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¡Que venga el amor!
¡Qué venga!. ¡Qué venga!-De la mano. El amo, de los sueños, espirales angustiados, entre la venganza, del abismo, marmoleoso. Sin dudarlo. ¿Qué venga?-La ostra perlada. El mar por una ola, sola, ama. El esclavo, es madero, es abismo. ¡Vengativo!-¿Qué venga sin motivo?. El amo. Amante. ¡Qué amó sólo!.
Al amo. Del amor. Esclavo y espina. Espiga de la mano, de la vida. El último suspiro en espirales. Convencido. De la altura exacta. Amando la ignorancia tras la muerte. ¡Olvidando la virtud ante la vida!. ¡Fe de gusano arrodillado!. ¡Fe al dios que bala sufrimiento ajeno!.
Palabra. ¡Qué vende cada letra recta!. Y regala. La... ¡Torcida!. Solo a crédito.
Así ama, el amo, a su ama. La venganza. De la mano. De su fe. Sueños de caracoles, espirales enroscadas, enroscadas, enroscadas. ¡Amar por amar!. ¡Amar a cualquier precio!. ¡Amar lo que sea!. ¡Amar ó morir!. ¡Amar sin piedad!.
Amar... Cruelmente... ¡La desdicha humana!. Y Sacrificarse. ¡Todo!. ¡Al amo del amor!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Cómo se aleja el tren, cómo se aleja, y decreciendo va y al fin se pierde, y sólo el humo en espirales deja en la extensión de la llanura verde.
Así se van las dichas de la vida, así se van las horas de ventura, y dejan sólo en su fugaz huida de los recuerdos la espiral oscura.
Los dos en el andén se despidieron largo rato a los ojos se miraron; mientras sus manos trémulas se unieron, en silencio sus almas se besaron.
En la hora fatal de la partida no hablaron de promesas ni de agravios; en los grandes instantes de la vida, hablan mejor los ojos que los labios.
Ella está aún en la estación mirando del humo las confusas espirales; y él, que ya no la ve, sigue agitando el pañuelo a través de los cristales.
Y cual de un mismo pensamiento heridos, con un acento de profunda queja, quedo exclaman los dos entristecidos: "¡Cómo se aleja el tren...Cómo se aleja!"
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Poeta
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