POR UN ÁRIDO QUÁNTUM
Sediento apresuró el paso, con el pensamiento puesto en la penúltima partícula inestable, sintiéndose culpable por no haber realizado la experiencia qué se proponía, por no haber materializado la chispa coloidal transversa, y haberse trasladado a esa zona escalonada y espiral qué se registró en el barométrico nanosegundo; Y al mismo tiempo se sintió extrañamente ridículo, preguntándose lo qué habría podido suceder...
¡Tal vez haya sido sólo mi fotoestesia refleja!... Pensaba tranquilizándose ligeramente. Con estas nuevas retinas, el implante bien puede haber reprogramado mis conceptos de los taquiones amplificados qué expuse en la aproximación teórica el año pasado... Ya veré cómo tratar los procedimientos indirectos de la fotocromía subjetiva, pues lo único qué espero obtener son duplicados, fotografiando el fotocromo en otro clisé autocromo como el qué tengo occipitalizado... El lugar estaba tan tranquilo qué las ondas de las últimas versiones de feromonas discurrían con lentitud. Replicándose atras del aire, dónde se mueven y se fusionan... En el asteroide veíanse las seis macrocápsulas blindadas ligeramente opacas y flotando en algo- donosos campos energéticos pulsátiles. Parecían algo abandonados y un poco misteriosos. La habitación permitía apreciar frecuentes lluvias de estrellas, aunque los anillos del planeta cercano eran incómodos y las cámaras ultrasónicas estaban parcialmente obstruidas.
A través de las mismas, su figura delgada, cabeza y barba alargadas, contempló cómo caía una espesa neblina brillante. Cómo secas hojas lentas y seguras.
La verdad, mi verdad, encontrará la salida objetivamente, y me abriré paso por tanto laberinto dudoso en teoría planimétrica, pienso en la cara qué pondrán. Seré breve y explícito. Y sobre todo veraz. Pues he empeñado mi mejor esfuerzo en escribir, enmendar, corregir y volver a repasar la teoría con énfasis epistemológico. Tanto qué mi vista se ha sumergido en el fondo del fenómeno qué ha comenzado dentro de éste mismo a mirarse, a observarme, singularmente expectante y complacido. Pues he llegado a creer identificar cómo se traban entre sí sus relaciones catatímicas. Ha bajado la temperatura y en la habitación el aire es lento. Las alas de la inquietud silenciosa trazan círculos qué descienden por las paredes semitransparentes; Y recuesta instintivamente el cuello en su almohada gelatinosa hasta tocar el respaldo abatible del antiguo sillón en sus oscilaciones ligeramente vibrátiles. El incidente ha roto el hilo del tema y ablanda ciertos rígidos conceptos.
Todo empezó entonces a pasar cada vez más de prisa, ante la extrañeza de la mirada, no supo cómo creció y se destruyó la idea. Y menos en el recinto caótico de temporalidad abstracta dónde se hallaron los ojos aterrados ante una amenaza ocular exterior. La pérdida de este relámpago cognitivo pareció haberlo afectado profundamente y no consideró prudente hacer una réplica de lo mismo y rescatar algo. Sin embargo la impresión no fue desagradable en extremo. El tiempo entonces, lo comprendo, existe, existe, ya lo sé, pero hay tantos cosas qué no entiendo aún. Incluso cuando se concibe alguna idea fantástica y se llega a soltar alguna ocurrencia oportuna... Pero con frecuencia se cae estrepitosamente o se queda flotando como suspendida de una argolla qué no se debe tocar hasta una ocasión más idónea. Esta historia, claro, bien pudiera durar años, dónde los más discretos callan y poco se atreven a preguntar.
Como esta vez, semejando un árido quántum en el espacio subjetivo, se desplazan las ideas como las plantas y las flores en un jardín esperando cultivarse... La respuesta seguramente está en una posibilidad inesperada, cómo una sed latente ciclándose en su aridez.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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