Eleco reseco
Con el vestido tendido del almendro.
En la voz vespertina del arrullo.
¡Habla una helada noche!.
La luna, tibia, bajo el ciprés.
Sintiendo, al tiempo, en cada hoja.
De la raíz melodías nocturnas.
De las ramas coros de flores.
Del tallo, carnes, vegetales siderales.
Sintiendo
Endomingarse
Arsenales
Esteparios
Ósculos.
¡Eleco reseco quedó!.
En
La raíz de humedad enamorada.
¡Arido pelaje del estruendo!.
Rígida mejilla de una mueca.
¡Armazón de las tinieblas enrojecido!.
¡Eleco reseco quedó!.
Por
El
Balcón brumoso de una nube.
Donde.
¡Están, desnudos, los instantes!.
Instantes.
Del olvido en la ceniza.
Instantes sin fondo, interminables crepúsculos.
¡Eleco reseco!.
Está.
En las plazas indiferentes.
Está.
En los ejemplos prematuros.
Está.
En los iconos en llamas.
Está.
En las piedras deshabitadas.
¡Re-Se-Co-El-Eco!.
Con
El
Crudo vestido de la espina.
Con
La
Escritura de la calle sola.
Con
Los
Marchitos aromas petrificados.
En
La
Voz vespertina de los cristales.
Donde.
El descrucificarse agrieta más.
¡Las cuerdas amargas del silencio!.
En
La
¡Voz__De__La__Sequía__Vestida!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez