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Dureza del corazón. Autor: Pierre Reverdy. Francia 1889-1960. Poeta nacido en Narbona el 13 de septiembre de 1889. Inspirador del movimiento surrealista, fundó la Revista Nord-Sud, dedicada también al cubismo. La mejor parte de su obra: "Sources du vent", "Ferraille" y "Le chant des morts". Este es versión de César Moro. En: "El tragaluz oval" 1916.
Dureza del corazón.
Jamás hubiera querido volver a ver tu triste rostro Tus mejillas hundidas y tus cabellos al viento Me fui a campo traviesa Bajo aquellos húmedos bosques Noche y día Bajo el sol y bajo la lluvia Bajo mis pies crujían las hojas muertas A veces brillaba la luna
Volvimos a encontrarnos cara a cara Mirándonos sin decirnos nada Y ya no tenía bastante sitio para irme de nuevo
Quedé mucho tiempo amarrado contra un árbol Con tu amor terrible ante mí Más angustiado que una pesadilla
Alguien más grande que tú, por fin, me liberó Todas las miradas llorosas me persiguen Y esta debilidad contra la que no se puede luchar Huyo rápidamente hacia la maldad Hacia la fuerza que yergue sus puños como armas
Sobre el monstruo que me arrancó de tu dulzura con sus garras Lejos de la opresión blanda y suave de tus brazos Me voy respirando a pleno pulmón A campo traviesa a bosque traviesa Hacia la ciudad milagrosa donde mi corazón palpita
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Poeta
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ENCHARCAMIENTO CIERTO
Cuando estuvimos muy cerca, agitados los pájaros marcaban una tibia humedad en el lago con su vuelo inexpresivo en la transparencia de las medusas. Se puede hallar la palabra fervorosa y pura al desbordar el polvo abatido en la funesta tiranía del tiempo, de tal forma que al mismo pensamiento espanta, entre la quietud y la soledad, al cerrar los ojos deslumbrantes.
Pero el tiempo pasa tan de prisa, tan radiante, tan consolador... Como el pasado en el futuro tropezando. Cierto, cierto a veces como una jícara sepia de albear, casi farruco del jironado, por la vida con cañadas y... Desazón por la estrictez de desfiladeros. En este momento no se ve, porque ya obscurece más temprano. En el gran sol es casi de noche.
Créeme. Para subir y luego ocultarse ha perdido la gracia. A todos nos llegará. No debemos, no debemos de ninguna forma impedir las cosas, ésas que al cabo de veinte años no tienen un minuto de sosiego. Como el charco que calumnia del ridículo al engaño, y las naves de quimeras por el viento, marchan los designios fatales del destino donde reposa la brisa entre cumbres lejanas. ¡Sí, cierto!. A veces es como dices que digo, con el pecho que al sueño alcanza, lo que a la sombra imanta en la convalecencia de jazmines entre consciencia y clemencia, un tanto próvido y otro tanto rumbático. Tú lo sabes, así soy, dices, en lo mismo que recíproco expreso, de la mariposa que volar anhela más allá del óbice al obcecarse con mesura anodina. ¿Encharcamiento?. ¡Claro!... Como la restitución vierte el despiste animalado, y una vez más, como un milagro, se repite día con día. Y ante la imposibilidad siempre pide consejo. Tiene la vaga sospecha, de los pies a la cabeza en los plegables suspiros, en la claridad prestada y quieta, lleno de hosquedad el paisaje con su fosfóreo resplandor, redondo verde, largo azul en un instante sólo, dónde la afinidad es posible, como así fue aquella tarde pragmática de flauta y tamboril al acercarse a la laguna.
Bien lo sabes, como dices que digo. A pesar de todo pasan los años, hablando de lo mismo con su microscópica mayoría en la desnudez poco más o menos ridícula, en el ultraje y el exabrupto. Pues bien, como esa vez fue, el raudal espumoso se derrumbó como la encina ruda, y el nido al colocar su tumba, lentamente, en el sonoro ímpetu que estuvo en la trinchera clavando sus pupilas redondas no lejos del fuego.
Aunque sin hacer publicidad, los gusanos han empezado a volar, según ellos sumidos profundamente en las nubes más lejanas del mínimo margen evidente. Así que, como hemos visto, la luz hace correr la pesada cadena, invisible, a dónde la mirada no consigue llegar. ¡Sí, nuevamente lo digo!. Estuvo tan cerca de la máxima prudencia que se puso a toda prisa la inteligencia inconfundible del nadie ve nada, del es. muy fácil, del al cabo a quién le importa, y si acaso sea el infolio inmemorial, qué pena yo no pude hacer nada. Es el desastre perfecto. Y te doy la razón. ¡Si, te doy la razón!. Disimulando quizá la carencia de ella. Tan cierto como en ese charco es, lo que en el mismo lago lejano agitando, huesos y pellejos están, las medusas a diario.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Aquí es un perfil muy bien establecido. Para ello, nada mejor que una nariz grande, bien largo.
Tan feliz es una nasal, por lo que recibir, indiferente, vanos chistes interminables.
Por lo tanto, mi nariz, bien,
con su estética y nitidez justo, muestra un perfil falso venir a mí.
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Poeta
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APRECIO DEL CEPILLO
Un resto del desprecio ha caído en desuso, al quebrar el espacio sin esperanza, la balanza perdida, del cangrejo ahogado, del tesoro muerto, casi ágatas, por el puño adolorido, simulando la naturaleza.
¡Aprecio del desprecio, cepillo del cepillo!. Renovando las noches, las cantinas, amartilladas son las tinajas, intermitentes, ollas de los brocales. ¡Qué dejan apretado al pié!. Al anillo pordiosero. Al desatino de las mejillas. ¡Qué muele lágrimas desafinada!.
¡Del cepillo aprecio, desprecio del aliento!
Con toda la proximidad, como una carga, amenazando al torbellino. ¡Qué nace bajo el suelo!. En la desconfianza advenediza. ¡Del escorpión qué alacranea!. ¡Redondo al mimbre!.
¡Aprecio, aprecio, del cepillo despreciado!.
Sin embargo, persiste un párpado, con la cifra rígida. ¡Una flor seca, cada segundo!. Iluminando maquinales, a los alientos del cepillo. ¡Una fórmula atlética!. Considerable a gran distancia.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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