AL OBNUBILARSE
Llovía la voz con sabor a danza,
en el azul sonoro del tacto,
una sonrisa obscura,
un llanto brillante,
tan profundo en lo alto,
tan escarpado en lo liso.
Al obnubilarse.
Con el olor de los años,
con el color de los sueños.
¡Oh, danza de la esperanza!.
¡Oh, lanza de la tardanza!.
Una espuma espinosa.
Al obnubilarse.
En la voz otoñal pestañeando.
Sin el gastar neblinoso.
Sin el pastar asombroso.
Llovía y llovía, esa voz agridulce.
Esa vez esa voz.
Al sentirse pensando.
Al obnubilarse.
Ennegrezco al nevar,
el fuego al entibiarse,
la sonrisa vidriosa,
la voz lluviosa,
entre silencios sinuosos,
entre recuerdos borrosos.
Al obnubilarse.
Una vez al desvestirse la tarde,
al empalidecer anocheciendo,
la espera lenta,
la salida profunda,
entre perfumes perdidos,
entre nubladas alturas.
Llovía llovía, al obnubilarse.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez