derrumba cualquier nidal y acrisola del don de nadie al embeleso avieso. ¡Sí, eso es!. Dices que así lo crees, a pesar del dorso incrédulo de sus arenas lloviendo nubes. Muchas cosas se presentaron antes como las que escapan a la memoria, jinete sombrío. Mentor de trápala, con toda su emperifollada vileza que multiplica la ignominia con el grandilocuente polvo del olvido y la impotencia. ¡Vaya afanes ciegos que espían el eco, y más por el esaborío solemne!. Puedo estar equivocado, (a lo cual también tengo derecho), pero... Desgraciadamente me sobran motivos que no sólo he imaginado, y deploro no vestirlos con el secreto prisionero de las plegarias y los perdones. Dices que digo que plantes, con un silencio desplante en el suelo frigorífico al que suelo aludir como espumoso espejismo. Bueno, te diré. Como en este cuento creo que ya lo he dicho, me dices, que así es. Aunque tales metamorfosis con frecuencia agotan el caudal de significados en la mente estrecha de un ladrillo, como un ladrido, como un ladrón que temiendo amurallarse estalla en el tapete destejido, haciendo lo imposible para descubrir el fondo como si se tratara de un tesoro. En este caso no hay tal. Las cosas de este caminar (plantando sin hacer desplantes vanos ), pulen los evidentes recovecos de las cajas hipnóticas por el delirante anhelo de las últimas miradas. Es el caminar de los caminos, de lo cominos, y pimientas cultivados a los lados, de los caimanes que son cuestiones arbitrarias y causalmente planeadas por el absurdo organizado, como se ve en las pesadillas que se recuerdan en el ambiente invariable desplazado por las escaleras. Pobres y desempleadas, sólo huecos esperanzados.
No embargante, llegado a este punto, debo terminar, me dices, con razón qué te dijeron, las espinas prudentes que hablan desde las plantas que están en las sandalias honestas sin la palidez estupefacta ni la traza extraña del encanto con la placidez sonriente de la indolencia, y te doy la razón, me dices, que ya lo he hecho sin darme cuenta, ahora que ya lo he contado. Aunque solo pueda decir que. ¡Nada puedo hacer con las huellas borradas en la desnudez intacta de la indiferencia! y sólo sean incipientes intentos de plantar viejos recovecos en el epílogo agrio solitario.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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EL AMOR DE MI AMOR ___Autor: VIDYAPATI (Siglo XV).
El mayor poeta erótico hindú de su tiempo. Escribió muchas obras doctrinarias en sánscrito. Es famoso por sus canciones amorosas. Esta es traducción de: M. Rolland/J.L.M.
EL AMOR DE MI AMOR
El amor de mi Amor es cruel como la muerte. Construí un hogar para encontrar la dicha y el fuego del fogón lo ha consumido. Esperaba bañarme en un mar de placeres y, ¡ay!, el mar estaba envenenado. Busqué la frescura en el claro de luna y el sol me ha ardido. Quise planear sobre las cimas y he caído en el abismo. Pedí una gota de lluvia y el trueno me gruñó amenazante. Lo poco que tenía lo perdí todo mientras buscaba la fortuna. Mi amor se complace en mostrar mi vergüenza, mi amor que es cruel como la muerte.
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Poeta
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EL POETA ___Hermann Hesse
Solamente para mí, el ser solitario Brillan sempiternas las lejanas estrellas, Y es para mí ese canto milenario De la fuente, y sus estrofas mas bellas. La sombra de las nubes me cubre de noche Se mece en mis sueños, me ve caminar Por veredas y bosques, en mi peregrinar. No tengo ningún privilegio, oro o riquezas, Pero lo que es mío nadie lo podrá quitar: Mi riachuelo, la selva y el mar, El eco de una risa infantil. La delicia del hombre en su amor: Su íntimo secreto, su afán juvenil. Míos son también los templos y dioses, Los ríos y los vientos que corren veloces, Las memorias de antaño, ecos luminosos; Y la esfera celeste, mi futuro hogar. Mi alma se eleva con anhelos grandiosos De emular al bueno, al del alma ejemplar Rendir culto al amor, sobre todas las leyes, Amar toda cosa, a esclavos y a reyes, Campesino, negociante, marino, soldado, Pastor, jardinero, extranjero, lisiado Con amor espontáneo, con gracia y franqueza A la dama o doncella, a la linda princesa. Así es como canta, así es como sueña Este ser solitario, este augur Reclinado sobre áspera peña Descorriendo el velo del norte hasta el sur, Viendo al mundo futuro, que poco le aqueja Al vislumbrar su tumba, que la noche refleja...
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Poeta
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N.A.V.E.G.A.N.T.E.S.
Borrándonos Iremos ¡Compañeros del recuerdo frágil!. Pálidas alas con la pintura. Por la líquida clavícula del árbol. ¡Desaparecerán las plumas!. En las ríspidas laderas. Navegan ya, las horas de la calle, ya. En el vuelo de la flor, dorado el mar. ¡Las olas cúmulos paupérrimos!. En el gorjeo con borlas. Resuena ya, el invierno, interior ya. La imagen cortante de la brisa. ¡Dónde sacude sus manos el tiempo!. Redimido al sudor galopando. Las ausencias ocultadas impunemente. La vida preciosa. Hogaño... Resbaladiza senda de jade verde. ¡Qué se disipa recordando!. Las sandalias inventando. Donde de sombra duerme cada muerte ahogándose. ¡Al sueño de las esmeriladas tumbas!. Los deseos fragantes. El rocío ya viaja el viejo viaje. Las cortinas yertas. ¡Embriagan las tormentas embriagan!. Con lo mágico y leal del viento. ¡Dónde la sequía se amontona!. Por el piso qué al caimán cubre. De sombra que duerme al silencio. La dura multitud que hogaño aúlla. ¡Aúlico olvido, dúctil intransigente!. Ya marchitos los collares, vidas, hogares. ¡Del perfume que palidece insípido ignorado!.
Navegantes Somos En La Nada del ahora desarmados, simples sombras. Del Ayer Navegantes Somos En La Nada. ¡Cómoda la música sin notas!. En el agua sin las manos, olas, humedades. ¡Por el asfalto que apaga las fogatas!. Al sol sembrando. ¡Del mínimo calor arropado!. Ya se ofrende al manantial, la corriente seca sangre. Y hogaño sí que solo nada se dice. Navegantes somos navegantes. Y al final. ¡Gotas igualmente todos secos ecos!. Pues Ya que bien caído, ahora si me dueles, dices.
Del bosque sintiendo lágrimas, cocodrilos codiciosos, miserables alacranes, quimérico zigzag. Me dices de tono verdoso al sol que apagan, ruines. ¡Donde solo llueven las espinas!___Navega que navega. El ave sin trabajo, el vuelo bajo en sombras. ¡Solo y sin música, solo pétalos silencios, ecos ausentes!. Porqué ya se toca, ya, el aliento que no siente. Navegante del corazón que reproduce, olas infértiles. Navegante por el latir arrodillado, misérrimo y medroso al vivir. Por la ilusión que del albedrío arrosta, la vanidad sola.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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