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ANDAMIO AL ÁPICE
Por esa ventana sin alas ni miedo, cae la nieve amando al tiempo, por el otoño sin demorar la sed, en la palabra fervorosa de la entrega. ¡Sólo natura que cura!... Sin piruetas. En los trenes erizados por el eléctrico drama. ¡Por la brisa maternal de una sonrisa!. En las íntimas dulzuras de un geranio. Una tibia acogida, madrugadora, complaciente. Bordando un laurel en calma.
¡Andamio al ápice de castalia fuente!.
Encarnada amena con presteza ágil. ¡Encarnada en travesía halagüeña!. Por ser virtud que inspira leal. Y estremece a los lamentos sepulcrales. Al cuidado inhabitual de las ovejas. ¡Oh, luz que ayuna del pudor falsificado!. ¡Cuanta sensatez hay en el amor maduro!. Con lo adusto, cauto y recatado. Con la materialidad espiritualizada. ¡Cierta claridad cierto compartirse!.
¡Andamio al ápice del caudaloso río!.
En la esplendidez de un espasmo perenne. Pletórico dar y recibir al cenit cediendo. Al pináculo copiosidad almendrada miel. Sin traficarse especulando. ¡Sólo!. Sin apropiarse nimio hábil. ¡Nada!. Sin alas, sin miedo, sin sueño. ¡Todo!. Con afán, con raíz, con alma. ¡Cada parte!. Dócil asequible cómodo satisfecho... ¡Cada poro!. Con lo más humano de la falibilidad insurrecta, dando y dando. ¡Serenata al sol y la luna!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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FINALES POSTREROS
Todo ésto sucedió hace mucho tiempo y, desde entonces a menudo previo al inicio, sin dulcificar la acidez excelsa de las minúsculas amarguras, granuladas, encapsuladas, en gotas y soluciones en suspensión, estando lejos el refresco de las arrugas verticales por el atardecer con menos fuerza. En el taller, desempleado, con el agua que hierve las herramientas en alerta que encienden su tristeza, infiel de mano impía por el rencor de la moneda del blancor relajando un limonero.
¡Sí, en él!. Taller qué hace oscilar el baño de vapor giboso de las calles conmocionadas por el silencio. Estruendoso nadaba un pez abrumado por el óleo colgado en la madeja de lana en aquella pared rugosa. La noche verde aún la luna en su vejez contaba estrellas saltando como ovejas de miradas serpentinas limpiándose los dientes en un lobo qué temían moviendo el aire tembloroso sin inclinar la cabeza siendo imposible reconocerlo.
Entonces el hijo del carnicero se armó de valor y avanzó. Se amontonaron unas tijeras en los escalones como palomas en un peine desenfadado por la larga lista de caballos saltando arriba y abajo para calmarlos. Agitándolos con el acorde suave de agria voz. Por el ingrato silencio de la mirada devorando insectos.
Así el fueron muy felices quedó instalado en el dispensario recomendado por los mandriles cotidianamente iluminados por el uso de las profusas mordidas en un convulso epílogo, confundido con el prólogo a la defensiva con piedras y palos en la mano qué lanzó el primer inocente detectado, retirándose misteriosamente a meditar en un cómodo ataúd sumiso como el honor vendido, y ofrecido bondadosamente al colorín colorado.
Tomando en cuenta ya, el área posteroanterior del raro gris esmalto las auroras de fuego y la más herida luz sin vida dirigiéndose a los pianos. No embargante. Bien se supo lo mucho que lloró la noche desde que sus ojos cayeron al tomar las declaraciones llevando sobre su vestido un cable eléctrico mirando las peladuras del cielo más temprano que de costumbre tocando las heridas frescas en la multitud que quisiera salir de los abarrotes que brotan del asfalto con penetrante insistencia.
___ ¿Es un acertijo?. En ese instante las paredes se derrumbaron entre los recuerdos ya lejanos. Del... Había una vez entre un álbum fotográfico como una presencia amarillenta que permanecía escondida acariciando las condecoraciones perplejas. Del... ¿Qué importa?.
Ese que importa más apetecido con la ostensible emoción jadeante después de recorrer la explanada filosa produciendo el aleteo una figura lúgubre desplazándose en espirales lentas en la parte interior del saco. No está demás.
¡Sí, no está demás!. Diciendo: Debemos tener alguna precaución usando las palabras del dueño de la casa por la estafa lisa y llana después de los genealógicos segundos al asomarse el gato que comienza a lamerse con prolijidad por las calles con un gesto tímido hecho de marfil, sobre una pescadería de una sola pieza al cabo de muchos años, tropezando con los suspiros indolentes en esa parte de horizontalidad que nadie se atreviera a mencionar en una prueba de exterminio.
Así terminan las alegres mariposas en las tumbas caprichosas que plantan peregrinas las espinas estivales en el esplendor de las sombras tutelares en los calcinados precipicios de los claros vitrales.
Porqué las letras no resisten mucho tiempo altas dosis de continua realidad con sus impredecibles reacciones al pasar la eternidad al dar la vuelta a un periódico clima con la amenaza de ciertas divinidades de entrega inmediata, por el esfuerzo de querer reconocer sin remedio a la manzana enroscada, en una especie de eco aprendiendo a vender manojos de verduras al preparar la cena bajo el suelo bien ordeñado que se nota a simple vista de topo tragicómico en la ocupada cornucopia.
En cada final todo volvía a empezar para las casas sordomudas que se extendían con impotente desesperación bajo la forma de una clara y sana rigidez, ligada a una opinión muy diversa según la moda lo demostraba, en las armadas controversias del enrédote frágil velo de la concha impulso e igual indiferencia.
Uniéndose unos a los otros como en una imprevista bacanal que termina de arreglarse, y va a su dormitorio en los alevosos minutos cazadores dentro y fuera con su cuerpo de sirena, ladrona de frescas juventudes por la estrofa impenetrable de la montaña desnuda.
Así ha sido este brebaje de confines, ringlera de remates, pisaverde desenlace. Tanto como cuánto ladra el búho pálido de la fatal jornada, y dónde los mares enredan penas sin fe ni flores pero que aseguran servir de veladoras inestables en tiempos normales, y en la medida de su propia exigencia, por el porvenir que cae sobre ellos. Y... Como siempre. Terminan con el postre.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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AMORDIDAS ALUCINACIONES...
Los hongos danzan en la niebla dura, en alada ave "ab" bajo el boscaje, encajándose como cajeta.
Amordidas...
Dando, quitando y ausentando toda esperanza. Y ya, ya. Lentamente, menta el aliento. Con una enlechada luna, nocturno luego el queso.
Estaban. En la mitad del momento. Un silencio en añicos cayó. Ese inmenso instante interrumpiendo. Un vidrio, un medio muerto, entero. ¡Orgasmático, automático, robótico!.
Con una mordida manzana, reposará desmañanado higo. Alucinante manzanar prohibido era. Era una alegría perpendicular polinizada. En la vieja filogenia. Ya no ahora, ó tal vez, siempre por el futuro. Tejiendo telefónica inalámbrica. Turbina. Sos.¡Advección causal de. Y por... Atmosférica presión recalentada. Piel terrestre.
Amordidas electrónicas arañas. Encendidos boscajes de Venus. encajados, cajetas, acordeones.
¡Pri-mero des-armados y después acri-billados!. En la vieja constitución del hueso. En la constitución del humo, frrrágil. Pan-teones enroscaaados, el pastel partido. Por Una Araña enredada. Araña el cuerpo vacío. Y podrida el alma, en cada lengua, voz de olvido.
Por una araña enredada, baila luego y teje un ratón.
¡Alucinaciones amordidas manzanas!.
Alegre, campo magnético suspirar. Alegre, campo eléctrico soñar. De capilar a capilar. ¡Vulcanizados!. Todos... Ebonita de caucho corchetescos.
Amordidas ni las manzanas gozan. Alucinantes después arrugadas veces.
Y... Sobrel amor despegado, adherido luego al lecho.
¡Todo queda, como un como!.
Aquélla catarata que sube goteando. El aire detenido. El ritmo plano de pleno una planta seca.
Amordidas electrónicas, enmanzanados. ¡Cuidados!. Porqué, porqué...
De cien arañas confusas, infuso luego el dedo alumbra. Y Por una razón especula, enmudeciendo luego la memoria. ¡Amordidas, alucinaciones de panteón privado!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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