Hoy no me hables de miserias,
ni enfermedades ni maldad ni muerte,
que hoy, mi decepción está optimista.
Háblame de perfección, de paz,
de amor perenne y todas esas cosas
que nos “pintan” de pequeños.
Hoy no me interesa debatir el porqué
del triste fracaso de lo primordial,
ni quienes tienen la culpa, ya que lo sé,
ni quienes van a enmendar tal hecho,
porque sé que es otra mentira más.
Háblame de un paraíso alternativo.
No del de estratagema religiosa,
sino de éste, pero imparcial. Éste,
con inmunidad infantil genuina,
donde se restituya a la inocencia
el paraíso natural que le viciamos.
Háblame sutil como me hablas
para que desista, cada vez que invoco,
(a riesgo de morir de ilusa estupidez)
los cándidos poderes que me harían
cambiar el mundo de un abrazo.
Y si quieres hablar de realidades,
dime por ejemplo: por qué relucen
tus ojos cuando me ves aparecer,
y qué piensas cuando te aferras a mí,
mimosa y en silencio como ahora.
Pero hoy no me hables de miserias
ni enfermedades ni maldad ni muerte,
que hoy, mi decepción está optimista.